Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

miércoles, 10 de abril de 2019

Cuando te golpeo, Meena Kandasamy | Reseña

Sinopsis: Después de casarse con un conferenciante universitario, marxista y revolucionario en el sur de la India, la narradora se muda con él a una ciudad desconocida donde empieza su calvario. Su esposo la manipula para que le entregue las contraseñas de sus cuentas de correo electrónico, y le obliga a abandonar las redes sociales y acaba por controlar hasta su teléfono móvil. Mientras se suceden los golpes y las violaciones, su único refugio es la escritura, la que sucede en su cabeza, para evitar que él la descubra.
Inteligente, feroz y valiente Cuando te golpeo es una disección de lo que significaba, significa y vendrá a significar el amor cuando la confianza se ve socavada por la violencia; un retrato estremecedor del matrimonio tradicional en la India moderna, pero que nos habla de un horror universal.

Me voy a alejar dos segundos de mis últimas reseñas de comics para hablar de Cuando te golpeo. No realmente porque quiera alejarme de hablar de cómics (planeo seguir haciéndolo hasta que logre ponerme al corriente con las reseñas que tengo pendientes de ese mundillo), sino porque esta reseña lleva como dos semanas en los borradores y, eventualmente, yo me canso de ver entradas en los borradores que no avanzan ni para delante ni para atrás. Y Cuando te golpeo realmente me gustó mucho. Me pareció un libro inteligente, muy bien escrito, maravilloso, increíble. Tengo una y mil cosas qué decirles de él para recomendárselos. La autora es una autora originaria del sur de la India (de Tamil Nadu, residente en Chennai), muy joven y que ha escrito algunas otras cosas que no conozco (hasta allí mi reporte de ella, bravo por mí).

Cuando te golpeo es una novela bastante corta donde la protagonista, que narra en primera persona, busca reapropiarse de su historia de violencia doméstica. El libro empieza con la protagonista contando cómo su madre hizo suya la historia y la volvió la historia de sus pies y su cabello, para contárselo a todo aquel que quisiera escucharla (o sea, las seis personas que todavía le hablaban a pesar de tener una hija separada en casa, puesto que la protagonista da a entender que es de un lugar bastante conservador en el sur de India). Por eso, explica, va a reapropiarse de la historia. Es suya. Es su vida. Y empieza a contar.


Ella era comunista y él también y se enamoraron. O eso parecía. Durante todo el libro, el marido me recordó a muchos hombres que he conocido o que visto a lo lejos. Esos *comunistas* que evidentemente leyeron a Marx y a Engels y a Lenin, quizá, y chance saben quien es Kollontai, pero no le pusieron demasiada atención, de esos que sueñan y deliran con la revolución, pero en vez de capacidad de análisis, lo que tienen es capacidad sólo para repetir lo que ya muchos dijeron antes que ellos y que además presumen de ser comunistas (si en algún momento de la vida usted siente la necesidad de presumir eso como si lo hiciera mejor persona, por favor, revísese y recuerde que Mao dijo que hay que ser insaciable en el aprendizaje e incansable en la enseñanza). Además de todo, abusa psicológica y físicamente de su esposa


Como sé de comunismo, había partes en las que lo que el marido decía me mataban de risa y me daban ganas de darle con un ladrillo en la cabeza, las dos cosas a la vez. Me daban risa (una risa como histérica y desesperada) porque sé que son cosas que la gente en el mundo real dice y por qué pensaba: "¡carajo, por esta clase de gente uno cree que los comunistas tienen prohibido usar iPhone!". (No, en serio, ese era el nivel, tiene por ahí un discurso sobre el uso de Facebook que tenía un análisis bastante de mierda que si me lo hubiera dicho alguien se lo hubiera rebatido hasta la saciedad...; discurso que sólo tenía como propósito lograr que su esposa cerrara su Facebook para tenerla aislada de sus relaciones interpersonales). Y me daban rabia porque es algo para enfurecerse, de verdad. En una parte, cuando critica la poesía de su esposa, le dice que está todo mal porque en su poesía, ella siempre lo hace ver como si él tuviera la culpa de todo, nunca responsabilizándose ella misma ("si, mira, ahorita mismo va a culparse ella de que tú la golpeaste") y ella le dice que él hace lo mismo. Y sí. La golpea y luego finge (o no, quien sabe), sentirse mal. Nunca cambia, nunca busca un cambio. Sólo finge sentirse mal y se autoflagela para quedar en paz y listo para volver a ser una persona de mierda.

Hay una parte que se me quedó muy grabada donde escribe un poema que va más o menos así: "When I hit you, / comrade Lenin weeps". ("Cuando te golpeo, / el camarada Lenin llora"). Estoy parafraseando un poco, no sé si son las palabras exactas, pero el mensaje es ese: cuando la golpea, Lenin llora. Al menos la escencia. Y sí, mira, cómo no va a llorar Lenin de ver cómo estás usando su nombre para sentirte mal por golpear a tu esposa (y luego golpearla otra vez) porque eres incapaz de hacerte responsable de tus acciones. Bueno, creo que con eso cubro la esencia del marido. Lo encontré bastante realista porque, en serio, me recuerda a gente que he visto.


Por otro lado, me identifico mucho con la escritora. La curiosidad que la llevó hasta Marx, Engels, Lenin y Mao, es algo que conozco, la manera en la que habla del amor, de escribir y de las palabras, es algo que entiendo. La protagonista me gusta porque habla un idioma que entiendo en todos los sentidos. En India se hablan muchos idiomas. Tamil en la zona de Tamil Nandu (y en otros estados del sur), Mayalam en Kerala, Kannada en Karnataka, Hindi en el norte, Urdu en Kashmir y Telugu al este, Inglés en casi todos lados (a veces, a veces no). La protagonista analiza las palabras, las formas de decir las cosas en uno y en otro. Habla Tamil y Mayalam, porque estudió en Kerala. Vive en Karnataka y hay una parte en la que dice que hablando en kannada, no es más que un ama de casa: sólo sabe preguntar por el precio de las cosas, hablar del quehacer. Es algo bastante significativo, especialmente porque su marido se opone (bajita la mano) a que aprenda kannada realmente. Entonces todo este análisis que hace del lenguaje me pareció un recurso bastante inteligente en la narración. Especialmente cuando escribe cartas a un *amante*, rebelándose contra su marido porque odia que use la palabra *amante* y luego las borra tan pronto las escribe

La verdad, una novela que vale mucho la pena por que la autora sabe exactamente cómo y por qué quiere contar la historia que va a contar. Además de que para mí era bastante interesante pensar en cómo le rebatiría al marido su bullshit cero comunista y sí muy reaccionaria. Yo la leí en inglés porque así fue publicada originalmente, pero creo que vale la pena leerla en cualquier idioma en el que se publique, es una historia muy poderosa que me gustó muchísimo. Se las recomiendo.

lunes, 8 de abril de 2019

Spider-Gwen, Jason Latour & Robbie Rodriguez | Reseña

Esta reseña cubre todo el arco de Spider-Gwen, desde el volumen 0 (Most Wanted) hasta el volumen 6 (The life of Gwen Stacy), incluyendo sus apariciones en Spider-Women y Spiderman/Spider-Gwen: Sitting in a Tree.
 
Spider Gwen por Robbie Rodriguez
Ilustración de Robbie Rodriguez

Sinopsis (más o menos general): In one universe, it wasn't Peter Parker who was bitten by the radioactive spider, but Gwen Stacy! She's smart, charming and can lift a car ... just don't tell her father, the police chief. Now, in the wake of Spider-Verse, Gwen swings into her own solo adventures! And she soon finds herself between a rock and a hard place when the Vulture attacks, and NYPD Lieutenant Frank Castle sets his sights on bringing her down. Then, still haunted by Peter's death, Gwen visits his only family: Ben and May Parker.

Spider-Gwen, escrito por Jason Latour e ilustrado por Robbie Rodriguez es uno de mis cómics favoritos y también es una de mis fuentes de frustración más amplias. Lo es todo a la vez. Este arco abarca lo que ocurre después de la muerte de Peter Parker (que en este universo se convierte en el Lagarto) y acaba con el arco de Venom. Una de las reseñas que leí sobre el último volumen es que era un final muy emo para una historia... emo en general. Y sí. Creo que por eso me gusta tanto. Lo veo en la ilustración, un estilo oscuro con detalles muy fosforescentes, en la forma de narrar, en el fatalismo con el que Gwen Stacy narra su historia. Por eso me frustan tanto algunas de las cosas que hicieron con su historia y me gustan tanto otras.

Pero vamos por partes.

¿Quién es Gwen Stacy? Supongo que la conocen por haber muerto. Si han visto las películas, la recuerdan como Emma Stone (y por haber muerto) y si han leído los cómics de Spiderman, supongo que la recuerdan como esa chica que fue su novia... y murió. Quiero creer que hay más desarrollo a su personaje en alguna parte, pero todo lo que te encuentras de entrada es que es la novia que se murió y esa muerte se convirtió en un turning point para Peter Parker en la vida. Es una especie de cliché de chica que desarrolla la personalidad de chico. Algo así como una versión rara y extraña de la forma en que usan a las Maniac Pixie Dream Girls.

Panel de Spider Gwen

Ahora me he encontrado que Spider-Gwen tiene la atención en los reflectores, sobre todo por su papel en Spiderman: Into the Spiderverse (la mejor película de superhéroes que he visto, hands down) y eso me encanta. Bueno, vengo a decirles que si les interesa el personaje, deberían darle alguna oportunidad a sus cómics. Jason Latour tiene bastantes buenas ideas (unas mejores que otras) para sacar a Gwen Stacy del imaginario de *la novia que se murió* y volverlo un personaje con agencia propia. En su universo, la Gwen Stacy con superpoderes no puede dejar ir la muerte de Peter Parker porque el mundo no se lo permite. Es perseguida porque es creída la responsable de la muerte y J. J. Jameson está deseoso de atrapar a la spiderwoman con las manos en la masa. Por si fuera poco, su padre está al mando de las investigaciones de la muerte sin tiener ni idea la manera en la que estuvo involucrada su hija y, sólo para aderezar, el Frank Castle de este universo también quiere atraparla y Matt Murdock es un kingpin dispuesto a todo, sobre todo si se trata de tener poder sobre Gwen y de controlar sus poderes.


Panel de Spider Gwen con Daredevil

La premisa es muy interesante y cuando la historia sigue su línea más básica es cuando mejor es. Gwen Stacy metiéndose en todos los problemas del mundo. El problema es que hay un montón de issues de relleno, crossovers que están planteados de manera muy extraña y un volumen entero echo completamente para rellenar (el tres, Long-Distance, que está lleno de especiales por las fiestas, crossovers fanservice que nada la aportan a la trama y en general mucho desmadre). La serie va de sus highest highs a los lowest lows en dos segundos. Así que, para mí, ese es uno de los problemas principales: no es mala, simplemente es irregular. Vale la pena por su arco principal, es la mejor versión de sí misma cuando está explorando la historia de Gwen Stacy y su psicología sin meter ninguna clase de relleno. Gwen tiene muchísimo potencial. Los mejores volumenes después de los primeros son los últimos tres, sobre todo porque el relleno deja de ser tan descarado, las cosas van al punto y vemos a Gwen lidiar con Venom, las consecuencias de todo lo que ha hecho y enfrentarse a la versión de Matt Murdock con la que tiene que lidiar.

No quiero spoilerarles más detalles de la trama principal, creo que ya les dije lo que necesitan saber y los detalles más importantes para que entiendan por qué es una de mis series favoritas (viéndola como un todo) a pesar de lo mucho que me hace quejarme y jalarme el cabello de frustración cuando no está al cien. Ahora el personaje cambió de manos y existe una nueva serie: Spider-Gwen: Ghost Spider, escrita por Seanan McGuire e ilustrada por Rosi Kampe (los nombres no me suenan), que no he revisaro, pero que quizá en unos años les traiga la reseña de la serie entera (porque algo que me da un poco de flojera es reseñar volúmenes de comic uno a uno, a menos de que sean la clase de comics que me gustan tanto que lo merecen y en el que cada volumen trata un arco argumental completamente diferente).

Gwenom

Les recomiendo mucho echarle un vistazo a Spider-Gwen, Jason Latour tiene buenas ideas (no lo había conocido hasta esta serie) y mi parte favorita son las ilustraciones de Robbie Rodriguez. Abril para el blog está siendo un mes lleno de comics, pero es que me di cuenta de que no les compartía mi amor por los comics lo suficiente (especialmente porque mucha gente me ha dicho que le da miedo internarse en este mundo lleno de crossovers y eventos especiales y pues creo que sólo es cuestión de aventarse al vacío probando varias series hasta que descubras que te gusta). Por eso quiero hablarles de comics.

sábado, 6 de abril de 2019

Sobre el #CampNaNoWriMo: retrato de una escritora

Estoy haciendo el CampNaNoWriMo. No me cuesta trabajo (tanto) porque ya me conozco lo suficiente como para saber qué clase de proyectos me animan a escribir mucho en poco tiempo y por qué trabajé muchos años en hacer de la escritura un hábito. Escrito diario. Las únicas excepciones para no escribir es que no tenga tiempo porque estoy de viaje o trabajo doce horas o algo así. E incluso así, a veces escrito. Soy obsesiva. Reviso treinta veces (y de todos modos se van typos en los fanfics). Así que los últimos días he estado haciendo un ejercicio de pensar en cómo he evolucionado como escritora y cómo ha evolucionado lo que escribo. Y esta entrada es acerca de eso. Perdón si los aburro, pero vamos a hacer introspección.

Escribo desde que tengo uso de memoria. Ya lo he dicho antes y en otras entradas, pero escribo porque soy absurdamente creativa y el único talento que me dio Diosito, en el que no creo, fue escribir. No, esperen, no es cierto. Nací sin muchos talentos en realidad. Tener una voz decente al cantar me ha costado sangre, sudor, lágrimas y mucha pena ajena. No dibujo (aunque tuve un tiempo en el que colorear me fascinaba y lo hacía bien) aunque mi sueño es escribir el outline de un cómic o novela gráfica (alguien cumplámelo, por favor, yo pongo la historia y la escritura). No tengo ninguna clase de oído musical. No entiendo el arte, sólo dejo que me lo expliquen y lo admiro. Escribir es, realmente, el momento en el que atasco mi creatividad. Se me da bien crear historias, armar historias, sacar historias de la nada, contar historias con las premisas que mi esposa me pone en telegram, imaginarme otros mundos. Eso se me da bien.

Escribir es otro asunto.

No entiendo la imagen intelectual o cool del escritor. La imagen del escritorio ordenado, el orden de la planeación ni los miles artículos de papelería. Sólo acumulo libretas donde anoto ideas y outlines en letra cursiva de manera desordenada. No entiendo el café (por qué no me gusta), la necesidad de estar concentrado, sin ruido. Los rituales. ¿Las páginas que ofrecen recursos para escritores? ¿Hojas de personaje? ¿Fichas? Nunca me ha funcionado nada de eso. Escribo con música ruidosa, con la tele que alguien más está viendo a todo volumen en el fondo, con el ruido de la cocina, de la lavadora, de lo que sea. Escribo mientras trabajo, mientras estudio, mientras veo series o videos en youtube. No estoy bromeando. Escribo porque escribir para mí es como respirar: vital. Soy un caos, también.


No me molesta ser un caos. Mientras escriba diario, estoy en paz.

He luchado toda mi vida contra el bloqueo del escritor. Sé que existe y huyo de él tanto como puedo. Escribo en benders de cinco o seis horas que me dejan con el cerebro frito tirada en el sillón porque es la única manera que conozco de escribir (incluso estas entradas, que después reviso). A veces, cuando tengo un día libre, dos palizas en un día. Lo hago porque es mi manera de mantener el cerebro trabajando y de seguir el hábito. Escribir para mí no es un talento nato (ese nada más fue mi imaginación activa). Es un hábito. Es un hábito como comer sano, lavarse los dientes y salir a caminar todos los días. Es la única manera en la que concibo mi manera de ser escritora, incluso con trabajo aparte de escribir, incluso trabajando ocho o diez horas por culpa de maldito capitalismo (no me recuerden que la última FILIJ trabajé turnos de nueve horas mientras intentaba hacer en NaNoWriMo). Sé que no es así para todos, pero esto es un retrato. Por un momento, estamos hablando solamente de mí.

Si quieren saber cómo lo hice un hábito: escriban diario durante un mes. No necesitan escribir demasiadas palabras. Cien bastan. Luego háganlo otro mes. Y luego otro. Y luego otro. Y luego otro, hasta que no necesiten recordarse que tienen que hacerlo. (Por supuesto, háganlo sólo si no afecta ni su salud física o mental, esto es muy importante, hasta una obsesiva insana como yo ha pasado épocas sin escribir simplemente porque mi cerebro necesitaba un descanso).

Llevo más de diez años escribiendo, pero llevo exactamente diez publicando cosas en internet. Los cumplí el 4 de enero de este año. Desde antes ya había decidido que me iba a llamar a mí misma escritora, porque eso era. Qué importaba que los últimos seis años sólo hubiera compartido fanfiction, porque estaba guardando el trabajo original para otras cosas (o simplemente para mi cajón). En diez años, he analizado muchas veces qué temáticas escribo y he experimentado mucho. Es algo que me ha permitido hacer el fanfiction y de lo que ya he hablado. He podido experimentar con temáticas, con estructuras, narradores, hasta estilos. Lo he podido hacer porque el fanfiction me brinda un mundo que ya existe y me permite jugar con él. Puedo ver qué funciona y qué no antes de meterlo en uno de los mundos que he creado. Para mí, experimentar es parte de escribir. Claro, soy una edgy de mierda y por supuesto que ya escribí una historia empezando desde el final, una historia intercalando tipos de narración (segunda persona contra tercera), experimenté con todos los tipos de narradores posibles, escribí una historia que contenía sólo diálogo. Edgy, dije.

 
Lo que me hace volver al hecho de que analizo mucho lo que escribo. Me tomó diez años (poco menos, quizá) descubrir qué era lo que sabía escribir bien y qué era lo que me gustaba escribir. Lo descubrí leyéndome, claro. Aguantándome el cringe de lo primero y admirándome por cómo empecé a mejorar. Ya les conté que mucho tiempo en mi adolescencia me identifiqué con lo emo (por accidente, ya hablamos de eso en una entrada pasada) y que eso me llevó a oír mucha música (buena y mala) y más que eso, me llevó a buscar cierto tipo de aesthetic (que hoy en día no tiene nada que ver realmente con lo emo que fue el 2007 pero que tiene sus raíces justamente ahí), cierto tipo de temática y cierto tipo de historias cursis y tristes hasta la médula. Gracias a Diosito, en el que no creo, no me quedé allí y evolucioné. I stepped up my game. Pero seguí buscando sentir lo que esas historias malas me hacían sentir. Las emociones. Seguí buscando lo desgarrador a la vez de hermoso, el enfoque tremendo en los sentimientos, la tragedia en la que al final hay esperanza, quería sentirme desgraciada pero ser feliz por ello, justo como dice Ron Weasley en Harry Potter. Y quería causar lo mismo. Sólo que con historias de calidad.

La mayoría de mis historias, aunque con magia, tramas complicadas, crímenes enredados, paradojas y viajes en el tiempo y todo tipo de criaturas fantásticas, llevan mucho tiempo buscando el enfoque en lo emocional, en lo sentimental, en las relaciones humanas y en preguntarnos qué dentro de nosotros nos lleva a hacer lo que hacemos, a enamorarnos de quien nos enamoramos o por qué construimos las relaciones que construimos. Casi todas (con excepciones de cosas escritas casi por encargo) buscan eso. Lo cual no quiere decir que todas lo logren. Estoy segura de que ni siquiera una mayoría lo hace realmente cuando las releo, pero hay cosas de las que estoy orgullosa. Cuando se habla de tipos de escritores, sé que soy escritora de brújula (no planeo o planeo poco, simplemente sé a donde quiero llegar o qué pay-off quiero causar), sé que todas mis historias son character-driven, los personajes nunca están al servicio de la trama porque soy obsesiva en su coherencia dentro de las incoherencias humanas; entonces, mi trama siempre está al servicio de los personajes. Cambio las cosas radicalmente cuanto tengo que hacerlo sólo para que los personajes queden mejor perfilados y construidos. Creo que esa es una de las herencias que el rol dejó en mí.

Soy jugadora de rol. Hace mucho que no juego ni una miserable partida o trama o nada (fuera de un experimento raro de tuiter que tengo ahora mismo), pero me gusta pensar que todavía lo soy y que un día volveré a hacerlo (quien sabe, la vida da vueltas). Soy una de las pocas personas que disfrutaba hacer las fichas de personaje porque era una obsesiva con ellas. En los foros, lo que más importaba en ellas era la historia y que esta tuviera sentido. Era algo cansado. Pero siempre me gustó crear historas para mis personajes que explicaran por qué, en resumen, eran unos traumaditos. Mis personajes casi siempre están messed up porque it's okay to be messed up y lo más satisfactorio es hacerlos evolucionar para que dejen de estarlo (no sin antes arrojarlos al fondo del pozo, storytelling básico), llevarlos a un punto en su vida en el que se entiende por qué lo que estoy escribiendo se acaba: porque ya no es necesario seguir contando. Me gusta lo triste pero también me gusta la esperanza. Casi todas mis historias largas han acabado en un momento de esperanza en medio de la tristeza y no es algo que haya hecho a propósito, es simplemente un patrón del que me di cuenta muchos después de haberlas creado. En mi retrato de escritora, supongo que eso quiere decir que es algo que también busco. 


Al último, reconozco que escribir es un acto político. No es un acto político sólo porque sea mujer (y hay una clara historia en las que a las mujeres se las ha alejado de cualquier trabajo intelectual o creativo), sino porque escribir es, además, ponerle un pedazo de mí a todas las historias y conmigo se va toda mi ideología. Antes que todo, soy un ser político. Cada palabra que pongo en el papel está allí por una razón (además de que sobrevivió a todo mi proceso de autoedición, porque de momento es lo mejor que tengo para pulir lo que escribo). Sé, a grandes rasgos, como es mi estilo (porque al analizarlo estoy biased, soy la propia autora). Sé que quiero ser honesta, que pongo los sentimientos por encima de todo lo demás, que prefiero el mostrar a contar, que soy algo así como una Marie Kondo de la redacción: ¿tu adjetivo no sirve de nada? Quítalo. ¿Esa descripción que pusiste no aporta nada? Tampoco va. ¿Ese objeto que mencionaste como si fuera a ser algo importante en la trama y no lo fue? Se va. Así me hablo a mí misma cuando corrijo (de por sí escribo cosas que quedan muy largas para lo que inicialmente planeo, imagínense si dejara todo lo que corto, que usualmente se corta para poner información más útil).

Finalmente, creo que en este punto de la vida en el que llevo diez años publicado y una vida escribiendo, sé que no quiero ser una escritora cool. Quiero que me publiquen lo que escribo. Y ya. No quiero formar parte de ningún club intelectual o cool. Después de todo, soy brutalmente honesta. Incluso en la ficción. Al final, soy una escritora que se mata el cerebro en benders de seis horas escribiendo, con música a todo volumen, que escribe en la sala de su casa porque no hay estudio, en medio del ruido, las conversaciones y la gente. Esto soy.

Así estoy escribiendo el #CampNaNoWriMo. Como se puede.