Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

jueves, 27 de diciembre de 2018

El vagón de las mujeres, Anita Nair | #GuadalupeReinas2018

Sinopsis: En la estación de Bangalore, en la India, Akhila, una mujer soltera de cuarenta y tantos años está a punto de realizar su gran sueño: subirse sola a un tren hacia un lugar lejano. Con ella viajan cinco mujeres con quienes comparte pronto intimidad: una madre confundida, una profesora de química casada con un hombre tiránico, una perfecta ama de casa que busca su identidad, una mujer cuyos sueños e inocencia se rompieron y una adolescente que parece comprender mejor que nadie lo que ellas buscan. Al calor de las confidencias susurradas durante la noche, Akhila intenta encontrar respuesta a lo que le ha preocupado desde siempre, los mismos dilemas que definen el viaje que cada mujer emprende en la vida.

La verdad es que le debo mucha atención a las novelistas de la India, sobre todo porque las dos que he leído este año tienen sendos puestos en las mejores lecturas que he realizado este año. La primera es Arundhati Roy, de quien leí El ministerio de la felicidad suprema y El dios de las pequeñas cosas y la segunda es Anita Nair, que acabo de conocer gracias al maratón Guadalupe Reinas que hacemos en Libros b4 Tipos (y que espero se convierta en tradición). Bueno, este libro es bastante largo para meterlo en un maratón de lectura (en goodreads me sale que su edición en español con Alfaguara tiene poco más de 400 páginas), sin embargo, el libro apenas me duró poco menos de tres días. Pero bueno, vamos por partes, el libro empieza con la siguiente nota: 
Hasta principios de 1998 había una taquilla especial para las señoras, los ancianos y los minúsválidos en la estación distrito de Bangalore. Y en la mayor parte de los trenes nocturnos de la India con compartimientos de segunda clase había un vagón especial para mujeres.
Desde entonces, se ha abolido la ventanilla de las mujeres en todas las estaciones de tren. También me han informado varios empleados de los ferrocarriles, en particular jefes de estación y revisores, de que el vagón de las mujeres ya no existe y que los vagones nuevos se fabrican sin este compartimiento.
En general, para mí las estaciones de tren en la India son una pequeña pesadilla. Conocí la más grande de Dehli y puedo decir que, si tuviera que viajar sola en ese lugar, no llegaría a ninguna parte. Todo está escrito en hindi. De todos modos, la única vez que viajé en tren, lo hice desde una estación más pequeña de Dehli, rumbo a Agra, en una clase de segunda, sleeper. Los boletos más baratos de mi vida. Usualmente prefería el autobús porque llegué a entender cómo funcionaban las ventanillas y dónde buscar los precios y destinos. Y cómo pelearme por los boletos. En las estaciones de autobús casi siempre hay fila de mujeres, sobre todo cuando hay mucha gente. Te formas en la ventanilla del destino y, con un billete en la mano, casi gritas cuantos boletos quieres para que te hagan caso (cuando hay mucha gente). Si no te sabes los números en hindi o ellos no los entienden en inglés, las señas. Como siempre había menos mujeres que viajaban solas, me mandaban a mí por los boletos en algunas estaciones. 


Y eso también funciona en muchos otras partes: hay fila de mujeres en la ventanilla de los bancos (en la demotización, solía ser yo la primera en pasar a ventanilla a cambiar billetes que habían sacado de circulación), hay fila de mujeres en los cajeros cuando están llenos (llegué a entrar con casi cuatro tarjetas y cuatro pines porque en la época de la demotización los cajeros duraban con dinero unas tres horas, si no sacabas en ese intervalo, no sacabas, y era más fácil que pasara yo más rápido). En los autobuses hay asientos de mujeres. Mientras no haya ninguna mujer parada en el autobús, no importa quien se siente en esas filas. Cuando hay, depende de la ruta, pero usualmente los revisores paran a alguien para que las mujeres puedan sentarse. Me pasó una vez en el trayecto de Noida a Greater Noida (un trayecto como de cuarenta minutos, que un revisor paró a gritos a un hombre para que yo pudiera sentarme). Y en los museos o templos o sitios arqueológicos donde hay revisión, siempre hay una fila de mujeres y otra de hombres (en el Taj Mahal incluso dividen entre locales y extranjeros porque vigilan bastante bien que ningún extranjero entre con boleto de local, que es más de diez veces más barato). En fin, ya que terminamos mis aventuras en la India como introducción a este libro, sólo quiero decir que lo sentí muy cercano. Entendí las referencias, la comida, los festivales y las costumbres, a pesar de que el libro esté ambientado en el sur de la India y yo haya vivido al norte, en Punjab. 


En fin, después de toda esa perorata sobre la India, me dispongo a contarles sobre el libro. El vagón de las mujeres es un libro coral que cuenta la historia de seis mujeres muy diferentes, de distintos estratos sociales en su relación a la vida social, el matrimonio, los hombres y el amor. La protagonista, Akhila, es una mujer que no se casó nunca, puesto que se tuvo que hacer cargo de su familia cuando su padre murió, decide perdirle consejo a las mujeres que viajan con ella. ¿Es difícil vivir sola?, se pregunta, puesto que desea hacer (aun vive con su hermana, que se pegó a ella). ¿Podrá todavía encontrar el amor? Las mujeres les responden contándole sus historias. Las más viejas, las más jóvenes, todas historias diferentes. Una mujer que desea aprender a nadar más que nada. Una nieta que se encarga de su abuela enferma. Una mujer que sí conoció el amor en su matrimonio, otra que no. Las historias son diferentes entre sí y abordan multitud de temas que tienen que ver con las mujeres: el matrimonio (que en la India es prácticamente una obligación, las que no se casan son solteronas), el aborto, los hijos, la falta de independencia. Una a una, las mujeres van contando poco a poco sus historias mientras Akhila le cuenta la suya al lector. Prácticamente todas ahondan en su relación con el amor. De todos los relatos hay cosas que rescatarles.


Sheela, la más joven de todas las que van en el vagón, se encarga de su abuela moribunda (hay una escena bastante especial donde su abuela, indefensa, sin maquillaje y sin arreglar, se niega a bajar de la ambulancia porque no quieren que la vean así y Sheela la ayuda, a su manera, para hacerla feliz) y pelea constantemente con su familia. Pelea usualmente con su padre, que la encuentra descarada. Hay una escena donde se imagina que le diría a uno de sus tíos que se porta con su primera menor igual que recordaba que su padre se comportaba con ella cuando era descarada y más pequeña (le hace gracia) y la verdad es que subrayaría ese pedazo millones de veces:
Mi padre hacía lo mismo. Le parecía muy divertido que yo fuera una descarada. Pero ahora lo llama mala educación y lo pone furioso. Por favor, no le haga lo mismo a ella. Crecerá convencida de que hay que ser así. Mejor enséñela a tragarse las palabras, enséñela a proferir cosas agradables, bonitas e inocuas. Mate su espíritu y domestique su lengua. Para que cuando crezca no se encuentre como yo, preguntándome que es lo que he dicho de malo o qué disparate voy a decir la próxima vez que abra la boca.
De verdad me gustó mucho esa parte. Sheela es una adolescente que no se atiene aún a las convenciones sociales y no entiende qué es lo que esperan de ella. Nunca han domado su espíritu. Mis historias favoritas, sin embargo, son la de Margaret y la de Mari. Margaret está en medio de un matrimonio infeliz con un hombre que es director de una escuela y no tiene el más mínimo amor por la pedagogía. Mari ha tenido una vida muy complicada, siempre buscando cómo sacar adelante a su familia mientras que a ella ni siquiera le tocó estudiar. 

Me gustaron mucho todas las historias. De verdad recomiendo el libro y sin duda considero que es un buen libro que poner en la lista de pendientes. Sobre todo si quieren conocer un poco más de la India, es un libro que tiene un pequeño bonus: al final trae recetar de cocina del sur de la India. Todo es delicioso.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Las reseñas que rescaté del olvido

Estas dos reseñas fui a rescatarlas del olvido de una página que ya no existe (Plusbits.mx) para republicarlas. Son viejas y apenas si están editadas, pero no quería que se perdieran en la eternidad del internet.

Algo alrededor de tu cuello, Chimamanda Ngozi Adichie

Sinopsis: Conmovedores y profundos, estos relatos cuentan historias humanamente cercanas y geográficamente remotas: historias de mujeres que sufren lejos de su país de origen, historias de emigrantes que se encuentran a sí mismos en América, la tierra prometida. Chimamanda Ngozi Adichie, autora nigeriana, sabe hablar de África alejándose de los titulares manidos sobre ese continente, pero sin dejar de lado la historia de su país.
Es una escritora interesada en cómo los asuntos públicos afectan a los individuos, interesada en analizar desde la ficción el choque entre la modernidad y la tradición, las expectativas familiares y los sueños de las nuevas generaciones.
África… ese continente que a menudo parece demasiado lejano, siempre retratado con gente pobre de piel oscura, increíbles paisajes, animales salvajes y en donde siempre hay guerra. Al menos, la mayoría de las personas ven así a África. Sin embargo, Chimamanda Ngozi Adichie, escritoria nigeriana, igbo, femeninista, se encarga de enseñarnos la otra cara de la moneda en Nigeria y sus inmigrantes. A lo largo de una serie de cuentos en el libro Algo alrededor de tu cuello, va retratando distintas realidades en Nigeria, distintas historias, tan diferentes unas de las otras, que a veces cuesta recordar que los protagonistas siempre con igbo, una de las tribus de Nigeria. 


Desde esposas de peces gordos Nigerianos a las que llevan a vivir a Estados Unidos, sin quedarse ellos allí, porque allí no los reconocen como los peces gordos que son, hasta ganadoras de una visa que acaban huyendo de quien las llevó a Estados Unidos y aceptan cualquier trabajo en el cual les paguen en negro para poder substitir, hasta Nigerianos desesperados por pasar por un Norteamericano más, perdiendo en el camino raíces, costumbres, idioma y hasta nombre, como la historia de la mujer con una boda concertada por sus tíos a quien su esposo obliga a llamarse Agatha, en lugar de Chinaza.
Te explicó que había estado en Ghana, Uganda y Tanzania, que le gustaba s la poesía de Okot Bitek y las novelas de Amos Tutuola, que había leído mucho sobre los países africanos subsaharianos, su historia, sus complejidades. Querías sentir desdén y demostrarlo, porque son igual de condescendientes los blancos que sienten demasiado entusiasmo por África que los que no sienten ninguno.
(Extracto del cuelo Algo alrededor de tu cuello, que le da el título al libro).
Ya lo dijo alguna vez al autora en su conferencia The Danger Of A Single Story: no podemos retratar a África como una sola cosa, y sólo una, porque entonces, en eso se convertirá. Por eso sus historias son todas distintas y los problemas que sus personajes tienen que enfrentar son distintos, desde religiosos hasta familiares. Nos muestra la África que ya conocemos junto con una nueva, que quizá nos resulte extraña porque no estamos acostumbrados a ver el continente desde esa perspectiva. 

Las historias transcurren entre Nigeria y Estados Unidos, dos ambientes que la escritora conoce perfectamente; ese ambiente que podemos calificar como africano nunca deja de estar presente a lo largo de todo el libro y se hace aún más marcado cuando nuestros protagonistas (siempre nigerianos), comparan lo que conocen con Estados Unidos. Se marca sobre todo en una de las historias donde un pez gordo nigeriano a mandado a su esposa a tener a sus hijos a Estados Unidos y a vivir allí. Y la mujer se encuentra con que, aunque el estilo de vida le parece extraño, es algo que de algún modo quiere para sus hijos: una vida en un mundo donde, si se cae la comida, no haya que recogerla para tener algo que comer.

Así que, para todos los que tengan un poco de curiosidad sobre Nigeria, visto desde el punto de vista de una africana, este es su libro. Quizá las historias no calcen con lo que conocen o con lo se imaginan de Nigeria y del continente, pero, después de todo, se pueden escribir mil historias diferentes de un sólo lugar.

Carol, Patricia Highsmith


Sinopsis: Claire Morgan, una autora desconocida y que eligió permanecer en el más absoluto anonimato, publicó en 1952 una novela, El precio de la sal, notablemente audaz para la época. Los críticos trataron el libro con una mezcla de desconcierto y respeto, pero el éxito de público fue inmediato, y se vendieron más de un millón de ejemplares de la edición de bolsillo. La novela no volvió a editarse, y ahora reaparece con el título Carol, que originalmente le había dado su autora, y firmada por ésta con su verdadero nombre.Carol es una novela de amor entre mujeres –de ahí la decisión de Patricia Highsmith de publicarla bajo un seudónimo, para no ser clasificada como una «escritora lesbiana»–, que se lee con la misma fascinada atención que despiertan las novelas «policíacas» de su autora. Highsmith concibió Carol en 1948, cuando tenía veintisiete años y había terminado su primera novela, Extraños en un tren. Se encontraba sin dinero, y se empleó durante una temporada en la sección de juguetes de unos grandes almacenes. Un día, una elegante mujer rubia envuelta en visones entró a comprar una muñeca, dio un nombre y una dirección para que se la enviaran y se marchó. Patricia Highsmith se fue a casa y escribió de un tirón un primer borrador de Carol, que comienza precisamente con el encuentro entre Therese, una joven escenógrafa que trabaja accidentalmente como dependienta, y Carol, la elegante y sofisticada mujer, recientemente divorciada, que entra a comprar una muñeca para su hija y cambia para siempre el curso de la vida de la joven vendedora.


No mentiré. Conocí este libro por su película y por qué fue nominada a varios Óscares. El libro fue publicado en los años 50 y en el afterword, Patricia Highsmith habla de como en esa época los libros con relaciones homosexuales empezaban a aparecer de manera tímida en las librerías. Habla también, de como solían tener finales trágicos, llenos de suicidios o de separaciones en las que uno de los personajes protagonistas ―hombre o mujer― volvía a vivir su vida de manera «normal» como si «hubiera entendido» que mantener relaciones amorosas con alguien de su mismo sexo estaba mal. Patricia Highsmith dice que cree que Carol fue la primera novela ―o de las primeras― en romper ese molde. Años 50, Estados Unidos, publicada bajo pseudónimo porque su editora la disuadió una y otra vez de publicar esta novela…; no fuera a quedar encasillada como «escritora homosexual». Desde entonces han cambiado unas cuantas cosas.

Patricia Highsmith también cuenta sobre las miles de cartas que recibió tras la publicación del libro, muchas de ellas de gente dándole las gracias. Chicos y grandes, hombres y mujeres. Cuenta como eran tantas cartas que era imposible responderlas a todas. Cuenta como muchos estaban solos y no conocían a nadie «como ellos» y como ella, a su manera, se encargó de unirlos. ¿Pero de qué va el libro? Es la historia de Carol y Therese, una mujer pasando por un proceso de divorcio en el que su marido está dispuesto a cualquier cosa con tal de quitarse a su hija y una joven escenógrafa que intenta entrar en el sindicato y conseguir trabajo.


Se conocen la semana de navidad, mientras Therese trabaja de manera temporal en un gran almacén. La primera vez que ve a Carol y la atiende, se queda cautivada por la mujer y poco a poco ocupa todos sus pensamientos. Quiere estar con Carol, acompañarla, disfrutar de su compañía, su plática. Poco a poco empieza a preguntarse exactamente qué es lo que siente por Carol. Aún así, la vida sigue. Vemos los problemas de Therese en su intento de ser reconocida como escenógrafa, como poco a poco comprende que Richard, el joven con el que sale, no la ama en realidad y ella no le corresponde. De repente, simplemente está orbitando alrededor de Carol, como si no hubiera nada más.

Llevaba tiempo sin ver ese tipo de relación: de amor a primera vista, pero sin amor desde el primer momento. Junta la experiencia y lo enigmático de Carol con la inocencia de Therese y la fórmula funciona de manera increíble. Ahora ponlas en un carro y mándalas de road trip y lo tienes todo. Su relación es complicada, porque aunque Therese orbita alrededor de Carol y tiene pocas ataduras con otra gente, para Carol lo primero es su hija y obtener un acuerdo favorable para poder mantenerla a su lado con el divorcio. Y en los años que transcurre la novela, tener una relación con otra mujer no era exactamente la mejor manera de que te permitieran quedarte con la custodia de tu hija.


Un libro recomendable y que además me permito remarcar porque dentro de la literatura LGBT (las etiquetas serán necesarias hasta el día que no lo sean… o sea, el día que no se tenga que luchar por la representación), las relaciones gays son las más frecuentes. Las mujeres, las lesbianas, suelen ser un poco más ignoradas y muchas veces no pasan de personajes secundarios. Pero aquí son las indudables protagonistas. Therese y Carol son producto de su época y de una manera de pensar anterior, llenas de dudas sobre la moral de lo que están haciendo, pero aún así, dispuestas a intentarlo. Quizá hoy para una chica como Therese conocer a alguien ya no sea tan complicado (o quizá sí, depende de en qué entorno nos encontremos) y las cosas han cambiado. Los libros LGBT están floreciendo en todas partes y la mayoría ya no tiene finales innecesariamente trágicos; pero los libros de hoy no se hubieran publicado sin libros como este, que marcaron un hito en la historia y no se hubieran escrito sin personas como Patricia Highsmith. No olviden eso. 

sábado, 15 de diciembre de 2018

Las vírgenes terrestres, o el caso de los libros descatalogados

Las vírgenes terrestres es un libro de Alicia Delaval que se publicó en 1969 (según reza la edición que tengo, prestada, más rota que entera) atrás no trae una sinopsis clara, sólo un par de frases que dejan claro que es una novela sobre mujeres que se atreven (o no) a desafiar lo establecido. Y ya. Meter el título el google arroja una canción célebre de Enriqueta Ochoa, una poeta mexicana oriunda de Coahuila. No, no es Alicia Delaval. Por suerte, al menos, Alicia Delaval sí tiene una página de wikipedia (cosa que muchas escritoras no). Googleas su nombre, primer o segundo resultado es Wikipedia (curiosamente, el que a primera vista parece tener la información recopilada, la Enciclopedia de la Literatura de México (segundo resultado) apenas si tiene una semblanza y una lista de obras. Así me enteré que Alicia Delaval no se llamaba Alicia Delaval, sino María del Pilar del Espíritu Santo Torruco, que nació en Tabasco, que fue docente y poeta. En la lista de obras aparece, al principio, Las vírgenes terrestres, novela. Todo lo demás es poesía, ensayo o teatro. Si le creo a esa lista (que es lo único que tengo de momento), Las vírgenes terrestres es su única novela y no hay ni rastro de ella. Tener un ejemplar en las manos me parece ya un milagro.  

Así que aquí estoy sentada, preguntándome por qué voy a escribir una reseña de un libro que casi nadie ha leído (sé que lo ha leído mi mujer, no lo saqué de la nada, no se me apareció como la rosa de Guadalupe) y que prácticamente nadie va a tener oportunidad de leer. Ya lo sé porque ya alguien, buscando otro ejemplar, recorrió todo Donceles buscándola. Las vírgenes terrestres de Alicia Delaval. No hay ni un ejemplar en ningún lado. Ediciones Oasis publicó su última obra en 1996, según la Enciclopedia de la Literatura en México; de la mitad no quedó no guardada la portada, lo cual me lleva a asumir que casi todo (o todo) está descatalogado y sólo sobrevive lo que hayan rescatado otras editoriales. Ningún resultado de google me dice que exista Ediciones Oasis en México. Tampoco me preocupo demasiado, total, si ya no existe...

La cosa es que aquí estoy, hablando de un libro que nadie ha leído y probablemente casi nadie va a leer (la solución es escanearlo, ya lo haremos, por supuesto). 

Las vírgenes terrestres sigue la vida de las mujeres de Bellaisla, desesperadas por llegar al altar. O no desesperadas ellas, desesperada la sociedad diciéndoles que si no llegan al altar, quedarán para vestir santos o serán viejas ridículas ancladas para siempre en una juventud que ya no existe. De esa desesperación, cuenta el libro, se aprovechan los hombres para hacer con ellas lo que quieren. Total, sólo tienen que emocionarlas un poquito, medio convencerlas de que les van a pedir matrimonio... total, si están en una sociedad donde la única salida para la mujer es el casamiento o volverse monja. A las solteras las ven mal o con lástima. Pobres mujeres, solas, frustradas, es el mensaje que vuela por todo el pueblo
 
Portales de Madero en Tabasco
Las mayores y las jovencitas, cada una se va enredando en su historia y cada una sale más o menos airosa. O no. Los hombres, mientras tanto, hacen su santa y terrible voluntad. De este libro saqué la conclusión de que todos los hombres que en él aparecen, con la excepción del doctor, son una basura; diría que son un despojo de ser humano, pero la clase de hombres del libro son la regla, no la excepción. La clase de hombres que te convencen de tener relaciones sexuales con ellos por primera vez (en un contexto donde la virginidad de las mujeres importa más que nada) y luego empiezan a salir con una de tus amigas, la clase de hombres que hacen apuestas estratosféricas sobre que te dejarán plantados en el altar, la clase de hombres que creen que les debes algo (sexual) por subirte a su carro, la clase de hombres que están casados pero insisten en ser tus "amigos". Esos. Muchos y muy variados, desperdigados por todas las páginas del libro. Y, a pesar de todo, este libro que se publicó hace poco menos de cincuenta años, sigue terriblemente vigente. Quizá parezca que no, pero las similitudes están allí. 
 
 
Una cosa que me llama la atención es el estado de hipervigilancia en el que viven las mujeres. Bueno, quizá hipervigilancia no es la palabra correcta, pero me refiero a ese estado en el que se encuentran cuando todo el mundo (o al menos bastantes personas como para que se entere todo el pueblo de lo que uno hace) vigila qué hacen, a dónde van, con quién se juntan, dónde se vieron y con quién se vieron. Todo. Se parece a las redes sociales y al internet y a la gente rara que busca tuits tuyos de hace siete años para desacreditarte. Pero bueno, no les cuento más. Sólo quiero decirles que si un día ven un ejemplar de Las vírgenes terrestres de Alicia Delaval, lo compren, esté en el estado en el que esté. Y si ven dos, me mandan uno a mí.
 

La historia de los libros descatalogados es muy triste. En el mejor caso, alguna editorial los reescata y los reedita (si hay a quién pedirle los derechos, por ejemplo), en el peor, se pierden en el olvido para siempre. Y, aunque no lo parezca, eso pasa con muchos libros año con año con año con año. Por eso el archive.org lucha contra ello y digitaliza libros de bibliotecas, por eso se hacen recopilaciones de libros en digital. Pero es imposible digitalizar todos los libros en un mundo en el que sólo una minoría de la población tiene acceso a internet. Algunos se pierden entre los saldos de las editoriales desaparecidas y las librerías de viejo. Languidecen en colecciones personales con gente que no los relee nunca, o florecen con gente que siempre los revisa (yo tengo una historia con los libros descatalogados, compré muchas sagas fantásticas así) y algunos los prestan y algunos los comparten. Aunque no importa como, su historia me parece triste.
 
Por eso, si ven este, léanlo, vale la pena. Yo sólo escribo esto para que el libro luche contra el olvido y no se quede perdido por allí