Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

martes, 22 de enero de 2019

Nuevas perspectivas para la liberación de la mujer de Stefan Engel y Mónika Gärtner

Sinopsis: Las mujeres han desarrollado una nueva conciencia de sí mismas, particularmente debido a su inclusión en la producción social y en los diferentes movimientos sociales. Esto ha reforzado nuevamente la lucha por su liberación en la conciencia pública. Con su escrito polémico los dos autores Monika Gärtner-Engel y Stefan Engel quieren contribuir a esta discusión social tomando consecuentemente partido por la liberación de la mujer en una sociedad liberada de explotación y opresión.

Leí este libro gracias a Ana (que tiene un blog llamado Cien Flores de Colores, donde pueden encontrar material de formación marxista y de mujer y marxismo). No es el primero que leo gracias a ella, pero es de los que me han gustado. Nuevas perspectivas para la liberación de la mujer fue un soplo de aire fresco cuando sentía que me estaba estancando un poco con lecturas culeras, o con lecturas que no me estaban dejando lo que buscaba precisamente. El libro fue publicado originalmente en Alemania en el año 2000 y es una coautoría entre Stefan Engel, el presidente del partido Marxista-Leninista de Alemania y Mónika Gärtner-Engel, que sé que es un miembro importante del partido, pero como la información está toda en Alemán practicamente no pude averiguar nada más de los dos. (Lo sé, que insight les doy). De todos modos, lo importante es realmente el libro. Así que vamos a él.

El libro consta de tres partes. La primera se dedica a los fundamentos sociales de la explotación y opresión específicas de la mujer en el capitalismo y es básicamente la base teórica de prácticamente todo el libro, la segunda se refiere al movimiento de mujeres proletario y burgués, haciendo especial énfasis en que la clase separa a las mujeres (algo que yo he mencionado en diversas ocasiones ya, al hablar de Alexandra Kollontai, de La mitad del cielo y al realizar la crítica a Por qué no soy feminista de Jessa Crispin). Si no eres alemán esas son las más interesantes, pero la tercera también es muy buena, ya que recupera la historia y habla de la lucha por la liberación de la mujer y el socialismo, pero se enfoca mucho en Alemania y los últimos capítulos están muy enfocados a la situación durante la guerra fría y después de ella en Alemania y quizá si no están tan interesados o tienen mucho contexto no sean los más interesantes del mundo.


El primer punto que quiero tratar es justamente la primera parte. Ahí recupera los fundamentos de la explotación de la mujer en el capitalismo (sí, Andrea, ya lo dijiste arriba) y expone la doble explotación de las mujeres en el capitalismo. ¿A qué nos referimos cuando decimos doble explotación? A la dimensión del trabajo doméstico no remunerado que realizan las mujeres trabajadoras (además de la jornada laboral común) comparándola con el trabajo doméstico no remunerado que realizan los hombres. Hablan de la situación específica en Alemania, pero aquí abajo hasta tienen un cuadrito para que se note
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El libro me parece muy valioso por ese análisis que hace. Quizá este hable de la situación específica en un país, pero esa misma situación se puede extrapolar al presente y a otras áreas del mundo. La doble explotación no es algo de Alemania. Existe en todo el mundo. Y existe desde hace mucho. La misma Alexandra Kollontai recupera la idea de doble explotación/doble carga en El comunismo y la familia (que no me parece de sus textos más aplicables al día de hoy, pero que sí tiene un fragmento de análisis que vale la pena rescatar):
La mujer casada, la madre que es obrera, suda sangre para cumplir con tres tareas que pesan al mismo tiempo sobre ella: disponer de las horas necesarias para el trabajo, lo mismo que hace su marido, en alguna industria o establecimiento comercial; consagrarse después, lo mejor posible, a los quehaceres domésticos, y, por último, cuidar de sus hijos.
Precisamente se habla de esto porque el libro habla de la opresión específica de la mujer en el capitalismo. Si analizamos la historia de las mujeres (algo que hace Alexandra Kollontai en La mujer en el desarrollo social y Simone de Beauvoir en El segundo sexo, aunque personalmente creo que a De Beauvoir le faltó analizar el papel de las mujeres en las revoluciones de la clase obrera y obviamente no es marxista, sino existencialista), nos damos cuenta de que la opresión nunca se ha manifestado de la misma manera. En el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo, la mujer trabajadora ha sufrido de opresión, pero esta nunca ha sido igual. Entonces, este libro nos transporta al aquí, al ahora, al sistema capitalista, para exponer la opresión específica de la mujer en el capitalismo.
Ahí mismo recupera la idea de que no todas las mujeres son iguales, sino que sufren una opresión específica con base en su clase. Las mujeres no somos una masa homogénea: las hay burguesas y las hay proletarias. Y el libro, por supuesto, aborda la diferencia. De aquí me voy a agarrar para irme al segundo punto del libro: cómo analiza y muestra los movimientos de mujeres burgueses y proletarios. Porque claro, cada uno tiene intereses diferentes. 

En ese sentido, Clara Zetkin escribió lo siguiente para definir al movimiento de mujeres burgués (y viene citada en el libro): 
El movimiento de mujeres burgués es —como el movimiento de mujeres considerado como un todo— el hijo del modo de producción capitalista, que crea la base económica y es la fuerza motrizz y sustentadora de las aspiraciones por la completa igualdad social del sexo femenino con el masculino. [...] El movimiento de mujeres burgués tiene los pies en el suelo de la sociedad burguesa y lo defiende contra el proletariado en avance. Lucha sólo por reformar la sociedad burguesa eliminando las ataduras jurídicas y sociales que encadenan el sexo femenino en provecho del hombre.
El libro analiza como muchos de estos movimientos sólo se movían en pos de los intereses de la clase burguesa, mujeres que buscaban obtener los mismos privilegios que sus contrapartes masculinas y que se beneficiaban materialmente de la explotación de los trabajadores. Habla de cómo el movimiento de mujeres burgués nunca fue uniforme: "en la mayoría de los casos unificó un amplio espectro de diferentes, y a veces hasta contradictorias, posiciones que iban desde las aspiraciones abiertamente reaccionarias hasta los deseos más progresistas". Es por eso que dentro del feminismo existen ramas que se contradicen a sí mismas (la liberal y la radical, por poner un ejemplo), por qué existen grupos de mujeres que creen que se puede ser pro vida y estar en favor de las mujeres, por qué hay "feministas conservadoras" (que son, usualmente, abiertamente reaccionarias). Esto nunca ha sido homogéneo

El libro recorre el movimiento de mujeres en Alemania específicamente y hace un análisis muy amplio del movimiento de mujeres de la pequeña burguesía que recomiendo ampliamente. Finalmente, esta es una lectura que no puedo dejar de recomendar. No sé en qué países se edite en físico, pero sí conseguí, gracias a Ana (amor para ella) una copia escaneada en PDF que fue la que estuve compartiendo en tuiter cuando lo leí (hace ya bastantes meses). Los invito a conocer el libro, para mí se ha vuelto una de las lecturas escenciales para conocer la cuestión de la mujer desde el marxismo. Se los dejo disponible en este link. A cualquiera que lo lea, me gustaría platicarlo, mis comentarios siempre están abiertos.

domingo, 20 de enero de 2019

Crítica a Por qué no soy feminista de Jessa Crispin

Sinopsis: Con una franqueza descarnada, Crispin escribe una mordaz oposición al feminismo contemporáneo. ¿Piensas que las mujeres son seres humanos y que merecen ser tratadas como tales? ¿Qué las mujeres merecen los mismos derechos y libertades que los hombres? Si es así, entonces eres feminista… o eso dicen las feministas. Pero en algún lugar del camino, el movimiento para la liberación de las mujeres sacrificó su significado en pos de la aceptación, y nos dejó con una pose banal, educada e inútil que apenas desafía al status quo. En este fiero e inteligentísimo manifiesto, Jessa Crispin pide más.

Oh, boy, this is gonna be a ride. Una de las cosas que más defiendo en el mundo es leer lo que me salga de los bajos fondos porque me sale de los bajos fondos y porque quiero hacer una lectura crítica. No es la primera vez que le hago una crítica a un libro feminista (ya tengo historia con el infame Teoría King Kong de Virginie Despentes y con El feminismo es para todo el mundo de bell hooks, que no me pareció que estuviera a la altura). Por qué no soy feminista: un manifiesto feminista, de Jessa Crispin, es la lectura con la que Libros b4 Tipos abre el 2019. Con la que abre una nueva dinámica, llamada #LeemosJuntas, en la que estaremos discutiendo temas que atañen a la liberación de la mujer desde la literatura (ficción, no ficción, etcétera).


Pero bueno, vamos a hablar ya de este libro Porque no soy feminista de Jessa Crispin. Es un libro corto de ensayos muy inconexos (primer error) y no lo considero para nada un manifiesto de ninguna clase. Creo que hay mucho rant en este libro como para que sea realmente productivo. Sí, hace críticas al feminismo, pero apenas las fundamenta y, para eso, hay material mucho más amigable. ¿Introductorio? De ninguna manera, no explica ni medio concepto y tiene bases diría yo que muy pobres (por más válidas que sean sus críticas). Además de que la estructura de los ensayos es confusa, no parece haber demasiadas cosas que los conecten (además del rant de la autora) y tiene la mala manía de contradecirse a sí mismo.


Hay mucho rant en este libro y poca crítica fundamentada. Esto es lamentable porque las críticas que hace, por ejemplo, sobre como el feminismo es funcional al capital y ha ayudado a las mujeres burguesas a luchar por los intereses de su clase, no están incorrectas. Sin embargo, tampoco están bien fundamentadas. ¿A qué me refiero? Durante todo el libro, Jessa Crisín da vueltas en torno a la idea de que las mujeres no somos iguales porque nuestra posición económica nos separa, nuestros recursos. Y nunca jamás menciona que, efecticamente, a las mujeres nos separa la clase. Da los ejemplos, pero no se atreve a decirlo: "no somos todas iguales". (Paréntesis para decir que tampoco se atreve a condenar al capitalismo). Me hubiera gustado que se atreviera, hubiera sentido que el libro daba menos vueltas en círculos.

Por ejemplo, menciona lo siguiente, con lo que debo decir que estoy de acuerdo:
Lo peor de todo, sin embargo, es la tendencia del feminismo contemporáneo a ver a las mujeres en el poder como un bien en sí mismo; mujeres como Hillary Rodham Clinton, que siendo senadora anuló programas de bienestar social con graves perjuicios para las mujeres y niños pobres y apoyó intervenciones internacionales que provocaron la muerte y el sufrimiento de miles de civiles; como Mary T. Barra, la CEO de General Motors, que supervisó el encubrimiento de los problemas de seguridad en los productos de su compañía, lo que causó más de una docena de muertos; y como otras mujeres destacadas cuyo comportamiento se ganaría la condena de las feministas si su género fuese otro.
Mi problema (el único) con esa frase es que esto no es producto del feminismo contemporáneo. El feminismo se ha distinguido durante muchos años y muchas décadas por ser un movimiento interclasista que llama a todas las mujeres (de todas las clases) a unirse para acabar con su opresión. Sólo que había un problema: las burguesas luchaban por sus intereses, las proletarias por los suyos. Y nunca fueron los mismos. Ya lo dijo Alexandra Kollontai hace muchísimos años cuando crítico al feminismo burgués en Rusia, que veía como un fin en sí mismo el hecho de que las mujeres consiguieran los privilegios de los hombres (que, para la clase trabajadora, sólo significaba conseguir el derecho a ser más explotadas) en Los fundamentos sociales de la cuestión femenina
Mientras que para las feministas la consecución de la igualdad de derechos con los hombres en el marco del mundo capitalista actual representa un fin lo suficientemente concreto en sí mismo, la igualdad de derechos en el momento actual para las mujeres proletarias, es sólo un medio para avanzar en la lucha contra la esclavitud económica de la clase trabajadora. Las feministas ven a los hombres como el principal enemigo, por los hombres que se han apropiado injustamente de todos los derechos y privilegios para sí mismos, dejando a las mujeres solamente cadenas y obligaciones. Para ellas, la victoria se gana cuando un privilegio que antes disfrutaba exclusivamente el sexo masculino se concede al “sexo débil”. 
De lo que habla Jessa Crispin no es nuevo. Lamentablemente, no es un mal de "terrible" feminismo contémporaneo. La lucha de las mujeres siempre ha dependido de los intereses de sus clases. Ya lo dijo Cecilia Toledo hace casi veinte años en El género nos une, la clase nos separa, las políticas de género dirigidas por la burguesía representan a los intereses de la burguesía, que es justo de lo que habla Crispin arriba al mencionar a Clinton (aunque no se atreva a mencionar a la clase, por Dios):
Las políticas de género, al no asentarse en la clase trabajadora, tienen que asentarse en alguna cosa. Por eso, están siempre dirigidas a los gobiernos burgueses, a los organismos del imperialismo, ONU y FMI, como hacen las organizaciones que ahora dirigen la Marcha de las Mujeres 2000. Tienen siempre al frente una primera dama o una ONG que aportan su “esencia femenina”, su iniciativa personal para salir de los dilemas, el “toquecito femenino” para resolver los conflictos. La política de género pide a la mujer que vote una mujer, no importa cual sea. El objetivo es aumentar la representación femenina en el Parlamento, no derribarlo, ya que no se llama a la mujer trabajadora a votar por mujeres trabajadoras. Es como si no existiesen mujeres burguesas y proletarias, intereses burgueses y proletarios, como si un Parlamento mayoritariamente femenino votase sólo políticas favorables al pueblo.
Así que Jessa Crispin (que sólo da vueltas en círculos en torno a una idea que no llega a concretarse del todo) no descubrió ningún hilo negro. En su defensa, no la he visto decir que lo ha hecho, sólo a algunas personas que recomiendan su libro.
 

Pasando a otro tema, encuentro extraña su manera de rescatar a las teóricas radicales. Las menciona varias veces, especialmente para mencionar como el feminismo (liberal) de hoy las desprecia, pero no hace demasiado por rescatarlas o recuperarlas. No es su obligación hacerlo, debo decir, pero si me gustaría crear más consciencia en que me gusta que la gente que está en la lucha sea «insaciable en aprender, infatigable en enseñar». En este caso, énfasis en el infatigable en enseñar. Especialmente en este caso porque Jessa Crispin critica los métodos de las feministas contémporaneas para atraer a más mujeres (métodos que a mí tampoco me gustan, como el mentado empoderamiento individual que a la lucha colectiva le sirve un carajo y nada). Creo que, si queremos acercar a las mujeres a la lucha por la liberación de las mujeres, hay que trabajar en ello. No basta con decir que lo que se está haciendo ahora está mal, sino que es increíblemente necesario proponer. No es una obligación, pero me gustaría que se fuera más consciente en ese aspecto. Yo, por ejemplo, quizá no tengo interés en dialogar con nadie que no quiera dialogar conmigo en internet (pelearse a través de un montón de pixeles es increíblemente incómodo), pero sí me interesa brindar material para quienes sí quieren, para quienes tienen preguntas. Por eso, quizá, los libros que no van más allá de la crítica y que, además, no tienen fundamentos tan sólidos como me gustaría, ya no me parecen tan atractivos, ni siquiera como material introductorio.
 
Me imagino leyendo este libro cuando apenas acababa de declararme como feminista y me imagino sumida en la confusión. Lo veo con muchas lectoras del libro hoy. Si no me confunde y sólo me frustra, reconozco que es por una evolución ideológica que fue a aventarme a las fauces de Kollontai y del marxismo. Lamentablemente para los libros que leo, esa misma evolución ideológica me hace buscarle cinco patas al gato todo el tiempo. Defiendo la lectura crítica por encima de todo en el proceso de autoformación de cada quien: no se lee por leer, se lee para analizar, para debatir. Y es por eso que no me molesta, pero sí me deja ligeramente insatisfecha, el hecho de que Jessa Crispin no le proporcione herramientas a sus lectores, especialmente, lectoras. Pretende reivindicar a Andrea Dworkin, a Kate Millett, a Catherine McKinnon diciendo que las feministas de hoy (liberales, supongo) las desprecian en busca de la aprobación masculina. No quiero una guía para leerlas (no es obligación de Crispin), pero sí me gustaría alguna clase de invitación a leerlas, sobre todo para entender por qué elige reivindicarlas a ellas. (De las que mencioné, leí a dos de tres, no son mis favoritas, pero aliento la lectura crítica de sus libros).
 

Por otro lado, quizá peco de no entender la crítica a volver al feminismo universal. O sea, entiendo la crítica al hecho de volver el feminismo una cuestión individual, pero no entiendo el rechazo a hablarle a las masas que parece tener Jessa Crispin. Evidentemente, los métodos del capital y del feminismo liberal no son los más eficientes, pues vuelven al feminismo una lucha individual y lo vuelven la única alternativa de liberación que tienen las mujeres. Pero la lucha por la liberación de la mujer debe hablarle a las masas. La revolución no va a ser porque unos cuantos intelectuales sepan en dónde está el origen de la opresión de la mujer. No hay que desechar la idea de hablar con las masas, simplemente cuestionar qué es lo que se les está diciendo. En esa parte le puedo decir a Jessa Crispin que sí acierta: reivindicar la lucha individual no sirve de un carajo.
La segunda manera de engrosar las filas feministas es convencer a las mujeres de que sus vidas serán mejores si se declaran feministas. De este modo, el feminismo se convierte en un nuevo método de autoayuda, en otra voz que les dice a las mujeres que deberían tener mejores orgasmos, ganar más dinero, incrementar su dosis de felicidad y ejercer más poder en sus casas y sus lugares de trabajo. La meta aquí es el empoderamiento —un término muy en boga entre las feministas últimamente—: la capacidad para vivir la vida que hemos escogido sin centrarnos en qué podría o debería ser esa vida.
Finalmente, quiero decir que me parece terriblemente malo que un libro se contradiga (primero dice que los hombres no son problema de las mujeres, luego que los hombres acusados falsamente de abuso deberían de ser problema de las mujeres), pero no planeo comentar nada en ese sentido fuera de gritarle a la pared que el libro se contradice, porque ni sé cuál es la idea que últimadamente defiende Jessa Crispin. El hecho de que se contradiga a sí misma ya habla por sí solo.
  
Ahora, ¿les recomiendo el libro? Sí, les recomiendo leerlo de manera crítica y formar sus propias conclusiones. Cualquier comentario que quieran dejarme sobre el libro, acá abajo es bienvenido. Si no pueden conseguirlo, lo pueden contrar en bookmate en este link. Si no lo han probado o no tienen para pagarlo, pueden usar el código NEAPOULAIN para obtener un mes gratis en la plataforma (canjeándolo en este link). Tampoco se pierdan el hangout de Libros b4 Tipos el 3 de febrero a las 12 del día, estaremos discutiendo el libro y me verán retomar esta crítica, lo más probable.

viernes, 18 de enero de 2019

Reseñas del #GuadalupeReinas2018

Enero es un mes complicado para bloggers. Está lleno de recuentos anuales, mejores lecturas, peores lecturas, propósitos (si ustedes los hacen, porque yo no) y retos literarios a los que anotarse. Si además participaron en el #GuadalupeReinas2018 y quieren compartir las lecturas que realizaron, pues la cosa se pone todavía más complicada. Ya me faltan pocos libros que reseñar de este maratón, pero como no quería saturarlos decidí juntar tres que de todos modos no tendría reseñas tan largas en una sola entrada. Lo único que une a todas estas lecturas es que las leí para el #GuadalupeReinas2018. ¡Bueno! Y una para el #LectorasLentas2019 porque lo leí ya en enero y cumple con la consigna del Test de Bechdel. ¿Les parece si empezamos?

Women, Culture & Politics, Angela Davis


Sinopsis: Through a series of 18 essays based on her lectures and writings, Davis, a Marxist and author of Women, Race, and Class, shows that she has not altered her positions on, or commitment to, issues relating to the poor, the working class, women, or people of color. Her pieces, encompassing such themes as peace, racism, sexism, health care for the black family, and apartheid, explore some of the most pressing issues of the day. And yet, like many who adhere to rigid viewpoints, Davis’s politics often oversimplify the problems and result in questionable conclusions. Although she raises valid points, her work may draw readers into discussions of the larger debate on socialism versus capitalism at the expense of the concerns themselves.

Yo sólo diré que fue mejor Mujeres, raza y clase. Este libro tiene un problema: ser inconexo. Son un montón de discursos y trabajos que Angela Davis dio a lo largo de su trayectoria política y, aunque todos tienen contenidos similares en cuanto a línea política, no tienen una unión tan firme como para meterlos a todos en un libro. De verdad. Aun así, hay varias cosas destacables del libro que me gustaría hacer notar.

1) El ensayo y trabajo que hizo sobre Egipto me pareció bastante interesante. Creo que fue ahí onde más pude ver a la Angela Davis de mujeres, raza y clase. Su análisis hace mucho énfasis en como la clase separa a las mujeres y cómo los intereses de la burguesía no son los intereses del proletariado. Tiene un análisis muy bueno sobre el velo y sus implicaciones, que comparte con Nawal el-Sadaawi, de La cara desnuda de la mujer árabe. Acá les dejo una serie de tuits con los fragmentos del libro que hablan de este asunto: 




2) Habla de la necesidad de no enfocarse sólo en las reformas parciales. Aunque el de este libro no me pareció un análisis tan agudo y bueno como el que hace en Mujeres, raza y clase, si me parece bastante bueno cómo hace mucho énfasis en que las luchas parciales no van a ninguna parte. Habla del apoyo que necesitan las mujeres trabajadoras de distintos países y sus distintas circunstancias. Deja muy claro que la lucha por el aborto no debe ser sólo por el aborto, sino por la educación, el acceso a la salud y el fin de las esterilizaciones forzadas.

3) Tiene un ensayo sobre la violencia sexual que vale bastante la pena. La gran mayoría de los ensayos en el libro son reguleros en cuanto a cohesión con el resto del libro, pero este me gustó mucho porque habla de ir a la raíz de la violencia. Al principio destaca cosas muy obvias, pero todavía muy necesaria y se hace una pregunta muy interesante: ¿por qué los hombres son violentos sexualmente? ¿Biología? ¿Socialización? ¿Les enseñan a ser así? Irnos por la cuestión biológica sería una condena, puesto que es algo que no podemos cambiar, pero cuando hablamos de socialización, estamos ante algo que podemos cambiar, que podemos luchar para que deje de existir porque queremos un mundo mejor donde las mujeres no sean víctimas de violencia sexual.




Bueno, pues concluyendo esto, yo diría que me hubiera gustado ver más unidad en el libro, entre los ensayos. A pesar de que no lo considero un mal libro, me supo a poco. De todos modos, fue una lectura muy interesante, por lo que se las recomendaría si les interesa el trabajo de Angela Davis.

El viento se llevará nuestras palabras, Doris Lessing


Sinopsis: "Uno de cada tres afganos está muerto, en el exilio o vive en un campo de refugiados, y el mundo se mantiene totalmente indiferente. Desde el instante en que uno llega a Peshawar queda envuelto por Afganistán, su enormidad, el horror y la tristeza. Cada afgano que conoces, sea refugiado o muyahid, es una tragedia; cada uno es un ruego: ¡Ayudadnos, ayudadnos!", escribe Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura 2007, en este libro, fruto de su viaje a Peshawar -Pakistán- con intención de comprobar por sí misma la realidad de un pueblo pisoteado durante los años de la invasión rusa, indagar en las condiciones de vida de los refugiados y de los muyahidin, además de verificar el rumor sobre la existencia de mujeres combatientes en el frente de la Resistencia afgana. A través de sus contactos con mulás y muyahidin, de sus conversaciones con médicos, emires, viudas y huérfanos, Doris Lessing nos ofrece un documento tan apasionante como estremecedor

Una sinopsis más corta: este libro es un despropósito, aléjese de él.

Pero bueno, como tengo que fundamentar mi reseña en algo, les voy a comentar varias cosas que me parecieron tremendamente alarmantes de este libro. 

1) Doris Lessing considera que se hubiera podido salvar Afganistán si Estados Unidos hubiera intervenido antes. Creo yo que esa visión es terriblemente estúpida, por no decir pendeja a morir. La intervención de Estados Unidos prácticamente nunca ha salvado a nadie. Por el contrario, ha ayudado a que nazcan dictaduras (¿les suena el plan condor o no?), a que el Medio Oriente esté en la desgracia (digo, ¿Lessing vio Siria?) y a básicamente ir repartiendo imperialismo por ahí. Pero bueno, para Lessing, Estados Unidos debía salvar a Afganistán de los terribles rojos de la unión soviética.

2) A Lessing le encanta odiar a los comunistas rusos y pintarlos como el demonio, pero no justificar todo lo que dice. Me parece perfecto que odie a los comunistas. Yo odio muchas cosas sin justificación. Nada más que no digo que son las reencarnaciones de Satanás (o similares) e intento hacer que el resto de la gente comparta mi punto de vista sin antes presentar buenos argumentos. Lessing es terrible para esto: usa datos de cosas que están más que comprobadas que fueron propaganda anticomunista. Y vamos, de todo lo criticable que existe de la Unión Soviética (tiene cola que le pisen) elige justo las fantasías. 

3) En general, todo el libro es un pésimo trabajo periodístico. Svetlana Alexiévich hizo un mejor trabajo investigando la guerra ruso-afgana en Los muchachos de zinc que Doris Lessing en todo este libro. Y Los muchachos de zinc no es el mejor libro del mundo para conocer la guerra ruso-afgana (es poco amigable con el lector que no sabe de historia y presenta poco contexto a la hora de presentar una historia colectiva), pero sí es un mucho mejor ejemplo que este. Lessing no tiene demasiadas fuentes confiables y la mitad de las cosas se las pudo haber inventado por hacer la propaganda... o no. Sus entrevistas pueden haber sido reales, pero le falta verificar los datos duros (todos ellos). ¿Se los inventaron? ¿Eran una estimación? ¿Se acercaban a lo real? ¿Alguien sabía que estaba pasando?

No se los recomiendo en lo más mínimo. Pero ni con un palo en llamas. Para leer malos trabajos de periodismo leo la TV Notas, amigos.

We Are Okay, Nina Lacour 


Sinopsis: Marin hasn’t spoken to anyone from her old life since the day she left everything behind. No one knows the truth about those final weeks. Not even her best friend, Mabel. But even thousands of miles away from the California coast, at college in New York, Marin still feels the pull of the life and tragedy she’s tried to outrun. Now, months later, alone in an emptied dorm for winter break, Marin waits. Mabel is coming to visit, and Marin will be forced to face everything that’s been left unsaid and finally confront the loneliness that has made a home in her heart.

No es que me acabe de dar cuenta de que ninguno de estos libros tienen muchas cosas en común, pero bueno. Este es el último de este popurrí de lecturas del #GuadalupeReinas2018. We Are Okay es un libro sobre el duelo y sobre la amistad. Además, es un libro que habla de una relación lésbica. Marin y Mabel no se han visto o han hablado en meses después de que Marin cortara lazos con todo el mundo en su antigua vida y ahora que Mabel va a visitarla a Nueva York a la universidad, Marin tiene que enfrentarse de nuevo al pasado. Es una historia preciosa.

We Are Okay se toma su tiempo para crear una historia, para fundamentarla, para sustentarla. Es un libro que construye demasiado bien sus cimientos. Siento que quizá el único problema con ello es que me hubiera gustado que hubiera tenido más oportunidad para, narrativamente, usar todo ese fundamento, ese cimiento. Parece que algo le falta para que el libro siga la estructura introducción-desarrollo-conclusión. We Are Okay parece quedarse a la mitad de algo, quedarse en el medio de algo que está a punto de ocurrir. No es que el final sea abierto, es que no hay uno realmente. Fuera de eso, no tengo quejas (aunque la que tengo sí es bastante grande). 


Esta fue mi primera lectura para el #LectorasLentas2019 porque es un libro que cumple con el test de Bechdel (que ya conocemos todos: un libro donde haya al menos dos mujeres que tengan nombre que platiquen de algo que no sean hombres). Mabel y Marin hablan mucho del abuelo de Marin, pero también hablan de muchas otras cosas. De los primeros días en Nueva York de Marin, de sus compañera de cuarto, de los cursos que toma, la tienda donde compró los bowls donde toma cereal. Y es precisamente por eso que lo cumple. 

Bueno, sí es un libro que recomiendo, es algo refrescante en el panorama LGBT (ya una vez dije que no necesito mil historias de coming-out, sino quiero ver a adolescentes LGBT viviendo sus vidas en los libros, quiero que sus historias no estén siempre ligadas a la discriminación, quiero que la literatura sea capaz de imaginarse ese mundo mejor), es una historia tierna y maneja el duelo de manera muy interesante. Se los recomiendo si alguno de esos temas les llama la atención.