Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

lunes, 22 de marzo de 2021

La dependienta, Sayaka Murata | Reseña

Sinopsis: Keiko Furukura tiene 36 años y está soltera. De hecho, nunca ha tenido pareja. Desde que abandonó a su tradicional familia para mudarse a Tokio, trabaja a tiempo parcial como dependienta de una konbini, un supermercado japonés abierto las 24 horas del día. Siempre ha sentido que no encajaba en la sociedad, pero en la tienda ha encontrado un mundo predecible, gobernado por un manual que dicta a los trabajadores cómo actuar y qué decir. Ha conseguido lograr esa normalidad que la sociedad le reclama: todos quieren ver a Keiko formar un hogar, seguir un camino convencional que la convierta, a sus ojos, en una adulta. con esta visión hilarante de las expectativas de la sociedad hacia las mujeres solteras, Sayaka Murata se ha consagrado como la nueva voz de la literatura japonesa.

Voy a darles un poco de contexto primero: siempre lo hago. Cada años existe el maratón Guadalupe Reinas que organizamos en Libros b4 Tipos. Siempre hay libros que se repiten mucho: porque son accesibles, porque están de moda, porque están muy sonados, por los temas. El año pasado hubo varios que tengo anotados (Las malas de Camila Sosa Villada, por ejemplo; Almost Human de walkingnorth, etc.). Uno de esos libros fue La dependienta de Sayaka Murata. A mí me llamó la atención, aunque no lo incluí en mi lista porque me hice la promesa de que leería fantasía en todas las consignas que pudiera (al final sólo en dos no se pudo). El 2020 me dejó agotada y sólo la fantasía me ayudaba a leer. Es mi género preferido, después de todo. Pero sí anoté muchos libros y los he ido leyendo poco a poco en estos meses.

Llegué a La dependienta sin saber muy bien qué esperar. Sabía que era una novela de una mujer que se salía de la norma de la sociedad japonesa y ya. Una dependienta. No me extrañó que estuviera de moda, porque en ciertos círculos se buscan mucho los libros de autoras que tratan sobre las mujeres. Suelen tener preferencia las mujeres blancas del primer mundo (no nos sorprendamos ahora de qué es lo que se lee más), pero a veces se cuelan otros libros. La dependienta entre todos esos libros es un poco anomalía. Entiendo por qué gusta: es un libro entretenido, curioso, con perspectivas totalmente diferentes entre experiencias que quizá hagan que más de una se identifique. No hay experiencia universal sobre ser mujer (nunca la habrá: nos separan los contextos, nos separan realidades y por sobre todo nos separa la clase), pero, a veces, hay cosas, variables, acontecimientos que parecen repetirse en la vida de las mujeres de distintas maneras, en distintos contextos. Preguntas que quizá nos resuenan. Momentos que se parecen. Así pues, la experiencia no es universal, pero no se trata de leer para sentirnos identificadas, sino de tener empatía por la otra. (Quien lee sólo para identificarse me saca mucho de pedo; pasa mucho con algunos hombres: aseguran, convencidísimos, que no pueden identificarse con alguien que no se parezca a la propia imagen mental que tienen de ellos mismos). 

Hay muchas ideas sobre cómo escriben las mujeres. O qué deberían contar. Lo cierto es que no hay reglas, pero si presunciones. Afirmaciones que pretenden poner en una cajita a las escritoras. Se vierten de todos lados. Las mujeres [sólo] escriben sobre mujeres (falso). Una mujer que escriba sobre mujeres es feminista (falso). Las mujeres escriben romance (falso). Las mujeres escriben más para niños que para adultos (falso y además demeritorio de las autoras al decir que, como están en ese campo, la LIJ no es suficientemente seria). Algunas afirmaciones buscan demeritar a las mujeres que escriben. Otras realzarlas, quizá por donde no es. Leo a las mujeres por qué son la mitad del mundo (cargan la mitad del cielo) y su literatura, como cualquier otra, es capaz de moverme muchas cosas. Si no las leyera (como muchos, cuenten: cuántas mujeres leen contra cuantos hombres; cuántas mujeres en sus libreros o en sus bibliotecas digitales; cuántas en la zona de novedades literarias de la librería; cuántas) y si no las leyera me estaría perdiendo de sus infinitas perspectivas. No hay una manera universal de decir cómo escriben las mujeres. "No escribes cómo mujer". ¿Cómo escribe una? Sayaka Murata, por ejemplo, escribe como Sayaka Murata y nada más

Sayaka Murata

Toda esa verborrea fue para contarles que La dependienta es un libro sumamente peculiar, especial, increíble. Me hizo reír con su narradora, con sus personajes, con una visión que jamás se me habría pasado por la cabeza. Me hizo sentir en la manera en que hilaba las palabras. Ya cuando reseñé Kim Yi-young, nacida en 1982, hablaba de que estaba cansada que se vendieran como churros "novelas sobre mujeres" sin valor literario alguno, como un intento de que las editoriales se pusieran una estrella en la frente de "publicamos mujeres"; también mencionaba de cómo admiraba a las escritoras que tenían un compromiso con la literatura (porque yo lo tengo, porque antes que otras cosas está La Palabra y el lenguaje, la mentira de la ficción para acercarnos a la realidad, como lo menciona Liliana Bodoc en la conferencia que tiene llamada Mentir para decir la verdad). Libros como este me gustan porque justamente saben contar, narrar, enseñarnos un trocito de la realidad de las mujeres japonesas.

La protagonista, Keiko Furukura, no es que sólo esté soltera o que nunca haya tenido pareja. No. Es que además entiende poco o nada de convenciones sociales y tampoco le interesan. Se le escapa cómo es que todo el mundo este obsesionado con cumplirlas. Es la narradora de la historia y lo vemos todo a través de sus ojos y de su perspectiva: cómo le parece que la gente exagera al insistirle que no debería quedarse soltera, cómo le extraña la gente obsesionada con trabajar de nueve a cinco en una oficina, cómo, en general, le extraña la gente. Keiko es, finalmente, un personaje neurodivergente que nos obliga a ver el mundo desde sus ojos. No lo vemos desde afuera. Es todo el rato un "pon atención, te estoy contando cómo veo el mundo". Lo cual está muy bien, debo decir. Me alegra que el libro tome a su lector como alguien capaz de seguirle el paso.  

La gente se cree con derecho a escarbar en aquello que considera raro hasta dar con una explicación. A mí me molestaba su insistencia, me resultaba fastidiosa e impertinente. Me cansaba tanto que a veces sentía la tentación de coger una pala y empezar a asestar golpes, como aquella vez en el colegio.

Konbini

Mis partes favoritas del libro es cuando aparece Shiraha, que llega a la tienda o konbini donde trabaja Keiko. La descripción de este personaje es ser un incel bastante patético que a Keiko le causa curiosidad, así que le pregunta cosas. Nos recuerda que esa gente también es persona con sus afectos, tonterías y estupideces. Se la pasa hablando de la edad de priedra y reduce a hombres y mujeres a sus instintos biológicos, como si las personas fueran incapaces de tener razonamiento (él, desde luego, es bastante inútil y patético y eso a Keiko le parece hasta curioso). Me encanta como, desde los ojos de Keiko, alguien como Shiraha queda ridiculizado al extremo, lo mueve hasta el absurdo. Un retrato bastante interesante que todavía no me había tocado ver tan llevado al extremo en la ficción.

Como dije, Sayaka Murata escribe como Sayaka Murata; su estilo me gustó mucho (aunque traducir del japonés siempre es un lío, sí lo sabre yo y creo que los traductores hicieron gran trabajo también). Es una escritora japonesa que seguramente verán nombrada en varios lugares y que estaría interesante que conocieran si les interesa el mundo asiático. Para conocerlo hay que alejarse de los prejuicios de que uno se hace bolas con las palabras, me resulta curioso que los nombres que siempre resulten difíciles sean los chinos, coreanos, japoneses. (Nunca los que tiene raíces germánicas, por ejemplo, como los ingleses o los alemanes). "Es que todos se parecen". Bueno, les diré un secreto: a ellos seguramente también les parece que nuestros nombres "son muy similares todos". Hacer un esfuerzo nunca mató a ningún lector.  

Si leen el libro, ya saben que pueden contarme qué les pareció. Desde acá, va con sello de aprobado de Nea.

viernes, 19 de marzo de 2021

Sobre Christine Nöstlinger

La escritora austriaca siempre fue parte de mi vida y de mi infancia. Con ella empecé a formarme ciertos gustos lectores, a descubrir qué me gustaba, qué no, a descubrir que había libros sin moralejas, con personajes imperfectos y que los libros para niños podrían sólo hacer reír sin ser una larga lección de valores. Christine Nöstlinger nació en Austria en 1936 (un 13 de octubre, me gusta la fecha) y murió en 2018 (un año largo y terrible en que el mundo perdió a grandes escritoras). Es conocida por su obra infantil y juvenil, que en español ha pasado por muchas editoriales. Los diarios de Susi, Konrad, Paul... Creo que hemos conocido al menos alguno. 

A mí hay libros suyos que me gustan y libros que no. O libros que me gustan un poco menos. Pero en general, disfruto su visión sobre la infancia y la juventud (y la disfruté desde esos años, porque siempre estuvo presente entre mis lecturas). Hoy vengo a platicar de tres libros diferentes de los que todavía guardo buenos recuerdos y a recordar que los libros para niños son más que blancos y negros. Me ocurre que me repele eso de los libros de "niños como tú que aprenden lecciones y son amiguis de todos" (se me ocurre que se acercan más a una visión de los niños como angelitos, que puede ser hasta deshumanizadora), pero me gustan los matices, las diferentes visiones, los problemas. También me generaba repele cuando, en esos viejos años donde yo vendía libros y trabajaba cara al público, llegaba un adulto y me pedía "un libro con valores" o me preguntaba "pero qué va a aprender mi hijo" (si fueron una de esas personas, sepan que me inventé los valores y las moralejas de lo que se me ocurrió que les iba a gustar a sus hijos o directamente lo que el niño ya tenía en la mano y quería llevarse; no me arrepiento de absolutamente nada).

Christine Nöstlinger es una escritora realista que quizá podemos meter en esos libros de "niños como tú, amigos de todos", pero que me recuerda muchas veces que las cosas no son blancas ni negras, que los niños son personas y que a veces, quizá, las cosas no desencadenan en una moraleja. 

Yo también tengo un padre

Sinopsis: Aunque sus padres están separados, a Feli le va bastante bien: vive en Viena, con su madre, y consigue de su padre todo lo que quiere. Pero algo va a derrumbar el apacible mundo en el que se halla instalada; algo que ella no está dispuesta a consentir. Una adolescente que decide tomar las riendas de su vida tendrá la oportunidad de conocer por sí misma los problemas y las alegrías que genera la convivencia. En Yo también tengo un padre, el estilo personal de Christine Nóstlinger consigue dar soluciones originales y creativas a los conflictos familiares.

Ahora está de moda plantarse en la sección infantil de libros de su preferencia y preguntarle a quien atiende si tiene un libro sobre el divorcio, sobre los hermanitos, sobre hacer la tarea o sobre *inserte aquí el tema peliagudo que los adultos no quieren explicarles a los niños ellos solos*. De repente ya no importan las historias, sino las puras moralejas (que, además, algunos autores bastante cuestionables para niños ponen de la manera más explítica posible, no vaya a ser que no se entienda). Por supuesto, hay historias magníficas con padres divorciados y hay historias interesantes donde un divorcio es el conflicto de algo (los rompimientos en la familia, un viaje, cambios). O un nuevo hermano. No he visto ni uno sólo sobre hacer la tarea que sea bueno, pero ajá. El caso es que los papás llegan pidiendo eso (no siempre, pero con la suficiente frecuencia para que yo te pueda dar al menos diez títulos de libros con papás divorciados, desde los que son buenos y puede considerarse que tengan una buena historia hasta los que tratan a los niños como pendejos). De repente no ven historias: ven lecciones, moralejas, explicaciones. 

Total, si llegara alguien y me dijera que tiene un hijo de once, doce años y que quiere un libro sobre el divorcio, le pondría este enfrente y me quedaría tan ancha (especialmente si no me ponen al adolescente enfrente y no sé qué le gusta leer o si le gusta leer; ¡muy importante considerar los gustos propios de los niños!). El asunto es que el dema no es como tal El Divorcio con mayúsculas. Los padres de Feli están separados, su mamá trabaja (las mamás trabajadoras son tema recurrente en las obras de Nöstlinger, que luego tiene comentarios agudísimos sobre la explotación al tiempo que habla de la emancipación de las mujeres), su papá existe, tiene amigos, un amigo-casi-novio, Lorenzo y una vida..., digamos, normal. El tema es Feli, su vida, sus pensamientos, sus ideas, sus aventuras con su papá (que nunca había cuidado a alguien y eso es terriblemente evidente), los cambios.

Yo también tengo un padre no es un libro que te explique nada, es la historia de Feli, donde pasan cosas y a veces, quizá, nos podemos ver reflejados. Es la historia de Feli y Lorenzo, entre el sí, no, quizá del primer amor. ¡Y es muy crudo en ese respecto! A veces las primeras historias de amor no terminan bien y eso está bien. Son historias, de todos modos, las contamos, gastamos en ellas letras y palabras y las dejamos allí. En fin, todo esto para decirles que el tema es Feli y su vida y pequeñas aventuras. A mí, que lo mejor que podían ponerme en las manos era un libro con dragones, Nöstlinger me entretenía porque sus personajes tenían imaginación (a pesar de tener ambientaciones realistas), parecían personas y eran divertidos o sus historias eran entretenidas. Hoy lo sigue haciendo aunque no sea el tipo de lecturas que a fuerzas busco. 

Se los recomiendo. No para explicar el divorcio (aunque a raíz de este pasan cosas) sino porque Feli tiene aventuras y entre sus páginas hay una historia. Según yo, por cierto, lo edita loqueleo (siempre se me olvida poner las editoriales porque yo escribo reseñas, no comerciales).

Un marido para mamá

Sinopsis: La consecuencia más grave de la separación de los padres de Susi ha sido irse a vivir a la casa de su abuela; ya no soporta más los regaños. De repente, se le ocurre una idea para resolver la situación, pero sus planes no siempre son los más sencillos ni los más prácticos, y por eso, en varias ocasiones, se ve envuelta en tremendos líos. La sensación de ser incomprendido y de estar completamente solo en el mundo, suele sucederle al hijo de padres divorciados. Este es un relato virtuoso acerca de la convivencia, de la familia y de la tolerancia; no sin cierto humor, que siempre transforma y aligera la visión de los problemas.

Los papás de Susi se han separado y ahora ella, su hermana y su mamá viven con su abuela y su tía abuela, unas señoras a las que Susi apenas aguanta. Deja muy claro que las considera entrometidas, desagradables, excéntricas para su gusto (aunque Susi, su mamá y su hermana también lo son, a su manera), exageradas y no muy de su agrado. Su misión es sacar a su mamá de allí cuanto antes, aunque sea consiguiéndole un marido nuevo. No soporta seguir viviendo con tal familia.

Este libro me gusta por divertido. Es hilarante. Los personajes de Christine Nöstlinger son absurdos y existen en un micro universo donde la aventura principal es hacer planes de lo más alocados para buscar un nuevo marido. Solía morir de risa cuando lo leía porque nadie en este libro es una buena persona como la conciben los libros para niños donde todo es bueno, correcto y lo malo sólo conduce a lecciones grises y aburridas. Susi manipula a medio mundo, su hermana es irritante, su mamá es desesperada, la abuela y la tía abuela son el demonio encarnado o simplemente las dos señoras más metiches de la vida. Me gusta que, con esta familia, Nöstlinger rete esa idea de las familias retratadas en la LIJ como familias perfectas donde mamá, papá, abuelitos y hermanitos son todos buenos y no hay dinámicas dañinas. Igual estar al lado de toda tu familia todo el tiempo no te hace bien. Igual y a veces acaban metidos en más problemas de los que pueden resolver. Y no es que todo sea un desastre (que a veces lo es, definitivamente); simplemente no es perfecto. 

Para haber comprado este libro por accidente, creo que fue una de las lecturas que más risa me dio mientras estuve chica. Christine sabe manejar perfectamente el humor, no teme irse al absurdo, sabe cuándo y cuándo no tomarse en serio. Hay libros que no me han gustado de ella justo porque son demasiado serios desde el subtexto o donde si se atisba más que hay una lección escondida, pero este no, este es simple y sencillamente absurdo: todo lo que pueda salir mal, saldrá mal; todo lo que pueda salir bien, saldrá mal. Me imagino a la protagonista mirando a la cámara imaginaria de su vida, preguntándose qué hizo para merecer tantas desgracias. 

Se los recomiendo si quieren reírse un rato. Hoy sé que lo edita Norma, creo. Si buscan lo encuentran (si es que hay disponibles).

La auténtica Susi

Sinopsis:  Hacia finales del verano, Susi se encuentra con sus amigos Alexander y Alí en el parque. Sin embargo, no se atreve a confesarles que no irá con ellos a la escuela de formación profesional, sino a un colegio privado, al que realmente no quiere asistir. Pero los chicos se enteran gracias a Paul y se enfadan por la falta de confianza de su amiga. Cuando comienzan las clases, Susi no se siente a gusto, ya que les echa en falta. Decide escribirles una carta a cada uno. 

Hay varios libros de Susi y de Paul, la mayoría para diferentes edades y para diferentes etapas. Se mandan cartas, escriben sus diarios. Si lo vemos desde algún ángulo extraño, es la historia de su amistad dejando de ser. También la de Susi convirtiéndose en la versión más auténtica de ella. En este libro, el último de estos personajes del que tengo conocimiento, Susi tiene que enfrentarse a una nueva escuela, sin sus amigos de siempre, que van a una escuela de formación profesional. Tiene que enfrentarse a un constante no sentirse a gusto, sentir todo el tiempo que no se entiende y sentir demasiado, el no saber qué hacer, equivocarse, traicionar. Además, claro, está Paul, el amigo que no es amigo.

Les juro que ahora leo este libro y me da un alivio tremendo que Susi y él no acaben siendo los mejores amigos de la vida. El final de su amistad es una larga agonía y en este libro se siente mucho más porque los otros personajes Alí y Alexander, también le dan la espalda en algún momento. Me gusta, en fin, que Susi arregle sus problemas, que intente caber en su vida. Este no es un libro de largas y desternillantes aventuras, sino que es más reflexivo. Uno pasa todo el tiempo en la cabeza de Susi, con los sentimientos que con tanto ahinco intenta explicarse.

Pero volviendo al tema de las amistades que se acaban: me dan angustia esos libros que dicen, casi como un mandamiento, que conservar amigos de tu infancia es algo que debes hacer. Me repelen porque yo no los conservo. Tampoco los quiero. Sé el trabajo que cuesta hacerlos y el trabajo que cuesta mantenerlos y el amor que hay que dejar en ello. Entiendo a Susi, a su no-amistad con Paul, a la desesperación de a traición de sus otros amigos. Me encanta revisar con lupa los temas sobre la amistad y que, en fin, se reconozca complicada, difícil, un vínculo más que no es cualquier cosa, sino que hay que cuidarlo, regarlo, alimentarlo

De todos los libros sobre Susi (esta Susi, no es la misma de arriba) que Nöstlinger escribió, este es definitivamente de favorito. De niña podría decir que lo sufrí porque me costó, pero en realidad sólo me obligó a estar atenta. Lo releí miles y miles de veces una vez terminado. Eso, con los libros, siempre es una buena señal. 

Así dejo ya las recomendaciones, por el momento. Pronto traeré más reseñas y más cosas al blog. 

martes, 9 de marzo de 2021

Relectura de La historia interminable

Sinopsis: Huyendo de niños que lo acosan, el apocado chico Bastián llega a la librería del antipático Karl Konrad Koreander, y allí descubre un libro que le llama la atención: La historia interminable. Cuando el dueño se ausenta, Bastián lo roba.
En el colegio, en vez de acudir a clase, decide esconderse en el desván para leerlo; al poco se adentrará en el mundo desvaneciente de Fantasia, donde el joven y valiente Atreyu emprende un gran viaje para salvar a la Emperatriz Infantil. Bastián ignora que está leyendo un libro mágico, y que esa historia será para él más que una historia.

Mi copia de La historia interminable llegó a mí destrozada. Alguien la lleyó tantas veces como yo la he leído (dudo que sea quien me lo "prestó" para que me entretuviera de chiquita y nunca se lo regresé porque necesitaba leerlo otras cinco mil veces, cuando menos, y luego regresarlo ya no fue importante). Tiene dos hojas que se le caen y hay que leerlo con cuidado si no quiero que las dos partes en las que está separado se vuelvan cuatro o cinco. En resumen, se nota que es un libro que ha sido leído y releido y disfrutado y usado. Lo propuse como lectura en Volver a Hogwarts para iniciar el 2021 y lo leímos durante el mes de febrero (en ese círculo iniciamos leyendo Harry Potter en el 2018 y terminamos convirtiéndonos en un círculo de lectura de obras de fantasía). 

Ese es el contexto.

Ahora quiero hablar un poco sobre mis lecturas sobre este libro a lo largo de los años. La historia interminable me ha fascinado durante gran parte de mi vida y cada relectura veo algo más, pelo otra capa, observo un poco más. 

Arte de La Puerta de las Esfinges de Romain Kurdi

Kafka decía que un libro debería ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros, libros que nos afecten como un desastre. En general, libros que te muevan entero. Entiendo que esa no es la manera en la que todas las personas se acercan a la lectura ni como todos tienen que hacercarse a la lectura, pero yo cuando leí esa frase comprendí que tenía una forma parecida de acercarme a la lectura. Para mí la fantasía es escapar de la realidad para reencontrarme con ella (no es la huída, sino el escape de otros mundos posibles para construir en este mundo), no logro conectar con libros que no me muevan o me exijan un poco de mi atención. Los libros que dan todo mascado tienen otro target que no es el mío. (Por ejemplo, yo sí hablo de lectura ligera, pero lo hago desde mi percepción y tengo la misma que Hermione Granger lanzando el libro más pesado y largo del mundo frente a sus amigos, no creo que sean conceptos que pasen sin que algo se pierda de un lector a otro porque todos tenemos nuestros gustos particulares).

En esta relectura, pues, hice muchas observaciones. 

La historia interminable de GoldenDaniel

A menudo se habla de La historia interminable como una novela difícil para niños. Miren, yo no les voy a decir que sea fácil porque todos tenemos distintas percepciones de lo fácil y lo difícil, pero es algo que me resulta curioso: la afirmación viene de los "adultos". Conozco niños a los que les gusta La historia interminable y niños a los que no, y ya está. El agregarle el adjetivo difícil (con sus compañeros complicado o imcomprensible) siempre llega desde el lado que tiende a subestimar a la niñez. Ya he hablado un poco de como trabajando como mediadora de lectura aprendí que lo primero para hablar de libros y lecturas con un niño era escucharlo: qué te gusta, qué te apasiona, nunca asumir que no entenderán una palabra difícil o que no conectarán con un libro. La historia interminable exige atención, sí. Comparo a la niña lectora que fui y a la persona que soy ahora y entiendo por qué es un libro que me sigue proporcionando tantas alegrías: cada vez que leo el libro lo entiendo de diferente manera (quienes te digan que un libro sólo tiene una interpretación y lectura posible definitivamente te están mintiendo; hay tantas lecturas como lectores). Es un libro con muchas capas que siempre me deja algo.

Los cuidados

—¿Y quién te crío?
—Todas las mujeres y todos los hombres juntos. Por eso me llamaron Atreyu, que quiere decir, en palabras del Gran Lenguaje: "Hijo de todos".

Esta vez, me fije mucho en el énfasis que existe en algunos momentos sobre el cuidado, el cariño o la falta de él. A Atreyu lo cuidan todos en el Mar de Hierba; la terquedad de Énguivuck para curar a sus pacientes y alimentar a un científico que cree que sus ciencias e investigaciones están por encima de todo lo ordinario (quién limpia la casa y te da de comer, a ver); Doña Auiola, con sus frutas y sus abrazos; Bastian que piensa en lo ausente que es su padre mientras está en duelo. Los voy a aburrir con este tema, porque lo toco en casi todas mis reseñas, pero encuentro que la épica obsesionada con las grandes guerrar y las grandes batallas siempre se queda corta y queda mucho a deber al respecto de los cuidados. No hablamos de ellos tanto como deberíamos

Ilustración de la edición original. Doña Auiola

Nos obsesionan las formaciones militares y tener estrategias realistas (creíbles para otro día, pero realistas, tienen que ser realistas como si hubieran salido de un libro de Historia Universal especializado en estrategia militar), pero pocas veces pensamos en quienes cuidan a los tristes, a los heridos, a los enfermos, quienes se cuidan los unos a los otros, en momentos de felicidad o de tristeza, quienes se tienden un brazo o ponen su hombro para que otro se apoye. Lo cierto es que los cuidados suelen ser percibidos como algo femenino y, por ello, indignos. Se desprecia a las cuidadoras de las historias sin reconocer su enorme papel o cambiar la narrativa sobre "los cuidados" sólo como "algo femenino que no tiene importancia" porque no son grandes guerreras

Pero Doña Auiola (y me concentro sólo en ella porque es mi favorita, es el respiro que da el libro antes del final) para mí vale más que mil guerreros y un ejército entero. (También, por supuesto, en el proceso de despreciar al cuidado como algo femenino, nos olvidamos que hay hombres que también lo hacen, como Yor, el minero ciego; hablamos de escribir mujeres guerreras, porque sí, faltan, pero no de meter a nuestros personajes masculinos al ruedo de los cuidados, algo también muy necesario). Definitivamente ver esos momentos (pequeños o grandes) de nuevo me hizo valorarlos más. Para mí tiene mucho valor, por ejemplo, que Atreyu vaya sin armas o que Sikanda no pueda ser usada por la fuerza.

Me gusta que Ende va más allá de "criaturas malas o criaturas buenas"; las crituras de Fantasia son, simplemente y la Emperatriz Infantil las deja ser a todas ellas. Hablando de matices. (Por que sí, la lucha entre el bien y el mal es un tema común y recurrente en la fantasía, pero simplificarlo tanto que no se puedan apreciar sus matices no tiene ningún sentido). Me gusta que muestre tan claro el valor de tenderle la mano al otro.

Fantasia, la imaginación y contar historias

"Todo una vez solamente acontece
y una vez sí deberá de suceder.
Lejos, allí donde el campo florece,
debo morir y desaparecer..."

La primera vez que reseñé este libro (después de leerlo varias veces), recuerdo que hice mucho hincapíe en cómo resaltaba el poder de la imaginación como un poder que todos tenemos dentro de nosotros. Ya no veo sólo eso, sino que también aprecio cómo se expresa ya no sólo sobre imaginar, sino hacerlo y también contar historias. Cada vez que lo leo noto más su aguda crítica al hecho de que no se promueva la imaginación (existen profesionales de la educación que desdeñan la fantasía porque no consideran a los niños lo suficientemente listos como para distinguir la imaginación de lo real; hablando de adultos idiotas). Inclus desde el ámbito escritoril, existe una tendencia a desdeñarla sin darse cuenta: la obsesión con el supuesto "realismo" de las historias va a matarnos a todos. De repente importa más donde pones un río, que el lenguaje con el que estás construyendo un mundo nuevo.

—También existe una multitud de pobres zoquetes, los cuales, naturalmente, se consideran a sí mismos muy inteligentes y creen estar al servicio de la verdad, que nada hacen con más celo que disuadir hasta a los niños que existe Fantasia.

Graógraman, por Fran

Queremos que la magia siga unas reglas matemáticas arbitrarias y extrañas sin entender que las matemáticas son otro lenguaje, también, por ejemplo. El lenguaje y la narración quedan en segundo plano cuando se habla de crear mundos. Y no me lo tomen a mal, a quien le guste el hard worldbuilding (cómo odio ese término, con una chingada), que ande por sus caminos, pero que no lo tome como una regla. He vista una reseña tras otra diciendo que Fantasia no tiene sentido porque, de repente, se nos olvidó que no tenía fronteras porque nuestra imaginación tampoco las tiene

 —¡Decidme! —gritó Atreyu—. ¿Dónde están las fronteras de Fantasia? ¿Lo sabes tú, Lirr?
—Al norte, no —respondió el rostro de nubes negras.
—¿Y tú, Baureo?
—Tampoco al este —contestó el rostro de nubes grises.
—¡Habla tú, Schirk!
—Al sur no hay fronteras —dijo el rostro de nubes amarillas como el azufre.
—Mayestril, ¿lo sabes tú?
—No hay fronteras al oeste —replicó el rostro de nubes rojas como el fuego.
Y entonces dijeron todos a una:
—¿Quién eres tú, que llevas el signo de la Emperatriz Infantil y no sabes que Fantasia no tiene fronteras?

El libro lo dice, una y otra vez. Y de todos maneras leo: "es que no entendí el mundo, no tenía mucho sentido, no sigue reglas que yo...". A ver, yo como Andrea, lectora, considero que Fantasia siempre es fiel a sí mismo como mundo: no tiene fronteras. Lo dice de muchas maneras y en muchos momentos. Hay multitud de historias y te deja caer algunas veces que no alcanzaría una vida para recorrerlo entero. Por eso de repente me resulta extraño que otros tipos de... digamos worldbuilding (a falta de una palabra que no me dé horror por culpa de los blogs de consejos) metan por aquí su nariz. 

La Vetusta Morla de Romain Kurdi

La historia interminable hace una crítica muy aguda en algunos momentos a quienes pretenden limitar la imaginación. Léase, el mundo entero. La fantasía nunca es considerado un género serio y hay autores que huyen de él. Existe un culto al realismo gris color caca (donde hay miles de historias de todo tipo donde el contar queda en segundo plano), autores que ponen un grito en el cielo si la fantasía o cualquier otro género de la imaginación son reconocidos de repente, adultos que desdeñan a la fantasía como cosas de niños y docentes que no dejan a sus alumnos acercarse a ella. Pero entre la crítica, nos recuerda que hay muchas puertas/portales para llegar a ella y así, verdaderamente, nuestro viaje por ella será interminable. Nos recuerda que podemos imaginar, narrar, atrevernos a imaginar nuevos mundos, construirlos desde las palabras y el lenguaje, para ir cambiando poco a poco la realidad, para acercarnos a ella de otras maneras. El viaje no tiene final, porque el fin de uno es el inicio de otro. (Finalmente, pues, un ouróboros, donde un final siempre es un principio).

Ouróboros (o las conclusiones)

—Toda historia es una Historia Interminable. —Dejó vagar la mirada sobre sus muchos libros, que llegaban por las paredes hasta el techo, y luego, señalando con el mango de la pipa, continúo—: Hay muchas puertas para ir a Fantasia, muchacho. Y hay todavía más libros mágicos. Muchos no se dan cuenta. Todo depende de quien coge uno de estos libros.

El final es un principio. Recuerdo que hay muchas cosas que me han impulsado a escribir. Mi amor por explorar historias y magia me lo dio Harry Potter, por ejemplo (me da tristeza que la obra haya acabado como acabó ahora, pero no puedo dejar de referencias partes de mi historia cuando es necesario); La historia interminable me dejó la tendencia a los nombres raros y a que todo tuviera nombre, a los viajes, a la aventura, a las criaturas imposibles y a los mapas que nunca terminan, porque nunca terminamos de conocer un mundo. Me enseñó a relacionar y ver el mundo a través de la fantasía y, tras años y años y años y más años, a escribir en consecuencia.

Esta es mi copia deshecha

Así como Kafka dice que un libro el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros, yo creo que los libros que me dejan con ganas de escribir son los que me movieron más. Eso es La Historia Interminable para mí. No sólo buscar un portal a Fantasia siendo lectora, sino hacerle el mío propio escribiendo, cincelando, con cuidado, las palabras. Soy una romántica, pero lo único que veo con ojos de color de rosa del proceso de escritura es justamente el amor por las palabras, así que me van a perdonar. 

Si les gusta la fantasía, lean La historia interminable. Se las recomiendo. Creo que es una obra base para conocer y acercarse al género. (No me vayan a mencionar la película, en esta casa pretendemos que no existe). Ende definitivamente valoraba la imaginación y poder cultivarla y, además hacer algo con ella, y se nota a través de sus palabras. Siempre valoraré este libro. Por lo pronto, lo cerraré un tiempo, hasta que mis manos vuelvan a encontrarse con él y empecemos otra vez todo, desde el principio hasta el final. 

Si quieren saber más sobre Ende y su obra, pueden visitar Endeland, es una página muy completa. Es un tributo a Michael Ende.