Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

viernes, 30 de octubre de 2020

Contra el prescriptivismo en la literatura

Este es un proceso de años que vino a explotar en el año 2020. Estoy harta de ver reglas arbitrarias de consejos de escritura y a escritores frustrados porque no pueden seguirlas. Igual es que vivo en una burbuja de tuiter en la que eso pasa mucho, pero llega un punto en el que paso de la risa a la frustración y quiero dedicarle un último ensayo a este prescriptivismo. Así que, aquí vamos, supongo.

Durante mucho tiempo pensé en jugarle desde adentro, meterle goles, ir en su contra. Hacía entradas disfrazadas de entradas de consejos para el NaNoWriMo haciendo énfasis en la idea de que escribir no tenía por qué ser un sufrimiento, que la salud mental era primero y que no era divertido si estabas estresado todo el tiempo. No funcionaba. Dejé de compartir mis avances en números de palabras porque, aunque algunos eran satisfactorios para mí, ya no me importaba tanto el demostrar que estaba escribiendo y me parecía dañino contribuir a la idea de que un escritor es sólo la cuenta de las palabras que escribe. Los únicos consejos que hay en mi blog son entradas sobre la puntuación (que me siguen pareciendo valiosos, para ir en contra de las normas hay que conocerlas). Nunca voy a hacer algo en la línea de "cómo escribir a un personaje mexicano" porque me parece aberrante pensar que existe tal falta de sensibilidad que son incapaces de escribir personajes de otras nacionalidades sin requerir un instructivo (en especial porque no hay un instructivo que valga con tantos millones de personas diferentes; me parece una aproximación mucho más honesta acercarse desde lo humano y hablar con muchas personas). Lo único que ofrezco es esto: un manifiesto claro contra el prescriptivismo en la literatura

La epidemia de consejos

La mayoría de los consejos que nos traban se esconden tras las buenas intenciones. A veces ni siquiera nos damos cuenta que estamos completamente trabados. A veces cuesta años darnos cuenta del daño que nos hizo escuchar tantas instrucciones —a menudo contradictorias— cuando pasan años. Hay voces que se quedan en tu cabeza diciéndote que lo estás haciendo mal

El año pasado volví, tras mucho tiempo, a escribir fantasía épica. Mi odio por los consejos de blogs de literatura y ese hecho parecen no estar relacionados, pero, en realidad, tienen todo que ver. Pasé casi cinco años sin escribir épica porque leer tanta mierda (perdón, eso es lo que siento por los consejos) me convenció de que era algo dificilísimo que yo nunca podría hacer. Y luego escribí algo en un mes que salió sólo. Y luego escribí sobre sirenas, piratas y hadas y el fin del mundo. Sobre torres que eran escuelas de hechicería. Escribí sobre brujas a lomos de dragones. Escribí sobre guerreros enamorados de dragones. Escribí sobre magos y hechiceros. Escribí sobre otros mundos. Y me di cuenta de que no era tan difícil como me habían hecho creer.

Los pilares de la fantasía no eran ni mis sistemas de magia (por qué confundir magia con ciencia, cuando en la imaginación cabe lo imposible) ni mi worldbuilding (término que tiene más relación con las partidas de rol; en un libro no importa si mis ríos corren en la dirección correcta si estoy escribiendo sin alma alguna); no eran ni siquiera mis héroes, a los que tanta importancia les doy cuando escribo. Ni era ninguno de los pilares que me decían los artículos gringos que alimentaban a un algoritmo que escupía contenido. Tenía más que ver con la imaginación y el lenguaje, con ser capaz de evocar otros mundos y acercarme desde ellos a lo humano. Aprendí más leyendo fantasía que consejos de como escribirla. 

Esto, por supuesto, no se limita a la fantasía, pero para mí empezó con ella. La obsesión por crear sistemas políticos "realistas" (qué es realista en la fantasía, ¿a poco su imaginación tiene fronteras?) y escribir sobre como hacerlo no me ayudó a crear ninguno. Se volvió más fácil poblar mis mundos leyendo a Marx y a Engels, que al final escribían de cosas humanas, que leyendo columnas que insistían que la fantasía tenía que ser "realista" (insisto, creo que no saben lo que significa la palabra que están usando; yo me iría más por verosímil y todo puede ser verosímil con el suficiente amor y trabajo en el lenguaje y la imaginación). Hay también una obsesión extraña por la uniformidad de los llamados "sistemas de magia" y gente que hasta les ha puesto ¡leyes! Cosa que no entiendo en lo absoluto. Fue hasta después que recordé La historia interminable y cómo Ende valoraba a la imaginación como un super poder y cómo Fantasia era tan vasto que nadie lo conocía entero y no tenía fronteras que recordé que en la fantasía no hay reglas y me senté a escribir. La cosa no para allí (¡ojalá!).

Pero de repente había reglas y casi fórmulas matemáticas de cuantos diálogos tenía que tener una historia y cuánta descripción. ¡La gente se atrevía a ponerle porcentajes como si la literatura pudiera ser calificada de esa manera! De repente si no tenías suficientes diálogos, la historia era aburrida. Si eran demasiados, faltaba descripción. Se ignora que hay obras magníficas que tienen muy pocos diálogos al modo convencional (por ejemplo, La casa de los espíritus de Isabel Allende, incluso Cien años de soledad de Gabriel García Márquez) u otras que se valen específicamente de los diálogos para todo (El beso de la mujer araña de Manuel Puig hizo maravillas por mi escritura, mis maestros siempre han sido otros escritores que leo). ¡Hay quien pretende ponerle fórmulas mágicas a la longitud ideal de un cuento! ¡Quien te dice en qué orden hay que describir! ¡Cómo hay que hacerlo! ¡Cada cuánto hay que intercalar un párrafo! ¡Quien dice que nunca tienes que usar un adverbio porque un escritor gringo dijo que no le gustaban! Y después de todas las instrucciones tienen el descaro de decir que solo son consejos, que al final cada quien sabía qué le funcionaba.

El problema existe cuando no sabes qué te funciona y de todos modos ya te plantaron la semilla en la frente.

Usualmente, pienso en las buenas intenciones. En serio. Creo que muchas de esas personas, sobre todo las que lo hacen de a gratis, creen que están haciendo algo bueno. En serio. Siguen las tendencias, quieren ayudar, no todos se dan cuenta de que están alimentando a un algoritmo que no se detiene. Mi problema va con los grandes best-sellers o las editoriales. Ya no están animando a escribir, están creando productos que ya van empacados en cajitas que no permiten la exploración. Libros-producto que es entendible que las editoriales quieran cuando hay que vender. Libros sometidos a sobreediciones para calzar con estadísticas de diálogos y ser ante todo, correctos según las reglas de lo mainstream.

Y aunque siempre intenté ignorar los consejos, la epidemia de estos también me alcanzó.

El escritor como producto

Creo que fue en 2016 cuando empecé a ver los cursos y consejos de marketing para escritores. Muy bien, entiendo su existencia. De repente la autopublicación estaba en boga, nadie quería saber nada de las editoriales e intentar ser leídos por otros medios era algo que había que explorar. Como escritora que siempre ha estado acostumbrado a estar en los márgenes (de los géneros, puesto que escribo fantasía y a veces ciencia ficción; de la publicación, pues mi producción en fanfiction se mezcla con lo que escribo para otros proyectos, aunque sea increíblemente diferente; geográficamente, puesto que me encuentro en el sur global) entiendo que la oportunidad de que te leyeran así era muy interesante. Para algunos era la meta: publicar. Decir, tengo un libro. Hay quien en eso ve el triunfo y no lo critico. Para mí cualquier medio de publicación (tradicional o no) era más un medio que un fin. Así que seguí con calma. Supongo que tuve suerte.

Me ha tocado ver a las mejores mentes de mi generación acabar aplastadas bajo el algoritmo. Sufrir crisis porque sus perfiles no son lo suficientemente profesionales (por favor, qué importa, no vamos a estar todo el día hablando de ser escritores, aunque no dudo que haya quien lo intente), hacer cualquier cosa con tal de que el algoritmo les funcione. He visto escritores que quieren los llamados "blogs de escritores" (desde ahorita: este no es uno, este es un blog personal donde le grito a las nubes) entregarlos a granjas de contenido donde redactores que le vendieron su alma al capitalismo escriben artículos con buen posicionamiento para que parezca que son activos (ya trabajé de eso, en serio, no hay alma alguna, ni arte, ni nada; no es lo mismo escribir eso que escribir desde el corazón y volcando tu ser, pero bueno). He visto gente convencida de que si no tiene buen marketing no va a llegar a ninguna parte.

Entonces van las tendencias: hay que alimentar al algoritmo. Si no estamos hablando de nuestras novedades o de lo último que publicamos, hay que hablar de lo que escribimos. Hay que proyectar una imagen de escritores todo el tiempo. O de autores. O el término que quieran ustedes. Eso se junta a que ahora muchas mujeres buscan reivindicarlo para sí, después de vivir en los márgenes de un sistema editorial mayormente injusto, por ejemplo (y otras miles de cosas más). Yo personalmente nunca he tenido problemas para nombrarme escritora, aunque haya publicado "tradicionalmente" (porque ni tanto) una sola vez, pero cada quien tiene su historia con las palabras y creo que hay que buscar formas más sanas de relacionarnos con lo que somos (digamos que es profesión o no, porque yo no lo digo, pero no es hobby, más bien es una clase de destino) que estar constantemente alimentando al algoritmo.

A veces disfruto ver a las personas que con amor comparten sus proyectos. Yo insisto en que hay diferencia entre quien lo hace con mimo, amor y un poco de alma a quien está preguntándose a qué hora su tuit va a tener mayor alcance, eso sí. Sin embargo odio esta cultura en la que si no estás hablando constantemente de lo que estás escribiendo no estás escribiendo y además, siguiendo las reglas de lo mainstream. No tengo nada en contra de los hashtags de los proyectos o de los aesthetics o moodboards o fichas de personaje o cualquier pendejada que hagan (yo hago mapas mal hechos para no confundir este con oeste porque soy estúpida). Para qué iba a tener cosas en contra de cadenas de caracteres o simples imágenes. Me molesta la cultura alrededor de ello en lo que de repente parece una imposición y nadie se sale de la norma. ¡Genial, primero nos salimos de la norma de las editoriales de monopolio y luego creamos otra más!

En serio, hagan lo que quieran. Alimentar al algoritmo no va a hacer demasiado por ustedes si no tienen pasión por escribir o amor a lo que están creando. Los consejos de escritura y los consejos de marketing no ayudan: paralizan. Lo hicieron conmigo. Muchos años. Tantos y tan variados que no sabes a quién hacerle caso. Y a veces son reverendas pendejadas, como el consejo mierda ese de no narrar sueños. Creo que es un deber ignorarlos todos, escribir lo contrario a lo que me dicen, recordar una y mil veces que en la escritura no tiene por qué haber prescriptivismo. La literatura es ese pedazo del mundo en donde podemos romper y volver a ordenar la gramática y la puntuación, donde podemos crear todo lo que no existe, donde podemos hablar desde la imaginación. No dejen nunca que nada los limite.

Especialmente, no lo que está haciendo el vecino.

viernes, 23 de octubre de 2020

Mandíbula, Mónica Ojeda | Librosb4tipos

Sinopsis: Una adolescente fanática del horror y de las "creepypastas" (historias de terror que circulan por internet) despierta maniatada en una cabaña en medio del bosque. Su secuestradora no es una desconocida, sino su maestra de Lengua y Literatura, una mujer joven a quien ella y sus amigas han atormentado durante meses en un colegio de élite del Opus Dei. Pero pronto los motivos de ese secuestro se revelarán mucho más oscuros que el "bullying" a una maestra: un perturbador amor juvenil, una traición inesperada y algunos ritos secretos e iniciáticos inspirados en esas historias virales y terroríficas gestadas en Internet. "Mandíbula" es una novela sobre el miedo y su relación con la familia, la sexualidad y la violencia. Narrada con una prosa llena de destellos líricos, símbolos desconcertantes y saltos en el tiempo, toma rasgos del "thriller" psicológico para desarrollar el juego mental que se produce entre alumnas y maestras, y escarbar en las relaciones pasionales entre madres e hijas, hermanas y "mejores amigas", recreando un mundo de lo femenino-monstruoso que se conecta con la tradición del cine de terror y la literatura de género.

Este es el año en el que me reconcilio con autoras que antes no me gustaron. Mónica Ojeda es uno de esos casos. Hace años leí Nefando y decir que salí huyendo fue poco. Reconocía el valor literario del libro (todavía lo reconozco, aunque también puedo decir que no le entendí por completo y por eso nunca hablo demasiado de él, fuera de cuando me preguntan por qué no me gustó), pero a la vez me daba un asco terrible y prefería mantenerme muy alejada. No me gusta lo que en vez de miedo o creeps me causa nada más asco. Y eso fue lo que pasó con esa novela y durante mucho tiempo no volví a leer a Mónica Ojeda.

A veces pasa. Algunos libros, aún reconociéndolos como libros que objetivamente (¿existe la objetividad en esto de la literatura? hagan grupos de tres para debatir) son buenos, no son para uno. Y punto. O tienen temas que uno no aguanta (porque eso fue lo que me ocurrió con Nefando). Se me hace muy honesto decir eso. Hablemos de que hay libros con los que no conectamos de repente. Hoy lo menciono de pasada porque este año me ha pasado que he vuelto a leer autoras con las que en un principio no conecté en lo más mínimo (Verónica Murguía: aunque no me gusta Loba, adoré El fuego verde) y ahora me gustan más. Caso de Mónica Ojeda.

 

Hablemos de Mandíbula.

Es un libro narrado de manera no lineal en el que diversos recursos narrativos para contarnos la historia de los personajes. Se centra específicamente en Fernanda, Annelise y la profesora Clara, con algunos otros personajes en el fondo (el hermano muerto de Fernanda, el resto de la secta de Annelise, sus madres y otros profesores que conforman el cuadro). Mónica Ojeda hace uso de varios creepypastas para presentar a las personajas principales. Cuentan y hablan de creepypastas que llevan a Annelise a convertirse en la sacerdotisa del Dios Blanco. Nunca tenemos una respuesta clara de a qué se refiere con el Dios Blanco, porque es más la idea (una idea tan grande que el miedo está precisamente en lo desconocido, en la propia insignificancia de lo conocido). En uno de los pasajes que a mí me pareció mejor en el libro, Annalise le entrega a la maestra Clara todo un pasaje en donde abre, justamente, hablando del horror cósmico de Lovecraft y justamente ahonda en cómo escribir/hablar/comunicar/representar el horror cósmico.

Además, el horror cósmico tampoco puede ser descrito como se describiría el ataque de, digamos, un hombre lobo, porque aquellos que lo experimentan son incapaces de  de comprenderlo y, cuando por fin se acercan a su significado, se dan cuenta de que no tienen palabras suficientes para hablar de ello; que está más allá del lenguaje y que, desde el momento hasta el final de sus días, deberán cargar en soledad esa revelación incompleta e incomunicable.

Equipara justamente ese horror cósmico a lo que llama el horror blanco: habla de "su capacidad para implosionar el lenguaje" (cita textual). Creo que eso es lo que más me interesó del libro, que hasta más o menos pasada la mitad me interesaba como una lectura "rara" y nada más. Sí, hacía uso de muchos recursos narrativos que me gustaban, pero no me exigía demasiado, hasta el ensayo de Annelise, que es uno de los pocos vistazos que tenemos hasta el fondo del personaje. Este es un libro, por cierto, donde todos los personajes son personas que me caen mal: las odio. Será que no soporto las historias de niñas ricas de colegios del opus; pero también es la prueba de que en una historia no te tienen que caer bien todas las personajas o personajes (estoy harta de la gringada woke a la que sólo le gustan personajes buenos y puros y además a la que sólo le gustan los libros si los personajes le caen bien, perdón, se me escapó un poco de exasperación por entre las teclas). Annelise y su séquito son un montón de adolescentes que no soporto y, sin embargo, mientras más se adentra el libro en la idea del horror blanco, en las mordidas, en por qué se titula Mandíbula, menos capaz era de dejar de leer.

Otra de las partes magistrales de la historia es el capítulo final. Puro diálogo, puras palabras. Me impresionó. Si ya les he dicho miles de veces que no lean a Mónica Ojeda de noche, tampoco les recomiendo leer el final de este libro mientras cenan. Estoy sentada, repasando las citas, que se ven impresionantes aún sacándolas del contexto del libro, pero que no le hacen justicia, al menos a esos dos pasajes: el ensayo de Annelisse y el último capítulo. Mandíbula es un libro redondo que sí, reconozco que tenía mucho mas hypeado y que me pareció que tenía un ritmo desigual a la hora de leerlo (no porque el ritmo tenga que ser siempre el mismo sino que me pareció, dentro de lo que era, de repente antes de llenar a la mitad, demasiado llano, aun con todo lo que estaba contando); será que yo soy muy especialita para leer.

Antes de terminar quiero recordarles que este libro es la lectura de octubre de Librosb4tipos que vamos a comentar el día de Halloween, 31 de octubre a las 4pm, hora del centro de México en el canal de Sputnik. Sí, les traigo toda la información. Acá abajo también les dejo el cartelito, por si les late y quieren darse una vuelta por la transmisión.

¿Se los recomiendo? Sí, si les gustan estas ondas del horror cósmico y los creepypastas, creo que el libro puede ser interesante para ustedes. Desde luego es perfecto para el mes spooky y todavía tienen tiempo para leerlo antes de que lo comentemos en vivo.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Castle Swimmer (S1), Wendy Lian Martin | Reseña

Hay entradas que no están específicamente planificadas para tu calendario pero pues... arrasan con tus planes. Como esta. Ati, de Conejo Literario, está haciendo una semana especial de Webtoons, que son un tipo de webcómic (que bueno, además de Webtoon, también existe Tapas, que sigue un formato muy parecido, los webcómics antiquísimos en tumblr, en blogs, etc). La plataforma ha estado tomando muchísima fuerza en el mundo de los comics que se distribuyen de manera gratuita y digital. Tienen su propio formato, muy distinto al cómic americano (tanto el de superhéroes como los que se salen de esa norma) y algo distinto al manga, aunque llega a recordar al manwha coreano. Como tal no están diseñados para ser impresos, aunque algunos webcómics sí se impriman (por ejemplo, Heartstopper lleva ya varios tomos publicados y fue publicado originalmente en Tapas). Si quieren saber más de la semana especial de Webtoon que organizó Ati, pueden checar aquí su blog y ver sus últimas entradas. Yo voy a hablar de la primera temporada de Castle Swimmer.

Castillos en el mar

Sinopsis: What happens when your entire life is ruled by a prophecy – your future foretold by people you’ve never met, who died long before you were born. Such is the story of two young sea creatures. One believed to be a guiding light for his people, a Beacon who will lead them to a bright, prosperous future. The other is a teenage prince for who’s destiny is to KILL the Beacon so that HIS own people might thrive. When both reject the course set for them, it leads to a raucous adventure as big and unpredictable as the ocean itself – and a romance that nobody could have predicted. (Si necesitan traducción o quieren traducción, me comentan aquí abajo para hacerla).

A mí me gustan mucho las sirenas. No es tan obvio porque no formo parte de las ordas obsesionadas con La Sirenita (no está mal, pero siempre fui más de Aladín), pero me gustan. Más bien me gusta el mito de las sirenas que atraen a los marineros con su voz y los matan. O la idea de que la voz de un ser tenga tanto poder y sean casi magia pura (escribí un fanfic así, qué me ven). En Castleswimmer la voz no tiene nada que ver de momento, pero quería enmarcar por qué este fue el primer webtoon que leí de todos (además de que me lo habían recomendado, claro). Las sirenas me gustan. Las criaturas con cola que viven en el mar. Pues. Así que resultaba lógico adentrarme en la historia que tenía criaturitas con cola que vivían en el mar y profecías.

En Castle Swimer nos encontramos con Kappa, The Beacon (se traduce como Faro), una luz que brilla para otros. Kappa está destinado a cumplir las profecías de muchas criaturas del mar o, al menos, a jugar un papel muy importante en todas ellas. Las cosas no salen muy bien cuando las profecías salen mal o llega tarde a ellas (aun cuando el poder del Dios de la Superficie) lo guía a sus destinos y no puede zafarse de ellos tan fácilmente. Casi desde el primer capítulo es evidente que la gente del mar ve a Kappa sólo como un medio para cumplir sus profecías, pero nada más. Lo quiero mucho, es muy abrazable, no quiero que nada malo le pase en la vida. 

Kappa

Y luego está Siren, un príncipe tiburón que toda su vida ha vivido preparándose para cumplir una profecía que va a salvar a su gente: tiene que matar al Faro (oigan, sí me gusta la traducción). Con eso, por supuesto, se entiende que muchas profecías quedarían sin cumplir (lo que no le encanta a la gente del mar, por supuesto, así que los tiburones viven apartados) y Kappa no podría cumplir sus múltiples destinos.

Ah, me encanta el olor a star-crossed lovers del destino por la mañana. Especialmente si ambos están desesperados por escapar cada uno de las cadenas de su destino con cualquier plan, no importa qué tan descabellado suena. Cuando Kappa llega nadando hasta el castillo de los tiburones y termina en el calabozo (sin oponer mucha resistencia, porque a estas alturas ya sabe que si los poderes del Dios de la Superficie lo arrastran a alguna parte no hay poder que lo haga cambiar de curso) y Siren por fin se ve enfrentado a que tiene que acabar con él a cambio de la vida de todos los demás tiburones, bueno, las cosas se ponen complicadas.

Siren

Eso no es spoiler, son literalmente los primeros dos episodios (porque en cada uno presentan a uno de los personajes principales) y me funcionaba para hablar de... ¡magia! ¡profecías! En los últimos años he escuchado mil veces lo "aburridas" y "gastadas" que están ya las historias sobre profecías, que hay que darles la vuelta... Miren yo no sé. Creo que no todo está escrito. Y creo que dentro de las estructuras clásicas de muchos recursos fantásticos puedes escribir cosas muy interesantes y nuevas (créanme como persona que escribe fantasía). Por ahí Carry On hace un poco de eso (cómo la obsesión con las profecías puede cambiar destinos y cómo se pueden crear artificialmente) aunque no sea el mejor libro del mundo (recuerden que me agarró de muy buen humor ese libro y me parece decente). Aquí vemos a Kappa cansado de ser sólo un instrumento de las profecías de otros (aunque le gusta ayudar y es un sol de persona) y a Siren abrumado por un destino demasiado grande, demasiado cruel (matar a Kappa) y muchas responsabilidades. Me gusta el énfasis que se hace en las identidades de los dos personajes y cómo están buscando ser algo más que lo que las profecías dicen de ellos.

En el fondo, Castle Swimmer también es una historia romántica (viva el BL, les juro que sólo conozco el lado boyslove, girlslove y Lore Olympus de los webcomics, soy incapaz de recomendar otra cosa) y si les gustan los romances adolescentes y los primeros amores con aroma a star-crossed lovers, esta es su historia. Aquí sólo les estoy reseñando la primera temporada, que no es muy larga (menos de cien capítulos cortos) donde florece el romance y Kappa y Siren empiezan a decidir cómo desafiar a sus propios destinos (o, al menos, darles la vuelta). Se me hace una historia muy bonita de fantasía. Su énfasis no es tanto el worldbuilding (que es fantástico, por cierto y ayuda a la historia en vez de ser sólo un adorno muy pesado) como contar una historia de iniciación sobre pececitos en busca de sus identidades propias con algo de magia.

Castillos en el mar

El estilo de ilustración de Wendy Lian Martin me gusta mucho, sus personajes Kappa y Siren son preciosos, al igual que el resto de los personajes. Además que a través de su forma de dibujar se ve la personalidad muy clara de cada personaje y las ilustraciones dicen muchas cosas de la historia. Se las recomiendo si quieren una historia de fantasía con toques de romance, para pasar el rato. Además debería mencionar que los personajes son bastante diversos (que eso no debería ser ya un halago, la verdad, hablamos de fantasía: donde podemos escribir cualquier cosa que nos venga a la imaginación y por alguna razón hay señores que se llevan las manos a la cabeza si aparece un personaje que no sea blanco... o heterosexual). 

De momento la segunda temporada está en curso y sale cada domingo, pero de esa no les cuento más porque ya la reseñaré cuando acabe. ¿Dónde lo pueden leer? En este link. Lo leo en inglés y les seré sincera en cuando a que no sé si hay traducción en español, pero muchos Webtoons originals suelen estar traducidos, así que si tienen la cuenta en español (o abren Webtoon en español) pueden investigar y buscarlo.