Sinopsis:
Esta es la historia del peor alumno del colegio. Corrección: de la historia del
colegio. Con casi catorce años, unos cuantos apestados sociales por amigos y el
boletín de calificaciones constelado de círculos rojos, nuestro protagonista
sobrevive a un instituto sólo-para-varones soñando a toda hora en esas
vecinitas a las que nunca ha osado saludar. Si otros inadaptados no saben lo
que quieren, él lo tiene tan claro como su timidez: una moto y una chamarra
negra. Decidido a contradecir al retrato embustero del niño con su afgano que
preside la sala de su casa, el narrador busca la mejor fórmula para fabricar
pólvora, combate a sus vecinos con un rifle de diábolos y bombas incendiarias,
roba huesos en sus visitas al panteón, acaba con los nervios de dos padres
querúbicos y de paso se deja enardecer por toda suerte de antojos secretos.
Esta novela cuenta la historia de una de esas adolescencias en picada donde
todo parece salir mal, en medio de una prisa por vivir que invita a acelerar y
cerrar los ojos, hasta que cualquier día se despierta en lo hondo de un
auténtico infierno para adultos: allí donde la risa es un mero recurso de
sobrevivencia.
Unos meses
después de acabar Diablo Guardián en una lectura maratónica, mi papá me
convenció de leer La edad de la punzada, libro que acabo regalándome en la
feria del libro del INAH (una feria del libro bastante decepcionante). Y me
gustó. Empecé a leerlo sin demasiadas pretensiones, sin entender por dónde iba
su trama, mientras un chico que yo hubiera odiado conocer en el colegio nos contaba cómo se convertía en el campeón
de las materias reprobadas al tener el boletín completo en rojo.
El
protagonista, que se llama Xavier —lo que sabemos por unos cuantos diálogos—,
es aficionado a reprobar materias, tiene unos padres que son la viva imagen de
la irresponsabilidad paterna (¿quién le daría una moto a ese crío?, ¿o un
carro?) y unos verdaderos rechazados sociales por amigos. El sueño de su vida
es encontrar al amor de su vida, o ya mínimo que una chava le haga caso, porque
se vuelve presa de una timidez crónica si una fémina se planta delante de él.
Nadie
imagina todos los alaridos que se ocultan tras el silencio de los tímidos. Dejaríamos
sordo al universo entero si nos lo propusiéramos.
El libro,
que va dando tumbos por una vida donde siempre acaba pasando lo peor es la
historia de la Adolescencia con mayúscula. La historia de un niño rico que no
está preparado para el futuro que acaba por írsele encima y que sólo está
preocupado por ver bajo la falda de la sirvienta. Le salen cuernos mientras no
hay nadie para verlo y se entrega al libertinaje adolescente como si fuera el
rey de la colonia.
Ya me cansé
de esperar que me quieran, ahora nomás espero que me aguanten. Y si no que se
jodan
Xavier
Velasco te provoca ganas de llorar y de reír a carcajadas en un solo párrafo y
va dando tumbos por la vida de un protagonista aficionado a la música de David
Bowie, acostumbrado a manejar como conductor de pesero prófugo y a imaginarse
cómo se va a casar con cada fémina que le presta atención. Hila ceros en física
en un resort con fachada de escuela para niños ricos, pero se da a sí mismo un
diez en pornografía. Colecciona infracciones que ve en los parabrisas de los
coches y no escucha al drama hasta que ya está por encima de él.
Negado a
madurar, ha olvidado que la vida no espera. Entra por la puerta sin tocar y la
derriba.
Mi vida
está muy cerca de partirse en dos y yo sigo creyendo que es y será la misma,
por qué habría de pasar otra cosa. Mi soberbia de hijito de familia debería recordar
que la desgracia se manda sola. Cualquier noche la encuentras recostada en tu
cama o guardando su ropa en tus cajones o amargando la cena antes siquiera de que
la preparen, como un dolor de muelas inmune a los dentistas que bien puede durar
el resto de tu vida. Unas veces punzándote, otras martirizándote y algunas otras
disimulándose por la dulzura de cierto buen momento, pero siempre ahí detrás,
respirando en tu nuca con ese aliento a azufre que amarga hasta un pastel de
fresas con betún.
De los
mejores libros que he leído, quizá. Aunque eso pienso ahora. Y la gente siempre
cambia de opinión.