Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

jueves, 20 de enero de 2022

The Order of the Pure Moon Reflected in Water, Zen Cho (o identidades trans dentro de la fantasía)

Portada de The Order of the Pure Moon Reflected in Water

Sinopsis: Zen Cho returns with a found family wuxia fantasy that combines the vibrancy of old school martial arts movies with characters drawn from the margins of history. A bandit walks into a coffeehouse, and it all goes downhill from there. Guet Imm, a young votary of the Order of the Pure Moon, joins up with an eclectic group of thieves (whether they like it or not) in order to protect a sacred object, and finds herself in a far more complicated situation than she could have ever imagined. 

Este fue uno de los libros que escogí para el GuadalupeReinas2021, sobre autora disidente. Ya conocía a la escritora y ya sabía que le gustaba abordar la existencia de las disidencias desde la fantasía, ciencia ficción y considerar otras propuestas en la narrativa de la fantasía y ciencia ficción. Leí The Terracota Bride (ya publicado en español como La novia de terracota) para un maratón de lectura en 2020 y me pareció una propuesta bastante brillante e interesante. Por allí tenía sus asuntos y todo, pero en general me dejó con ganas de leer más cosas de Zen Cho. Ella es una autora de Malasia, joven, que usualmente aborda a personajes LGBT+ en distintos contextos. No me sorprendió que esta novela no fuera la excepción.

Voy a dividir un poco la reseña en temas para no hacerme bolas porque tengo mucho que discutir sobre ella, a pesar de ser un libro pequeñito. Quédense si les interesa, no hay spoilers, no más preguntas, pensamientos por ahí y en general cuestionamientos.

El rescate de la estética wuxia escribiendo en inglés 

Antes sólo había leído wuxia que se había publicado originalmente en chino, por autores cuya audiencia principal era china y que no te explicaban nada sobre lo que era el tema porque asumían que entendías las convenciones del género, los temas y el tipo de fantasía que escribían (repetimos: su audiencia primaria era china; los que leíamos traducciones llegamos ahí de pura casualidad). Ya conté un poco sobre el género en la reseña de Mo Dao Zu Shi, pero igual lo voy a retomar aquí antes de contarles un poco más sobre la historia. 

La palabra wǔxiá está compuesta los caracteres chinos wǔ 武 (marcial, militar) y xiá 俠 (caballero, vigilante, héroe). Es un general que en general se refiere a a héroes que entrenen en algún tipo de artes marciales o energía (que podríamos considerar en la línea de las historias de caballería, pero en otro punto del mundo). A veces se habla de cultivación (otra forma de ver el mundo, tal cual la magia, influida por el taoísmo), aunque Zen Cho no rescata eso del todo (sino que habla de magia, directamente, aunque una magia extraña, que definitivamente tiene influencias más alejadas de las europeas; pudo usar otros conceptos para introducirlos en el libro, pero quizá tomó ciertas decisiones considerando a quién quería que la leyera). Si a los bandidos, héroes improbables, que van de un lado a otro huyendo de problemas que ellos mismos causan o de la guerra que asola al pueblo en el que viven (de lo cual me hubiera gustado más contexto, pero ahorita explico por qué). 

La ilustración de portada es de Sija Hong

Después de haberme enfrentado a obras chinas donde el wuxia era lo normal, lo esperado y nadie te explicaba nada demasiado fue curioso ver la aproximación de Zen Cho a su estética, a sus convenciones y a todo. Por un lado, no me parecía como lo que ya había leído de wuxia y por otro no tenía forma de saber qué tanto de eso se debía a que Zen Cho estaba escribiendo de su visión como escritora de Malasia y qué tanto se debía a que estaba escribiendo del género en inglés (un idioma que quizá no tiene todos los términos exactos) para una audiencia que no conoce las convenciones del wuxia, ni su estética. Respecto a eso, creo que hizo un buen trabajo. Nos presenta a un grupo de bandidos que andan huyendo de todos a la vez, porque viven en un mundo turbulento (lo que nos ayuda a presentar a este grupo que anda de un lado a otro, como forajidos y a veces héroes inesperados) y a una antigua monja que sabe poco del mundo porque pasó años en un templo, enclaustrada, lo que permite que le expliquen el mundo: todo esto pasó desde que te fuiste, por eso ahora huímos. Mi única queja va respecto a que a pesar de haberlo puesto todo en un mundo turbulento y hablar abiertamente de las consecuencias de la guerra (lo que significa para los credos, para los templos, para las monjas, los monjes, para sus dioses), nunca la cuestiona más allá de eso. La ve como algo inmutable, a lo que los protagonistas deben sobrevivir. Entiendo quizá de donde viene la visión (you know: tercer mundo colonizado), pero también me frustra esa visión que no la cuestiona más allá de presentar lo que los personajes hacen para sobrevivir.

O quizá soy yo, que comparto la visión tercer mundo que sufre aún las consecuencias del colonialismo y quiero cuestionar la guerra y el despojo que causa. Desde las pequeñas visiones, como la que propone Zen Cho con el grupo de bandidos y sus estrategias de supervivencia, y también desde otras aristas: por qué las poblaciones acaban por rendirse ante ellas, por qué las comunidades acaban arrastradas a las guerras de los poderosos. Entiendo que quizá el libro no tenía espacio para tanto, pero siento que allí hay cuestionamientos que pudieron ser aprovechados. Me gusta mucho, sobre todo, cuando se habla de los credos y qué es capaz de hacer la gente para preservar sus reliquias y evitar el saqueo y el despojo. ¿Los instrumentos sagrados de los templos tienen un precio o pueden venderse, sólo para evitar su destrucción y su despojo? ¿Qué significa entregar lo que crees sagrado? ¿Qué significa protegerlo? Todas las preguntas andan allí en el libro y aplican no sólo a la historia del sur de asia, sino a muchas comunidades y poblaciones (por eso me interesaba tanto que se abordara un poco también en ese sentido, allí estaba todo, pero bueno, quizá no cupo y no voy a andar quejándome de un libro por lo que no tiene, sino poniendoel dedo en lo que sí).

Ilustracion de Victor Tan
Arte de Victor Tan

Por otro lado, me encanta que se use el wuxia para cuestionar justamente algunos de estos despojos, las conveciones narrativas de esa parte del mundo. Me parece simbólico y muy interesante (también me hace cuestionarme: ¿por qué hay lectores que se cierran ante estas propuestas cuando no se las explican masticado?, ¿por qué no nos esforzamos en comprender otros géneros y narrativas si no son lo que esperamos, a lo que la hegemonía editorial, gringa sobre todo, nos tiene acostumbrados? Tantas veces he visto que les cuesta abrirse a narrativas latinoamericanas (a mismas personas que nacieron en latinoamerica), que me pregunto qué ocurre con las narrativas asiáticas, árabes, africanas, a quienes he visto más de una vez ser criticadas por no parecerse a lo que los gringos nos hicieron creer que es un estándar. Por eso me gusta lo que está intentando hacer Zen Cho (aunque sospecho que igual pasó por un proceso de edición en donde se intentó hacer "sencillo de entender" todo este asunto). 

En fin, ahora vamos al otro tema del libro y al que yo creo que es centran en este análisis.

Las identidades trans dentro de la fantasía

Esto pone a llorar a los señoros que lloran porque de repente hay negros en mundos fantásticos o hay mujeres haciendo cosas (y no nomás siendo las damiselas en peligro). O porque resulta que hay gays o lesbianas, que dicen que nos queremos meter en todos lados. Me resulta alucinante todo eso porque hay muchos señoros como ellos escribiendo de hombres musculosos en fantasía, con las convenciones que a ellos les gustan. Realmente quienes escribimos de otras identidades y otras disidencias en la fantasía seguimos siendo muy pocos (y quienes nos tachan de querer adueñarnos del mundo tienen miedo de descubrir que, por una vez, no son la mayoría). Aún estamos experimentando con las posibilidades y con el lenguaje, con los mundos que queremos construir, con qué queremos en ellos y qué deseamos cambiar. 

Ilustración por JACK Ca
Arte de JACK Ca

Uno de los personajes principales de The Order of the Pure Moon Reflected in Water es un hombre trans. Así lo explicamos nosotros, al menos, en esta veta de la realidad. Se explica que en ese mundo siguen estando fuera de la norma, pero es más común, más aceptado. Que la Diosa sólo acepta mujeres en sus templos, pero deja que cada quien decida sí se considera suficientemente mujer como para entrar a ellos. Que otras órdenes, para hombres, también tienen las mismas políticas. Seguimos, pues, ante un mundo en su mayoría binario, pero en el cual se atisban otras posibilidades y se reconoce el experimentar con la identidad, el reconocer que es un viaje en algunos casos y que cada quien sigue un proceso distinto. El protagonista fue parte de una orden de monjas. Y después ya no. Y no importa. Puede pasar y ese mundo lo acepta. Da esa posibilidad. Tet Sang no quiere que sus compañeros sepan que fue una monja y teme no ser lo suficiente como para gustarle a alguno de ellos. Le conflictuan aun cosas sobre su identidad y sobre como lo ven los demás (aun desea salvar las reliquias de la diosa, pero ya no es justo que lo llamen hermana, porque no es una mujer), pero el mundo en el que vive es mucho más amable con sus dudas y tribulaciones que este en el que estamos parados. 

Ahora viene una de las cosas que más me interesan de este libro: ¿qué ocurre cuando al explicar las identidades trans estamos en un mundo cuyas explicaciones son diferentes y el lenguaje es diferente y el estigma no existe igual y no hay una diferenciación tan marcada? ¿Existirían las mismas palabras, las mismas expresiones? ¿Cómo nos adaptamos a esos lugares imaginarios donde el odio no se refleja de la misma manera que en nuestro mundo, hilando lugares donde justamente eso sea posible? ¿Qué cambios ocurren al nivel del lenguaje? No creo que fuera el propósito de Zen Cho marcarse una tesis al respecto o quizá experimentarlo tan a fondo (esta es una novela corta y por eso la trama va volando y a veces hasta da tumbos consigo misma) pero resultó mi ejemplo perfecto para hablar del tema: es lógico que en nuestros mundos imaginarios nos atrevamos incluso a cambiar el lenguaje con el que nos referimos al mundo, a la identidad, al explicarnos nosotros mismos.

Fanart de Tet Sang
Tet Sang, por exMakina.

No creo que haya una respuesta correcta aquí sobre cómo debamos hacer las cosas respecto al lenguaje. No me gusta la idea de que exista un instructivo de "cómo escribir personajes trans en fantasía" porque, bueno, las personas trans no son un monolito. Creo que más bien debemos dar cabida a estas narrativas, que empiezan a verse de las manos de autoras como Zen Cho, aunque siga sin ser suficiente: si les pido que me cuenten cuántxs escritorxs trans en fantasía conocen, quizá tengamos un problema. Cada vez son más, pero no reciben las mismas oportunidades que otros. Quizá muchos aborden el tema de maneras distintas, quizá otros no deseen abordarlo (lo que mencionaba en Leer la diversidad: se confina a ciertxs autorxs a temas únicos que tienen que ver con quiénes son y nada más), quizá comprendamos algunas visiones y otras nos cuesten más. Lo que más me interesa de todo este tema es pensar que también el lenguaje (con el cual jugamos en la literatura) nos puede dar otras pautas y otras posibilidades para hablar de las identidades trans. Otros mundos. Pensar en aquello que deseamos construir en nuestras realidades.

Conclusiones

Leer este libro me hizo reflexionar mucho. Me hizo reír porque la monja, Guet Imm, es un personaje graciosísimo. Me hizo pensar en la guerra, en lo que nos dejan el colonialismo. Me hizo pensar en cómo escribimos de las identidades de trans y todas las posibilidades que tenemos para hacerlo, especialmente en la ficción imaginativa como lo es la fantasía. No es de mis libros favoritos porque creo que le hizo falta espacio para poder desarrollarse (su trama de hecho ya está bastante limitada en cuanto a temas, va muy al punto, dado que es una novela corta y lamento que no haya tenido unas pocas de páginas más) y que quizá pudo haber abordado más las reflexiones que ya tiene (no le voy a pedir las que no tiene) con un poco más de espacio.

Aún así, es un buen libro, me gusta como está escrito y algunas cosas que plantea y por eso les recomiendo conocerlo. Los personajes principales, Guet Imm y Tet Sang brillan bastante y podemos apreciar que a pesar de ambos haber sido devotos de la Diosa tienen visiones diferentes sobre la vida y el existir en el mundo. Eso me gusta mucho: a pesar de lo corto, los personajes están bastante bien perfilados. Sentí que con más páginas hubieran sido todavía más humanos. Sigo muy interesada en lo que Zen Cho tenga para decirme de su mundo y sus visiones, así que seguiremos informando. (Y lean La novia de terracota).   

Fotografía de Zen Cho
Zen Cho

Me gustaría que libros como este fueran traducidos, porque si el contenido sobre identidades trans es poco en inglés, en español hay que buscarlo abajo de las piedras (apoyen a quien lo escriba en español). Quiero que escritores trans tengan también la oportunidad de punlicar fantasía (si eso desean) y escribir sobre sus visiones de la realidad y de lo que quieran. Quiero que haya más libros que exploren el wuxia (incluso en español). Quiero seguir leyendo a Zen Cho. Me pregunto que podrá hacer de tener suficientes páginas para construir sus mundos (y desearía que también lo hubiera tenido en este libro).

domingo, 16 de enero de 2022

Oscars Literarios (XI)

Llevamos once años de la tradición de llamar Oscars Literarios a mis mejores lecturas de cada año (total y completamente arbitrarias) y este es el primer año desde hace siete que se presentan sin Razzies que los acompañen. No hay peores lecturas. No es por qué de repente me haya entrado la tacha de que qué gacho es hacer peores lecturas (a veces uno lee cosas nefastas y quiere hablar de ellas, es normal) sino que no más tengo dos, una de las cuales es un manga que no terminé (leí sólo un tomo) y otra es un cuento de NK Jemisin que voy a recuperar en un ensayo a lo largo de estos primeros meses del año. No hay Razzies porque fue un año sin tantas decepciones. Curioso, pero me alegra mucho. En cambio, hay 18 mejores lecturas (de las cuales ya conocen algunas de narrativa gráfica) que acomodé en categorías total y completamente arbitrarias hechas por mí para todos ustedes (en parte porque es divertido, en parte porque así es más fácil ponerlas a todas al mismo nivel). Algunas son tradición, otras aparecen y desaparecen según las lecturas y según las tendencias de lectura que haya seguido en el año.

Sobra decir que las elecciones son siempre personales a mis gustos y nada objetivas (qué es la objetividad cuando hablamos de lo que nos gusta). Por supuesto, son cosas que recomiendo en general, pero si quieren recomendaciones más personalizadas y estas son demasiado generales pues siempre pueden checar mis reseñas. Aquí están las lecturas de todo un año, las que me hicieron gritar más, las que más disfruté, las que más pensé. Hay demasiadas cosas a considerar. Este año son dieciocho, mayoría asiática y mayoría de fantasía. Acá vamos.

Mejor trama

Se lo lleva Tian Guan Ci Fu de Mo Xiang Tong Xiu. Lo leí en traducción fan aunque este año salió la traducción oficial en inglés (lo eí en inglés y la traducción fan era bastante buena, en español se nota que es amateur y no se le puede pedir lo mismo que a una profesional, pero allí está). Es una historia de fantasía xianxia, muy larga que es también danmei (un romance BL) entre los protagonistas: Xie Lian y Hua Cheng. A lo largo de muchísimas páginas podemos aventurarnos en la vida de Xie Lian y sus aventuras. Mis razones para nombrarlo en mejor trama son justamente que gran parte de la historia está estructurada como una novela de aventuras y eso me gustó mucho.

Mejor escritora 

Va para Xia Jia, que este año me dejó sin palabras con tres cuentos publicados en Planetas Invisibles, antología compilada por Ken Liu. Cuando leí sus cuentos (Cientos de fantasmas desfilan esta noche, El verano de Tongtong y El paseo nocturno del dragón equino) me quedé maravillada con su manera de expresarse y de escribir y de aproximarse a la ciencia ficción. Me pareció tan sensible y tan humana y sobre todo tenía miradas muy interesantes hacía la vejez (no solo desde el cuento de El verano de Tongtong, sino también con el dragón equino) y planteos muy interesantes sobre la vida. Ay, no sé, me encantó. La disfruté muchísimo. Me la pasé gritando de amor sobre Xia Jia todo el tiempo que estuve leyendo la antología.

Mejor protagonista femenina

Es para Igraine de Noche en Tintagel de Verónica Pazos. Lo que más disfruté del libro fue ver a una Igraine tan lista, tan inteligente, tan enamorada, tan fuerte y tan vulnerable. Lo artúrico me obsesiona de muchas maneras, pero Verónica Pazos me dio todo lo que no sabía que quería o necesitaba. Puso todos los matices sobre la mesa y puso a Igraine al centro. Tanto sus sospechas cuando Uther posee el rostro de Gorlois como su travesía por el otro lado me resultan arcos muy interesantes y sé que el libro no sería lo mismo sin esta versión de ella.

Mejor protagonista masculino

Harún de Harún y el Mar de las Historias de Salman Rushdie. Se lo doy porque Harún me dio tremenda ternura mientras leía el libro. Sus aventuras, sus pensamientos, su esperanza, todo. Elegí hablar de las historias de Salman Rushdie el día del libro en 2021 y fue una elección muy acertada. Ahora quiero resaltar especialmente a Harún que mueve a gran parte de las historias de este libro y se aboca a salvarlas. Es maravilloso.

Mejor manga

A nadie le extraña, porque ahí está el top de narrativa gráfica. Se trata de Tokyo Revengers de Ken Wakui, una de las mejores historias que he leído en años. Hanagaki Takemichi ve en TV que ha muerto su antigua novia de secundaria junto a su hermano, víctimas de una organización criminal que solía ser una pandilla de secundaria. El prota es un loser de la vida y más tarde ese día cae a las vías del tren, pero en vez de morir, vuelve años en el pasado, a la secundaria. Allí acaba por descubrir que tiene el poder de cambiar el pasado, que los altos mandos de la Tokyo Manji Gang no son lo que pensaba y va en una carrera contra el tiempo para descubrir qué fue lo que llevó a la Toman por el camino malo. Me fascina cómo esta historia cuenta algo super violento lleno de sensibilidad, porque hay cierta narrativa latinoamericana que me dejó harta de la violencia por el shock y pues este manga tiene una aproximación mucho más sensible hacia personajes que viven en contextos marginales.

Mejor cómic


A punto estuvo e no haber porque prácticamente no leí cómic occidental y tradicional este año, pero me topé con Through the woods de Emily Carroll que me fascinó. Es una pequeña antología con varios relatos spookys que me fascinaron mucho. El estilo de ilustración me gustó bastante y me metió mucho en la historia. Ya les platiqué un poquito en el top, pero las dos primeras historias fueron mis favoritas y adoré la conjunción entre imagen y texto que hizo Emily Carroll para contar cuentos de miedo. Muy recomendados si el mood spooky es lo suyo.

Mejor webcómic

De este también ya podían intuirlo por el top anterior, pero es Countdown to Countdown de Xiao Tong, una historia de fantasía/ciencia ficción (como híbrido me parece muy interesante de analizar) con un arte precioso que amo y adoro con todo mi corazón. Llegué a leerlo sin expectativa alguna, salvo que a mi esposa le gustaba y confío en su gusto y me encontré una cosa preciosa y desgarradora. Quiero mucho a Iris Black y deseo abrazarlo. Me gusta mucho como protagonista, además de todo.

Mejor manhua/manhwa

Tian Guan Ci Fu, adaptación de Mo Xiang Tong Xiu, con arte de Starember. A ver, es por el arte. Lo sé yo, lo sabe mi vecino y lo sabemos todo. El modo en en que está la historia le da una cadencia interesante a la historia que en texto es tan diferente (y ademas pues, al ser un medio diferente, le aporta otras cosas distintas). Disfruté muchísimo leerlo y me acompañó en momentos donde su arte fue como un abrazo para mí (así que sí, obviamente eso también influye). No sé si se los recomiendo sin conocer antes la historia de la novela, pero puede ser un buen acompañante o primera aproximación a esta obra.

Mejor personaje secundario masculino

Callum de The Atlas Six de Olivie Blake. Híjoles, estuve entre él y Tristan, del mismo libro. Pero Tristan es más protagónico y Callum, por la necesidades de la trama de su libro, se desdibuja un poco más al fondo, alzándose como un ente misterioso que no acabas de entender ni siquiera cuando se explica a sí mismo. Creo que mueve muchas cosas en el libro y en la trama sin que uno se dé cuenta y es justamente la personificación de la frase knowledge is carnage que acompaña al libro (todos lo son un poco, pero Callum especialmente). Muero por leer la versión de Tor de este libro y ver a Callum en sus facetas más vulnerables en la ficción de Olivie, porque aquí se atisba muy claro y necesito más de esa complejidad de personajes.

Mejor personaje secundario femenino

Bueno, pues es Mami de Ao No Flag de Kaito. Creo que todos los personajes secundarios están muy bien formados, con sus complejidades y sus problemas (me caigan peor o mejor), pero las reflexiones de Mami son tan honestas que se llevan el premio. Sus reflexiones ahogan la página cuando las hace, sus sentimientos están siempre allí y es un personaje terriblemente complejo y muy adolescente. No es una adolescente que caiga bien, necesariamente (y sospecho que hay hombres que tienden a odiarla), pero me gusta que sea un personaje que se da oportunidades de cambiar, adaptarse y que es sincera ante todo.

Mejor libro infantil o juvenil

Aquí elegimos el libro desgarrador del año (y fui a ver el rango de edad que dicen que tiene para asegurarme): La canción de Aquiles de Madeline Miller. Leerlo fue algo maravilloso en todo sentido. Me encantó como Miller tomó el subtexto sobre el que hemos especulado por años (qué tipo de relación tendrían Aquiles y Patroclo más allá de lo que se alcaza a ver en La Iliada) y lo llevó al texto, lo volvió explícito y luego escribió un libro para recrearse con nuestras lágrimas (seguro las disfruta). Escribí una reseña bastante detallada del libro porque me dejó en un estado charco de lágrimas pero a la vez maravillada de lo buen libro que es.

Mejor libro de no ficción

Qué es uno de mis tops de mejores lecturas sin esta escritora en particular. Ahora casi siempre aparece, desde que decidí ir leyendo toda su obra poco a poco. Para esta categoría elegí El idioma de la noche de Ursula K. LeGuin, un libro de ensayos sobre ciencia ficción y fantasía que me gustó mucho. Me encantaría discutirlo en una reseña en el futuro cercano (si vieran mi lista de atraso con las reseñas quedarían anonadados). Ursula me parece una mujer brillante para plantear muchas cuestiones respecto a la literatura imginativa y a su escritura, qué significa escribir fantasía y ciencia ficción y ser mujer en esos géneros. Estuvo muy padre leerlo.

Mejor antología de cuentos

 

Creo que aquí no tuve duda alguna y fue de los primeros que elegí para este top: El ángel de Nicolás de Verónica Murguía. Me fascina la pluma de Verónica Murguía y este libro fue un poco diferente a lo que estoy acostumbrada a leer de ella, pero de todos me gustó muchísimo. En los cuentos de este libro Verónica recupera historias relacionadas a mitos bíblicos o a la religión y nos ofrece nuevas perspectivas respecto a ellas. Quisiera tener su cerebro, la verdad, cuando sea grande quiero ser como Verónica Murguía. Los cuentos están espectaculares y mi favorito es en el que la protagonista y narradora es la mujer de Lot (verdaderamente nunca superé Sodoma y Gomorra).

Mejor libro de fantasía

Este año releí La historia interminable de Michael Ende y creo que es una gran historia. Volver a meterme entre sus páginas, con Bastian Baltasar Bux y Atreyu, me recordó mucho a mi infancia y también me hizo ver muchas más cosas sobre cómo nos aproximamos a la fantasía, por qué nos puede ayudar a pensar en otras posibilidades para el mundo, cómo nos podemos perder en ella y por qué es tan difícil y necesario el camino de vuelta hacia la realidad. Descubrí muchísimas cosas releyendo y se consolidó de nuevo como uno de mis libros favoritos (y, claro que sí, en estos tops abrazamos las relecturas con mucho amor). Michael Ende de verdad creó una obra de arte cuando escribió este libro y le estaré por siempre agradecida por ello.

Mejor libro de ciencia ficción

Esta categoría también alberga una relectura de uno de mis libros favoritos. Se trata de Frecuencia Júpiter de Martha Riva Palacio Obón. No lo recordaba tan claramente, así que releerlo me recordó por qué lo había usado para un ensayo, por qué recordaba con tanto cariño lector los simulacros del fin del mundo y la historia de Emilia, la protagonista. Reencontrarse con lecturas siempre es agradable porque les veo nuevas cosas (casi siempre), reafirmo muchas de mis opiniones y creo otras nuevas. Como lectores siempre estamos cambiando y para mí, Frecuencia Júpiter siempre será parte de mis inflexiones lectoras.

Mejor fanfic terminado

Vengo a estrenar esta categoría porque creo que llevo unos dos años con la tacha fanfickera explotando y defendiendo que es una forma de hacer literatura también. Así que decidí hacer el asunto aún más visible y considerarlos dentro de los Oscars Literarios (definitivamente es una categoría que llega para quedarse). Se trata de From The Sidelines de suffocatingspring, el fanfic definitivo del cliché del jock y el nerd. Se trata de un fanfic de My Hero Academia (de Bakugo y Deku, porque una tiene gustos) donde se ven obligados a hacer un proyecto juntos, se cuestiona la amistad, qué es ser un buen amigo, qué significa el amor, cómo lo vivimos, cómo lo sufrimos y cómo nuestros contextos nos afectan de maneras en las que ni siquiera nos damos cuenta. ¿Si nos dicen que somos incapaces de amar, cuánto tiempo pasará hasta que nos lo creamos? Una obra de arte este fanfic.

Mejor libro de romance

Es hora de reivindicar que yo amo leer romance, pero odio todo lo mainstream que se publica en el género y básicamente casi cualquier clase de romance heterosexual (salvo excepciones). Pasé mucho tiempo renegando del género y es porque, newsflash: había estado leyendo cosas que yo considero absoluta basura. Pero este año leí Golden Stage de Cang Wu Bin Bai, una novela histórica danmei de romance y me maravillé. El emperador decide que va a pasar a un marques con un general (por motivos políticos) sin saber que ya se conocen y que enamorarse no les cuesta absolutamente nada de trabajo. Me encantó la historia, la disfuté mucho y yo por siempre enamorada del romance entre Fu Shen y Yan Xiaohan.

Mejor cuento

A pesar de que hubo muchísimos que me gustaron y casi hice trampa y pongo dos, al final me decidí por La tumba de las luciérnagas de Cheng Jingbo. Estpa publicado en la antología Planetas invisibles compilada por Ken Liu y es de mis cosas favoritas de la vida. Creo que es una hibridación perfecta entre la estética de la fantasía y la ciencia ficción. Es como un cuento de hadas en el espacio y uff, eso me encanta. Lo disfruté muchísimo. Además quien tradujo lo hizo con mucho amor y me gustó mucho sentir que se había preservado la poética incluso en español (el trabajo de traducción es complicado y lo admiro mucho). También planeo que esta nueva categoría se quede por aquí muchos años más, que reconozcamos más al cuento como formato legítimo (porque, insisto, creo que las lecturas son mucho más que el libro-objeto).

Mejor libro

Aquí elegí una lectura que hice en tiempo record (no tenía por qué hacerla completa, pero varios extractos eran la tarea de un taller que tomé y el libro no era muy largo, así que lo leí en menos de una semanita) y que me gustó mucho. Se trata de La hija del rey del País de los Elfos de Lord Dunsany y en mis reseñas hice todo un análisis de la lectura y lo que me había maravillado de esta. Centré el análisis en las mujeres que aparecen en la historia y en la búsqueda del País de los Elfos porque creo que son temas que me llaman mucho, pero podría estar todo el día hablando de lo perfecto que me pareció este libro.

Y así terminados, otro año de lecturas condensado en unas cuantas. No sé qué me depare el 2022 pero sí he reflexionado sobre qué lectora soy y qué lectora aspiro a ser. Quiero seguir siendo crítica, analítica, compartir lo que disfruto de la lectura, abrirme a otros géneros y formatos, disfrutar del acto de leer, hacerlo por placer, compartirlo. Esta es una pequeña parte. ¿Cuáles fueron sus mejores lecturas de 2022? ¿Qué me recomiendan? ¿De aquí se llevan alguna recomendación?

miércoles, 12 de enero de 2022

Leer la diversidad

Leer no te hace una mejor persona. Sobre esa frase he basado todo mi trabajo como mediadora de lectura, coordinadora de círculos de lectura y bloggera. La frase «tienes que leer esto o aquello» no suele decirme nada cuando la usan para recomendarme libros, especialmente cuando van sobre la consigna de que me harán ser alguien mejor. Lo cierto es que no creo que tenga que leer algo o lo otro. Mi compromiso polícito con leer mujeres (y, además, con entender que las mujeres escritoras no somos un monolito y que en la diversidad de lecturas se encuentran grandes cosas) es algo que hago por la convicción de querer asomarme a otras visiones del mundo, por ejemplo. Se dice que las mujeres son la mitad del mundo y a veces se intenta englobar toda su diversidad en una etiqueta llamada Literatura femenina (usada a veces para dar a entender que estamos por debajo de la Literatura Seria, El Canon) o Literatura de mujeres (que se usa para lo mismo); a veces son etiquetas de marketing que usan editoriales desesperadas por vender a cierto público (incluso proyectos tras los cuales se esconden tres hombres y no una mujer deseosa de mantener el anonimato, como Carmen Mola). Qué es la diversidad de los autorxs (hombres, mujeres, personas en el espectro no binario), qué buscamos cuando decimos que deseamos tener lecturas diversas, qué pensamos. Por qué la diversidad.

Contener la diversidad en una lista de libros o lecturas es imposible, al contrario de las personas que creen que al leer a una mujer han leído La Experiencia Femenina Universal. O que leen a cualquier autorx del colectivo LGBT+ creen que se encontraron con lo que piensa La Comunidad LGBT+ en mayúsculas, como si solo una persona la conformara y no fuera un cúmulo muy distinto de opiniones y experiencias atravesadas por un montón de contextos diferentes. Luego una (yo) tiene que leer que hay editoriales que buscan obras de temática asiática, como si Asia fuera una temática o un género y no un continente lleno de culturas y países diferentes (temática asiática: no se sabe si hablamos de Corea, China o Japón, por ejemplo, o si acaso se acordaron del sur de Asia, Malasia, Bangladesh, Indonesia, Myanmar; si por una vez voltearon a ver a India, a Pakistan, Afganistan o los países del Medio Oriente) y pienso que yo, cuando escribí recuperando mitos, historias y partes de distintas culturas de Asia me molesté en dejar comentarios con mis fuentes de inspiración justamente para irse desprendiendo de la idea de que los continentes son temáticas (¿por qué se busca historia única de África, cuando hay muchos países que no se parecen?, ¿por qué se cree que todas las visiones de la literatura latinoamericana tienen que parecerse cuando, aun cuando compartamos experiencias y elementos culturales, no es lo mismo México que El Salvador que Argentina que Paraguay, etcétera?). 

Siempre veo una diferencia entre quien dice «hay que leer a más autorxs latinoamericanxs» esperando encontrar una sóla visión sobre lo que es latinoamerica y sólo busca confirmarla (confirmation bias, dirían en inglés) o a quien dice «hay que leer a más autorxs latinoamericanxs» porque mientras más se lee más se comprende que pretender entender el mundo entero desde una única voz y perspectiva es limitante y desea conocer y acercarse a otras perspectivas. Aplíquese a cualquier cualidad o circunstancia de los autores que deseemos meter a una categoría de lectura.

Hay algo que quizá sólo es problema mío, personal, único. Me molesta presumir de leer más diverso como algo perfomativo. Un tipo de discurso muy específico que suena a «miren, yo sí leo diverso, miren cuantos libros diversos, cuantos autorxs». Me pregunto si acaso hay quien pretende cambiar el mundo coleccionando pines de la diversidad (específicamente quienes no la discuten ni la comparten, quienes sólo se paran en un banco de superioridad y desde allí dictan cátedra, cuando es tan diferente la discusión horizontal que se da en círculos de lectura, grupos de amigxs, incluso a veces las redes sociales con sus lecturas conjuntas), ¡cuándo hay tanta que es invisible a nuestros ojos! Hay un ejemplo mediático que siempre recuerdo cuado hablo de esto; como la mayoría de los ejemplos mediáticos es gringo y está en otras latitudes (lo cual es en sí un poco limitante), pero, por un momento, voy a hacer uso de él: Becky Albertalli se sintió obligada a salir del clóset tras el constante «qué hace una mujer hetero escribiendo de hombres gays»; resultó que no era hetero y la gente sólo asumió porque ser hetero es lo normal, lo hegemónico (en ejemplos alejados de la literatura siempre recuerdo el ver cómo trataban de sacar del clóset a artistas viviendo en lugares del Medio Oriente, hacer pública la identidad para justificar arte que nunca necesitó justificación). He visto cómo les preguntan a escritorxs de BL si son parte de la comunidad (algo totalmente intrusivo cuando muchxs son parte de la comunidad fanfiction y son privadxs sobre su identidad por principio, porque el internet y el mundo son lugares peligrosos) para decidir si está bien qué escriban lo que escriben. Ante el desconocimiento, se asume. Y al asumir, se borra la posibilidad de lo diverso.

«Todas las mujeres que escriben BL son mujeres hetero y cis» ignora que muchas mujeres también son parte de la comunidad LGBT+ y que el contenido BL (boyslove, si no están en el fandom) no es el culmen ni el único contenido LGBT+ que existe. Cuestionar qué leermos y por qué es necesario para acercarnos a otras visiones, pero cuando el cuestionamiento deja de ser tal y se convierte en un deber, en una lista que llenar sin reflexión alguna porque eso es lo correcto. No existe un cuestionamiento de cuántas mujeres (por ejemplo) leemos sin saber que son parte de la comunidad LGBT+ (en este caso particular); sí, quizá no estarán en listas de autoras LGBT+, una de las desventajas del desconocimiento, pero para qué seguimos perpetuando la idea de creer que si no se sale explícitamente de la norma estamos ante «lo normal» y «lo normal» es aún lo hegemónico y en el caso de la sexualidad es lo hetero (y ustedes llenen el resto: todas esas pequeñas cosas que nos pueden indicar diversidad y pueden también ser invisibles —puesto que no se puede con todo lo que consideramos no hegemónico, disidente o fuera de la norma y eso es también importante— y elegimos mantener en privado por seguridad o cualquier otra razón). 

Se dice mucho «hay que leer diverso», pero no en todos los círculos se cuestiona por qué. Mientras que hay muchos espacios donde se tienen grandes conversaciones en torno a qué se lee, por qué, para qué, qué nos deja, qué relaciones creamos con los libros y cómo estos nos dan perspectivas de todos los parajes del mundo, hay otros donde el mantra parece ser sólo eso, un mantra que se repite sin cuestionamiento. Se coleccionan lecturas sin reflexión, se repite lo que dice tal o cual autorx pero nunca se hace algo más. La lectura es una gran conversación que cortamos cuando la convertimos en mandato. La cortan también quienes intentan imprimir una visión única: sobre lo qué es la literatura (la seria, el canon, lleno de hombres blancos cuyas visiones, aunque diferentes entre sí, nunca se complementan de otras), sobre a quién hay que leer para leer diverso, especialmente esas listas que agarran a una única obra token para representar a toda una comunidad: la Literatura Africana contenida en una única voz, por ejemplo (o Literatura Asiática o Literatura Latinoamericana, con mayúsculas, usadas como categorías de marketing por parte de las editoriales); unx solx representante de la Literatura LGBT+, una sola representante de la mal llamada Literatura Femenina (en categoría aparte, no vayan a dejar que entren todas en el canon). Hay que leer diverso, dicen estas voces, pero se encasilla a estxs autorxs en una sola categoría. Leer a mujeres LGBT+ porque son LGBT+ nada más para llenar el cuadrito de un bingo imaginario, no porque son LGBT+ y además nos interesan sus palabras; leer a escritoras sáficas esperando (y exigiendo) que hablen sobre su experiencia como mujeres sáficas (nunca olvidaré una crítica a Julie Maroh de alguien que, tras leer El azul es un color cálido, leyó Skandalon y el punto sobre el que sostenía su crítica era que Skandalon no trataba de mujeres sáficas y era malo por ello, porque ese era el tema de Julie Maroh y nada más). Escuchar y leer a la diversidad también es reconocer que todxs lxs autorxs tienen derecho a hablar de lo que se nos da la gana (y una crítica pobre es aquella que no ve al texto como es, sino que se cree con derecho a mandar cómo tiene qué ser).

Leer autores mexicanos esperando que hablen de México (un México imaginario, tal y como se cree que es México, sin pensar que en treintaiun estados todo es diferente) y lo usen como decoración. Y aquí estoy yo parada, que escribo desde México, sin mencionarlo nunca, me niego a usarlo de decoración explícita en mis fabulaciones; yo, que creo mundos aparte y no dejo de ser escritora mexicana cuyas letras siguen teniendo impresas mis experiencias como mujer en el edomex sin mencionarlo nunca. No existe Tlalnepantla en mis cuentos o en mis historias, pero si no hubiera vivido y caminado en Tlalneplanta mis historias serían diferentes. Decir: habló de México, pero no habló de la violencia; habló de México, pero no habló del narco; habló de México, ¡pero no había tacos! O decir: ¡es mexicana, qué lastima que no hable de México!, como si una (yo) se pudiera extirpar la parte de la identidad que le dio haber nacido en este Estado-Nación. Aplíquese a cualquier otro país o región del mundo (habló de China, ¡pero no de lo que yo creo que es China!). Leer diverso, pero exigirle a «la diversidad» (entre comillas, adrede, desde el título, porque pareciera que en ciertos lugares se puede ser solo eso: el token y nada más) una visión con la que uno concuerde o lo que espera de ella. «¡Es unx autorx árabe, seguro hablará de La (única) Experiencia Árabe!» (úsese con multitud de ejemplos).

Qué es La Diversidad, en mayúsculas, el concepto, en qué pensamos cuando decimos «lecturas diversas». Puse Leer la diversidad porque me incomoda que parezca(mos) únicamente una cuota que cumplir, un medio para llegar a ser mejor persona. Mientras más leo más visiones menos entiendo el mundo, pero más comprendo que al fin y al cabo somos personas. Y eso puede sonar reduccionista, pero aspiro a un mundo en el que (yo) no sea El Otro. Aquello que llamamos diversidad no es un monolito y está compuesto de una multitud de voces que no pueden ser reducidas a una sola parte de su identidad y de sus circusntancias (no escribimos atravedxs nada más por una cuestión, sino por todas: a mi escritura la atraviesan mis visiones políticas, mi nacionalidad y lugar en el mundo, mi generación, todo lo que no digo). Catalogar la diversidad como si estuvieramos en taxidermia está condenado al fracaso.


Si yo hago una lista, por ejemplo: leer autoras, autorxs racializadxs, autorxs de pueblos originarios, autorxs LGBT+, autorxs africanxs, autorxs asiáticos, autorxs neurodivergentes, autorxs discapacitadxs, se escapará algo. Y no voya decir que no es buena idea crear estas categorías para poner al frente a quienes no lo han estado en mucho tiempo (tengo listas de recomendaciones dedicadas a ello), pero englobar lo que se cree que es La Diversidad en categorías rígidas siempre terminará por ser limitante. Nos ayudamos por ellas, no podemos pretender que hagan todo el trabajo.  

Leer la diversidad, dije en el título, pero como escritora me incomoda. No tengo problema con ser El Otro en algunos contextos (y aceptar el costo político que esto conlleva), pero sí con ser encasillada allí. Hablemos, por un momento, de mi condición de mujer. Imaginemos que sólo piensan en mi cuando les dicen «una autora» pero nunca piensan en mi cuando se habla de escritorxs de fantasía (allí piensan a puros hombres, al canon de la fantasía), tampoco se les ocurre mi nombre cuando se dice ensayistas (supongamos que llenan de hombres esa lista, otra vez). Quedo yo como La Autora. Y soy sólo eso. Nada más. El token. No importa que sea ensayista y que escriba fantasía. Con cualquier ejemplo, en cualquier circunstancia: podemos ajustarlo a las condiciones que se quieran. Cuántas escritoras trans son sólo mencionadas en listas de autoras trans pero nunca en ciencia ficción o en fantasía (cuando sabemos que las hay); lo mismo para las escritoras negras (cuyos textos, además, suelen estar sujetos a lecturas muy particulares llenos de temas únicos: recuerdo a Octavia Butler y un cuento, diciendo en su epílogo «me han preguntado si esta es una historia sobre la esclavitud, pero no, es mi historia de hombres embarazados»; disculpen ustedes el parafraseo). Se dice diversidad y hay quien tiene solo una visión de ella (¿y qué diversidad es esa?).

Todos los ejemplos mencionados aquí se quedaron cortos. Nunca habrá tiempo suficiente para enfrentarse a todas las visiones. Pero no hay problema, porque el mundo no es una competencia de quién conoce a lxs autorxs más diversxs o quien lxs puede citar más rápido. Podemos sentarnos a platicar con lo que leemos (cuestionar incluso qué consideramos lectura válida, pues hay quien dejan fuera formatos enteros, mucho más horizontales que la publicación tradicional), a platicar con otrxs de lo qué leemos, a escuchar todas las historias que lleguen hasta nosotros. Leer la diversidad no como mandato, sino porque quienes a veces nos toca ser El Otro/La Otra y estamos aquí, en el mundo, existimos parados sobre él y también escribimos dejando el alma entre las palabras.