No fue un mal año. No fue el mejor año y puedo
decir con toda sinceridad que mi cumpleaños valió pinche madre este año y fue
el peor asco del mundo. Pero conocí gente que me quiere, escribí, leí y
disfruté de esas pequeñas cosa que de repente la vida te pone enfrente.
Entré a Jazz y publiqué un poemario y dos cuentos.
Me grabaron un poema en un video de youtube. Leí…
no todo lo que pretendía, pero leí. No completé ningún desafío de lectura pero
me viene valiendo pinche madre y sólo los agregué para darle sabor a mi vida.
Corté con un novio y fue la mejor decisión que
pude haber tomado. Y ahora tengo otro y durará lo que tenga que durar y lo quiero.
Doné muchísimos juguetes para niños con cáncer,
ayude a envolverlos y estuve promoviendo que más gente lo hiciera y realmente
me gustó la experiencia. Realmente… HÁGANLO.
Descubrí obras de arte en cuestión de libros y vi
una de las mejores obras de teatro que he visto en mi vida: Paisaje marino con
tiburones y bailarina (y conocí a Bruno Bichir). Aunque acepto que la actuación
de Tato Alexander no es la mejor, el guión es perfecto.
Conocí a María García Esperón y a Maite Carranza,
dos de mis escritoras favoritas y perdí la oportunidad de conocer a Xavier Velasco,
otro de mis favoritos. Fui a cuatro ferias del Libro (la FIL de Minería, la FIL
del INAH, la FIL Zócalo y la FILIJ) y me volví mucho más crítica a la hora de
leer. Todavía leo best-sellers para divertirme, pero comprendo que no me gusta
en lo que se está convirtiendo la literatura juvenil.
Hice un cosplay de Bellatrix Lestrange.
Saqué un
seis en física… y mi hermana no desaprovechó la oportunidad de por brindar por
ese seis y por los extras de alguien más.
Descubrí que me gusta escribir y me gusta la
literatura, y que lo veo ahora todo con un ojo mucho más crítico. Descubrí que
sí me gusta Programación y que probablemente sí estudie Sistemas
Computacionales.
Fue un año normal, como lo son todos.
Feliz 2013.
Hagan los propósitos que yo no haré, y que no van
a cumplir.
Prométanse que será un mejor año aunque no tengan
ni idea de cómo saldrá.
Atragántense con las uvas que nadie consigue comer
en las doce campanadas.
Lean. Y prométanse que leerán más aunque no sepan
si lo van a cumplir.
Y vivan.