Sinopsis: Luned no es como las demás muchachas: en sus sueños no hay sitio para pretendientes y familia. Lo que anhela es perseguir a los ciervos, trepar a los árboles y buscar madrigueras. Un día, gracias a un forastero, descubre un oficio misterioso que tal vez le proporcione un hueco en el mundo: contar historias. Será el principio de una peripecia que la llevará por senderos nunca transitados...
Ya me volví a encontrar con Verónica Murguía... *truena los nudillos* ¡No es cierto! Este libro me gustó mucho y voy a llorar por toda la entrada. Quienes sepan de mis desencuentros con Loba los saben y ya; pasa que a veces un libro no te gusta nada y luego lees otro del autor y te gusta mucho. Eso me pasó con El fuego verde, que es la lectura de septiembre en #VolverAHogwarts (club de lectura de fantasía, al que los invito con mucho gusto si les gusta el género).
Quiero abordar la reseña desde distintos puntos, entonces voy a separar la entrada en partes, más que nada para poner orden y no ir saltando de un tema a otro sin ton ni son. La reseña no tiene spoilers, pero beware por exceso de referencias a cosas de la tradición fantástica y exceso de sentimientos de Nea.
Sobre contar historias y el poder del lenguaje
La guerra, y eso no podía explicarlo, era una en los poemas y otra en la vida real. No es que ella hubiera visto una guerra. Pero Efra había visto dos batallas, y no había nada poético en lo que vio; decía que todo fue confusión, dolor y muerte. Recordaba los gritos, el olor de la sangre, de os orines y el excremento de heridos y muertos.
Siempre he escrito historias con elementos fantásticos. Tengo experimentos en otros géneros, como la ciencia ficción (aunque siempre acaba muy híbrida y no al gusto de los intelectuales de la ciencia ficción), el realismo (no me vuelvan a dejar escribir realismo, porque no es lo mío), pero siempre acabo volviendo, de muchas maneras a la fantasía. A finales de año pasado empecé a escribir otra vez fantasía de esa que queda en la etiquetita de fantasía épica después de años de no acercarme porque había acabado muy aturdida de cómo hacer bien los mapas y dónde van los ríos y cómo hacer que tu sistema político esto y lo otro y lo de más allá.
Arte conceptual de Hwanggyu Kim |
Léase, estaba muy trabada. No negaré que Marx influyó en mi manera de escribir sistemas políticos, pero estos jamás han sido el centro de mi fantasía, por ejemplo. Lo mágico, imaginativo y lo imposible dentro del realismo sí. Por unas o por otras, este también ha sido un año donde he leído muchísima ficción especulativa y, dentro de ella, bastante fantasía. Y yo no concibo escribir sin leer (se me ocurre imposible sentarse a escribir sin haber leído, pero luego hay quien lo hace y pues... ok, los juzgaré desde la distancia), así que entre tanta lectura empecé a descubrir hacia donde quería ir con esto de la escritura.
El fuego verde tiene como protagonistas a dos cuenteros. O un cuentero y su aprendiz, si quieren ponerse estrictos. Gran parte del libro versa alrededor del arte de contar historias, del amor por las historias y la manera en que las palabras las transforman, hacen posible que la gente se las imagine de alguna u otra manera. La prosa de Verónica Murguía está repleta de amor por las historias y un profundo reconocimiento a algunas de las historias más reconocidas del lore fantástico. Siendo Broncelandia el escenario de parte del libro, es lógico que se hable de Merlín y del ciclo Artúrico, por ejemplo; en el libro también hay múltiples referencias al Beowulf (que me dejó con ganas de leerlo, porque yo en esos lados del mundo siempre he ido más tras el ciclo artúrico y, yéndonos al sur de Europa, la mitología clásica griega y romana y ¡ojalá hubiera tiempo para leerlo todo!). Dejo un poco eso de lado porque ya lo recuperaré más adelante, ahorita quiero centrarme sobre todo en el amor a las historias y a los libros.
El chiste es que quiero hablar un poco de el amor a la tradición oral que se respira en este libro (y al preservar las historias también). Hace poco comentábamos en una transmisión en vivo de Librosb4tipos en como muchas escritoras reconocían, desde su narrativa, el trabajo de la oralidad al momento de contar historias. Ya mencioné que a mí, por ejemplo, Kalpa Imperial de Angélica Gorodischer me había trasladado hasta Las Mil y Una Noches (porque yo personalmente asocio la tradición oral a esa obra porque es de mis favoritas que algún día terminaré de leer). Me pasa algo parecido con algunos pasajes de El fuego verde, que me trasladan inmediatamente ya no sólo a los poemas épicos a los que hacen referencia, sino a todo el montón de historias que han pasado de boca en boca y que alguien decidió que merecían quedar inmortalizadas sobre el papel y así llegaron hasta nosotros.
También, por supuesto, por el inmenso poder que Verónica Murguía le concede a las palabras. A mí lo que más me importa a la hora de leer fantasía es que me dejen con esa sensación de que la imaginación es el único límite que existe (y esta no tiene fronteras, así que...). El lenguaje es sumamente poderoso porque puede cambiar la perspectiva de quien está leyendo. Una historia trágica, sólo con el poder de la palabra, puedo parecerte hermosa.
Los tres estaban de acuerdo en que tal vez esa fuera la magia de las palabras. Cuando el poeta escribía "cisne sangriento" por buitre y "árbol de lobos" por la horca, lo que acudía a sus cabezas era hermoso.
Si hacemos eso los escritores. La muerte puede volverse algo hermoso en nuestras palabras (oíganme nada más decirle a mi esposa que un personaje "tuvo una muerte hermosa", por ejemplo), la guerra puede ser algo poético si lo quieren, no el horror que es en la realidad. Y Luned, Denme y Efra, viven en esos dos mundos: el de las historias y el de las palabras terribles con significados terribles y horrorosos. Hay un pasaje en donde Luned habla de las palabras aprendidas en Corberic en contraste con los poemas y es un pasaje precioso que nos recuerda que escapamos de la realidad a través de los cuentos de hadas no porque estos sean hermosos y color de rosa (asumiré que aquí todos sabemos que no lo son) sino por las imágenes que los escritores y los poetas evocan en nosotros.
Brocelandia y otras referencias a la tradición fantástica
El escenario era el bosque. En el bosque vivió Merlín —y Luned percibió con claridad que en el nombre del mago resonaba el eco del gorgojeo del mirlo— cuando se volvió loco; en el bosque nació Peredur; oculto en el bosque acechaba Grendel, el monstruo. Las hadas y los elfos eran los hijos o padres de los árboles que ella amaba tan apasionadamente.
La fantasía no nació en un termo al vacío. Tolkien no la creó un buen día ni sacó a la Tierra Media de ninguna parte. Todos los escritores de fantasía tienen (tenemos) una tradición inmensa a nuestras espaldas. No sólo la celta ni todas las historias que hicieron que Tolkien imaginara la tierra media, sino todos los mitos, de todas partes del mundo. A mí me cansa lo predominantemente europeo en el género (más que nada porque hay un constante cierre de puertas para quien no se ciñe a unas reglas muy rígidas en el mercado) pero no quiere decir que no me guste. Por ejemplo, si yo les contara del ciclo artúrico... *dos millones de años después*. Creo que eso lo dejó claro.
Concept Art de Marco Gorlei |
El caso es que además de que me gusta leer fantasía inspirada en el imaginario fantástico de América Latina (y aquí es en donde me interrumpo otros dos millones de años para hablar de La saga de los confines de Liliana Bodoc) o de cualquier otra parte que no sea Europa, también me encanta ver honrado el lore fantástico del Ciclo Artúrico, de Bretaña, Francia, los cantares medievales (amor aquí para Isolda y Tristán, por favor), porque la fantasía no nació de la nada ni la inventó Tolkien del vacío, ni ningún otro escritor. Ya lo dije: hay una tradición inmensa a nuestras espaldas.
Hay un libro que se llama Breve historia de la fantasía y tiene una cita referente al ciclo artúrico que yo aplicaría a casi todas las historias que me hicieron desear escribir fantasía una y otra vez, es esta:
Y es que quien sucumbe una vez a la leyenda Artúrica, irremediablemente, sucumbirá mil veces más y no podrá evitar que terminan cayendo en sus manos todas las obras que resuenen con los ecos de la Dama del lago.
The Quarrel of Oberon and Titania, de Sir Joseph Noel Paton |
La cosa es que a través de las páginas del fuego verde veo toda una rendición a esta tradición fantástica hermosa, el amor a los libros y a los poemas de Luned lo siento, porque se parece un poco al mío: no es tanto a los objetos como a las historias mismas (¿he mencionado ya las suficientes veces que el culto al libro como objeto me pone nerviosa?). Aunque Denme me parezca un poco creepy a veces en sus interacciones con Luned (perdón, apreciaciones personales) adoro que ella decida seguirlo para convertirse en cuentera justamente por el amor a las historias y por querer provocar los mismos sentimientos que él le causa cuando cuenta sobre Brocelandia o cuando lee el Beowulf (muchísimas veces referenciado en esta historia). También pueblan el libro y el universo de Murguía personajes como Tristifer o la Fata Titania, Reina de las Hadas.
Luned
Si el bosque de Brocelandia era el palacio, Luned jugaba a ser la reina. Las veredas alfombradas de agujas de pino eran los pasillos que llevaban a la piedra musgosa que hacía las veces de trono; los abedules y los castaños eran las columnas que sostenían el techo, entre cuyas nervaduras aparecían las estrellas. El búho era el heraldo que anunciaba su llegada.
Mi parte favorita del libro es Luned. Es una de las protagonistas que mas me ha enamorado últimamente y adoré cada uno de sus momentos en el libro. Su infancia en el pueblo y el bosque, por ejemplo, es de mis partes favoritas, porque no es un tipo de protagonista que suela tener muy seguido.
Lo comentaba una vez que estaba hablando de Black Butler (Kuroshitsuji) en tuiter y sobre Elizabeth Midford, mencionando que aunque estaban en boga las protagonistas fuertes ¡y a mí me encantan!, hubo un momento en la historia en que solían ser calificadas por su feminidad. Está bien tener esas protagonistas fuertes que se salían de la norma, como Katniss Everdeen (hola, soy Nea Poulain y Los juegos del hambre no me gustan y nunca lo he superado), pero son constantemente castigadas por la feminidad que mostraran y la narrativa pasaba el tiempo recordando que "no eran como las demás chicas" (en realidad ninguna chica es como las demás).
Mencioné en tuiter a Elizabeth de Black Butler porque me maravilla su sensibilidad y me maravilla ese capítulo donde empieza diciendo algo como que "las chicas están hechas de cosas delicadas", haciendo alusión a las convenciones sociales (victorianas) sobre las mujeres y termina, demostrando lo fuerte que es, diciendo "pero esto es de lo que estoy hecha yo". Breve resumen. También recordé un poco una trilogía que más o menos me gusta de Kristin Cashore (Graceling, el primer libro está bien, el segundo, Fuego, es majestuoso y el tercero, Bitterblue, es normal), porque sus protagonistas, tres mujeres, son muy diferentes entre sí; mi favorita es Fuego, una arquera monstruo que sueña con formar una familia (algo que, en su condición de monstruo, le es negado) y pone de cabeza a un reino entero.
Arte conceptual de Sergey Vasnev |
Luned no tuvo miedo de este bosque antiquísimo: amaba a los árboles y sentía que los gigantes que la rodeaban la conocían. Sabía que pisaba suelo sagrado, porque no había experimentado nunca esta especie de silencio grabe y preñado de muda alegría que se hizo en su corazón.
Me gusta Luned precisamente por su sensibilidad y por su fuerza interior. Es valiente y no se traiciona a sí misma. Se esfuerza en aquello que la apasiona, como el bosque, las plantas y las historias. No es una chica como "las demás", o sea, no calza con el imaginario de lo que debe ser una chica, pero la narrativa no lo repite todo el tiempo. Queda claro siempre que Luned se sale de la norma porque su madre se desespera con ella, pasa todo el tiempo en el bosque y no tiene ningún interés en casarse. Hay varios fragmentos sobre ella muy curiosos sobre ello. En tuiter, mientras comentaba la lectura, dije varias veces que quería abrazarla y protegerla y sí, eso me inspira Luned. Aunque no es que necesite protección.
—¿Quieres morir? ¿No ser? ¿Estás loca, niña?
—No... No quiero, pero tampoco quiero ser para siempre. ¿Cómo, entonces, podría amar sin vacilaciones? ¿Gozar? Tarde o temprano todo sería mío, y perdería todo también... Olvidaría lo que soy. Un ser preso en el tiempo y la carne...
Si ya leyeron el libro, les diré que mis momentos favoritos de ella son en su viaje por el bosque de los elfos y las hadas: el capítulo de Tristifer y su plática con la Fata Titania. Son momentos poderosísimos para ella y para la historia en sí. Quiero más protagonistas tan sensibles y tan fuertes como Luned. Muchas, muchísimas más. La única pega que pongo a todo esto es que a mí, precisamente, no me encanta la relación que tiene con Denme, pero bueno, eso ya es una apreciación personal porque por algunos detalles de la narración siento que él es muy creepy a veces.
Conclusiones
Había aprendido otras palabras terribles desde su llegada a la ciudad. Horca, picota, cepo, descuartizamiento, grillete, tortura, mazmorra, rueda de Tántalo, verdugo, mano de gloria.
Su aldea era tan pequeña que esas palabras no se usaban.
Muerte, hambre, peste, dolor, sí.
Se decía a sí misma (y hacía uso de un lenguaje nuevo, recién aprendido) que cada palabra era como un fruto, la culminación de un árbol de ideas; que cuando aprendía la palabra y comprendía su origen, la palabra la iluminada con el relámpago de la revelación.
Perdón por hacer una reseña (a estas alturas, ¿esto califica como ensayo o algo así?) tan larga. La fantasía, el contar historias y los personajes como Luned me pueden. Les recomiendo este libro porque es magnífico. Tiene algunos detallitos, pero no quiero detenerme en ellos (y además ya los mencioné arriba).
Me reconcilié mucho con Verónica Murguía. Creo que este es el libro que debí de haber leído primero, para recomendárselos miles y millones de veces. Tiene la misma prosa magnífica que amo de Loba con temas que me interesan, cosas que me apasionan y es, además, fantasía mexicana. ¡Latinoamericana! Lean a las fantasistas de este lado del planeta, tenemos muchas cosas que ofrecer.
En otros temas, también me apasiona como el libro habla de la vida y la muerte. Ese es ya un apéndice no más a toda la entrada, porque si no esto terminaba siendo inacabable y yo no sé si me van a leer o me van a mandar al carajo al párrafo y medio. Pueden leer este libro en bookmate. Ahí lo leí yo porque esa es su edición más reciente (es diferente a la primera, aviso).
—Y a ti, ¿quién te dijo que la muerte es mala? Mala es la lepra, y mala la crueldad de los demás hombres y mujeres que nos rechazan. Pero no la muerte.