Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

viernes, 7 de octubre de 2016

Siete años de divagar en internet

Estoy escuchando música de Lila Downs. Es cinco de octubre. Se me está acercando la fecha. Tengo que escribir algo. Tengo que poner mis manos sobre el teclado y escribir algo. Tengo que hacerlo. Y en vez de eso, estoy escupiendo todo esto sobre el pedazo blanco. ¿Qué escribo, por Quetzalcoatl? ¿Qué escribo? Son siete años, carajo. 

Cuando salió la última película de HP, tomarse foto con el libro era ley
Hace siete años yo tenía trece años y muchas ganas de tener una página de internet que, según yo, iba a tener un chingo de visitas instantáneamente. Mi contenido era pésimo y yo no lo promocionaba en las redes sociales y además no me conocía nadie, así que a nadie le interesaba mi blog. Pero yo seguía escribiendo porque tenía esperanzas, aunque me daba pena que la gente que de verdad me conocía supiera que yo escribía en internet. Mi familia o mis amigos. Ahora hasta les hago tarjetitas de «tengo un blog en internet, léelo». Bueno, pongamos que hace siete yo tenía trece años. Así estaba:

Medio emo, sí
Yo, trece años, quería ser escritora, pero estudiar algo con matemáticas, estaba en secundaria y escribía fanfiction de Harry Potter en clase. Todavía me pregunto qué pensaba mi profa de matemáticas cuando me los quitaba. También tenía nulos conocimientos de informática y apenas si había aprendido a poner acentos. De poner comas ni hablemos. Ahora mando a la gente a aprender a ponerlas, pero en ese entonces no era que me las comiera, es que las ponía en todos los pinches lados. Ha pasado el tiempo. Un poco. Tengo veinte años, vivo en la India, estudió Ingeniería en sistemas. Voy a cumplir veintiuno, digo groserías a veces (más de las que mi mamá quisiera y menos de las que dicen mis malhablados amigos), escribo mucho, leo mucho. Sé más cosas. Estoy menos pendeja, como quien diría. Renombre en internet todavía no tengo. Me conocen cuatro gatos de los que me comentan dos y uno me avisa por whatsapp que me leyó. Mi familia me apoya tanto que le da like a mis entradas en Facebook y leen una de diez, si la leen. 

Pero aquí sigo. Porque mientras cuatro gatos me lean, no planeo irme. Aunque me tome vacaciones de dos meses y luego me de topes en la cabeza para, bueno, volver a conseguir el mismo nivel de visitas. Debo ser la única loca que, aunque cuenta las visitas, no se preocupa por el SEO, el marketing ni nada de eso. Quizá así me leerían diez gatos en vez de cuatro. Pero bueno. 

Ahora estoy así:

La última foto que me tomé yo sola en el DF

Veinte años. Siete escribiendo en internet. ¿Saben qué? El tiempo pasa volando. Y de ese tiempo, hay unas cuantas cosas que quiero recordar. Como, por ejemplo, mis siete entradas favoritas. No les pongo las más vistas porque, sinceramente, la gente que busca mi blog tiene mal gusto. O sea, es una de fanfics que ya ni siquiera me gustan. ¿Qué están pensando, gente?
No se pierdan esas entradas porque fueron las que más me gustó escribir. Objetivamente no sé si son las mejores, pero son algunas de las que disfruté más. Este blog me ha abierto muchas puertas a otros blogs, a conocer a algunos de mis autores favoritos, a compartir mis hobbies. Divagaciones de una Poulain no es sólo un blog sobre libros. Es un blog sobre mi viaje a la India, sobre mi vida, sobre lo que pienso, sobre las series que veo. Es un blog sobre mí. Es un blog que tiene tutoriales y a la vez entradas sobre feminismo. Es parte de mi vida.

Y hoy, esta pequeña, pequeñísima parte de mí cumple siete años de existir y de estar ahí. ¡Por que cumpla muchos más y por que yo siga escribiendo!

miércoles, 5 de octubre de 2016

Indiaventuras de una Poulain (bis)

Sí me quedaron pendientes fotos, pues no podia dejar de contarles de más cosas de la India. La India tiene lo bueno, lo malo, lo mejor, lo pésimo. Tiene el poder de ponerme feliz y bajarme a la tierra en segundos y acabar riéndome de mi desgracia y de mi situación. No sé. Dicen que la India es una Madre, que por eso tú no la escoges, sino que te escoge ella a ti. Sabrá el Dios en el que no creo porqué acabe en la India, porque ni yo lo sé.  Les juro que yo quería acabar en Islandia o en Polonia y de ahí reboté para acá. Sin embargo, a pesar de que nunca pensé en acabar en a India cuando veo fotos como la que les voy a poner abajo me acuerdo por qué estoy en la india. 

La foto en cuestión es de la Amer Fort y me la tomaron después de verme mirando total y completamente embobada esos jardines y esos arcos. De hecho, si notan, mi cara tiene esa expresión de «todavía no puedo creer que estoy aquí». Para entonces llevaba ya un mes en la India, así que pueden estar seguros de que todavía no se me ha quitado esa cara. La pongo seguido. 


La India me ha hecho darme cuenta de que toda la gente que conoces la conoces por casualidad. Al final les puede acabar gustando lo mismo o no, pero aquí lo que nos unió fue la India. Compartimos algunos gustos, no nos entendemos la mitad del tiempo. Dicen que el truco es hacer y dejar hacer. Total, ya preguntaras por sus cosas raras y ellos preguntarán por las tuyas. Igual te preguntan cómo haces plátanos fritos o igual se horrorizan al ver como pones plátanos con arroz y te los comes como si nada. (¡ES NORMAL EN MÉXICO, CARAJO!). Al final, lo que nos acaba uniendo es el perpetuo asombro por la India y la necesidad de tener a alguien que entienda por lo que estás pasado. 

Así que ahí estamos, contra el barandal, viendo Jaipur hacia abajo, quizá preguntándonos como podemos estar en ese mismo momento en un lugar tan hermoso. O yo que sé que estaban pensando los demás. Pero lo cierto es que es imponente. 


Por alguna razón que no acabo de comprender, a los indios les encantan los pavo reales. Tengo una bufanda verde (oh, que sorpresa, nadie veía venir ese color) que tiene, en cada orilla, un majestuoso pavo real. La mitad de las cosas están decoradas así. A mi me fascina porque los pavo reales, aunque son animales cuya actitud me pone de nervios, me encanta como se ve la decoración basada en ellos. O sea. Por favor. Miren la foto. 



Esta foto además tiene una historia chistosa. Logramos que un hombre nos la tomara, aunque hubo que enseñarle a usar la cámara. Y ya que nos la tomó, sin decir nada ni pedirnos nada (probablemente porque no hablaba inglés), nos hizo señas para que no nos moviéramos, sacó su celular, se lo dió a alguien y fue a posar con nosotros. Y luego otros dos hicieron lo mismo. Nos sentíamos pinches super estrellas. A veces piden selfies. A mí sólo me las han pedido dos veces, las dos veces en el hostal donde me estaba quedando. 

Bueno, bueno, ya me estoy quejando sin fotos de Jaipur, una de las ciudades que no deben dejar de visitar si andan en el norte de la India. Bueno, no está tan al norte como Chandigarh, pero deben ir. Es preciosa, tiene palacios por todas partes y lugares a donde ir. Les dejo un par de fotos más porque son fantásticas (y yo estoy alimentando mi ego).

Notese la bolsa y la backpack en la espalda.

Ahora vamos a hablar de Chandigarh, de verdad, de la buena, lo juro. Hubiera empezado en orden cronológico, pero contarles y decirles mil veces que Jaipur es hermoso pudo conmigo. Total, este no es un blog de viajes y yo no tengo ningún instructivo para escribir ninguno. Así que antes de que divage más les contaré cosas de Chandigarh: es de las ciudades más ordenadas de la India. No, esperen, creo que es la más ordenada. Al menos tiene semáforos y, aunque cruzar la calle sigue siendo un deporte extremo, es menos deporte extremo que en otros lugares. Está limpia para los estándares del país y no la he explorado mucho, la verdad. 

Si vienen (y lo digo como si la India estuviera a la vuelta de la esquina) en la misma época del año que yo, pueden saltarse el Rose Garden porque igual se encuentran esto nada más:

Miren cuantas rosas
En serio, qué cantidad de rosas
Por otro lado, cuando la India te frustra demasiado y quieres volver al mundo occidental del consumismo, hay malls donde puedes sentir que estás, que se yo, de vuelta en occidente. Exceptuando el hecho de que te catean en la entrada y que si eres mujer te catean detrás de una cortinita. Nada como cuando vas a los conciertos y la única diferencia entre mujeres y hombres era que te cateaba alguien de tu mismo sexo. Y resulta que por alguna razón la comida mexicana es algo que tiene fama por aquí y hay un Chilis. Claro que si en México quieres comida mexicana no vas a pun puto Chilis, pero aquí si quieres algo que dizque parezca pues vas ahí a dilapidar tu dinero. Por ejemplo.

Nuestras caras de éxtasis son reales
Bueno, volvamos al tema. El punto de la India no es acabar en los malls, excepto cuando quieres comer proteína de verdad. Si no eres vegano o vegetariano antes de venir, la India te jode la dieta, tu cuerpo no está acostumbrado a vivir así y adelgazas. Bueno. Volvamos al punto. Volvimos a Chandigarh para conocer el Rock Garden y es, definitivamente, uno de los parques más bonitos que he visto en toda mi vida. Igual y no le gana a la Ciudad Universitaria con su serpiente y su zona escultórica, pero es precioso. Miren: 




De hecho, si se fijan en la gente en las fotos, como uno de mis roomies hizo notar, se dan cuenta de que la India es uno de los lugares más coloridos del mundo. Es increíble cuando de hecho te encuentras entre toda esa manera de color y ves como la gente sigue visitando los parques de su ciudad, tomándose selfies, yendo en familia, en pareja o con amigos. Es precioso y si el paisaje es igual de bonito, pues el buen día está asegurado. Ay, India, préstame tantitos de tus colores, ¿no?

En una de las partes del Rock Garden había columpios y, bueno, acabamos como niños de cinco años. La India va a resultar buena hasta para reconectar con tu niño interior. Aquí la prueba:


Ya no tengo mucho más que contarles sobre el lugar, creo que dije que es precioso las suficientes veces, pero creo que todavía no he mencionado lo maravilloso y divertido que es mi squad. Pero por si acaso, vamos a recalcarlo de nuevo:

Brandon, what the fuck are you doing?
Un poco Backstreet Boys sí somos
Happy People
Bueno, en fin, no sé, todavía me falta contarles un chingo de cosas sobre la India, sobre todo sobre ser mujer en la India, los mitos, las realidades, las frustraciones, el mal chiste que es mi universidad. Pero quería que las dos primeras entradas sobre mi vida en la India fueran de cosas felices y tuvieran cosas padres. Además de que quería que conocieron a mi squad que es maravilloso. Así que ya saben, si vienen a la India alguna vez, déjense llevar. No hay otra manera de sobrevivir a la India. Tengan paciencia, sonrían, no intenten entender nada. No hay modo de entender este lugar, pero hay muchas maneras de disfrutarlo y asombrarse de sus magníficos paisajes, palacios, templos, fortalezas. Todo. 

Sonrían. Aprendan cultura. Pregunten si quieren. Abran su mente. No todo funciona como funcionen las cosas en el país de donde vienen. La India es única. A la India no la entiendes, a la India sólo la puedes disfrutar.

Estoy en, casi, el punto más alto de Jaipur

lunes, 3 de octubre de 2016

Indiaventuras de una Poulain

Noe me dio el título
y Cris me corrigió la entrada
(Las dos quieren ser famosas)

Me subí un avión en la Ciudad de México el 31 de Julio de este año y aterricé en Nueva Dehli casi el 2 de Agosto. Sin embargo, una ciudad no es su aeropuerto y yo salí por fin a la India al día siguiente, a eso de las dos de la tarde, con el pleno sol, en Chandigarh. De vivir en una de las aglomeraciones humanas más grandes de latinoamérica, pasé a vivir en un pueblo tres calles al oeste de Chandigarh, en Punjab, India. Prometí que iba a escribir lo que me pasara y que iba a subir fotos al blog, pero más bien en dos meses lo único que he hecho ha sido dejar de lado todo. Olvidarme un poco del blog, de los libros, de las reseñas y tomarme un tiempo. Sin embargo, se acerca el cumpleaños número 7 de mi blog y no quería dejarlo pasar de nuevo. No quería que me agarrará otra vez de vacaciones bloggeras.

Así que vamos a empezar.

Dos meses es algo que se dice fácil pero no lo es tanto, más si nunca has viajado y lo más lejos que conoces son los altos de Jalisco. Nunca había salido de México, nunca había ido al norte, nada más conozco una playa. No conozco más de cinco estados de la República. Y, por alguna razón, ahora estoy en la India. Ayer hice dos meses. La expresión «me fui al otro lado del mundo» nunca había sido tan literal. La India y México estan en el mismo paralelo, cuando aquí es de noche allá es de día. ¿Y saben qué? Lo estoy disfrutando como nunca antes.

El camino no ha sido fácil ni ha sido rápido. Ha sido. He tenido y no he tenido suerte. He querido matar a todos de frustración y he aprendido a reírme de esa mala suerte que hay días que me sigue a todas partes. Porque de repente estás en el aeropuerto de Nueva York y son las cinco de la mañana y estás en una fila para que te den un nuevo horario para el vuelo que acaben de cancelar. No hay taxis, no están dando hoteles porque es imposible, no hay nadie y además tú vas a perder un vuelo al día siguiente. Y te preguntas que más puede salir mal.

Y llegas a Chandigarh y te siguen pasando cosas. Has perdido clases, no importa que la carta dijera que todo empezaba el 4, resulta que están desde el 25 de Julio. Igual no importa. Conoces gente maravillosa. Descubres que la India puede ser tanto caótica como hermosa y te empiezas a enamorar de ella al mismo tiempo que la odias. Detestas el sentido de la higiene, porque no existe. La comida, porque en el norte todo tiene masala y eso en grandes cantidades sabe terrible. Descubres que habla inglés nada más la gente de la universidad y aun así sobrevives. Tomas fotos. Te preguntas mil veces qué te trajo a la India.

Y conoces gente.

Un día estás a las doce de la noche comentando algo que estás viendo en Netflix y alguien dice: «¡Reykjavic University, yo intenté aplicar allí!». Yo también intenté acabar en Islandia. Y un francés te dice lo mismo. Y de repente te estás pregunta qué hubiera pasado si los hubieras conocido en un lugar diferente porque, como están las cosas, parece que siempre estuviste destinada a conocerlos. Así que la India me eligió ―yo no la elegí a ella, me cayó enfrente y yo sólo tuve que decir que sí― y aquí estamos, dos meses después, queriéndonos y odiándonos al mismo tiempo.

Les podría contar curiosidades de la India, que las hay a montones, pero las salvaré para otra ocasión. Esta entrada que no tiene que ver con libros ―ya vendrán las que sí tienen que ver con libros― es para contarles que estoy en la India, por si todavía no lo sabían y que la India es maravillosa y que probablemente, venir a la India es lo mejor ―y lo peor― que hice en mi vida. No podría pedir mejores amigos para ver Netflix a las doce de la noche y quejarme al día siguiente que no me puedo levantar. Para tomar millones de fotos de paisajes increíbles y quejarme con la boca abierta ante lo que la India tiene que ofrecer. Así que aquí vamos. Estos son dos meses en la India y esta entrada va a ser muy larga. (¿Ya les parece? Eso fue sólo la introducción)


No hay cosa más icónica de la India, fuera del colorido y la ropa tan hermosa, que los rickshaws de las películas de Bollywood. Y si no han visto una, ya deberían estar viéndola. La foto es en Chandigarh, cuando un buen conductor decidió que se iba a tomar una siesta en el trabajo. No he explorado Chandigarh demasiado bien porque esta lejos e ir y volver es una odisea. La primera vez que fuimos casi morimos de regreso porque se nos hizo tarde. Y ni que decir de que, como casi nadie habla inglés, casi morimos doble.


La Independencia de la India es el 15 de Agosto (un més antes que la de México) así que hubo actos en la universidad y una amiga y yo decidimos que lo mejor que podíamos hacer, obviamente, era salir a pasear por la universidad en pijama. Si me buscan, estoy al fondo, con mi amiga (afgani, estudia MBA y oye a One Direction). No nos enteramos de nada porque hablaron en hindi y en punjabi todo el rato, así que sólo nos regresamos a nuestro cuarto a poner el aire acondicionado después de caminar bajo el sol.

A principios de septiembre decidimos viajar a Jaipur y creo que es uno de los lugares más bonitos que he visto en mi vida. Sin exagerar (perdón San Miguel de Allende, pero creo que ya te ganaron unos cuantos lugares). Chandigarh es una ciudad nueva y tiene algunas curiosidades, pero nada como los sitios turísticos como Jaipur, llenos de palacios, templos y fortalezas. Porque además, en Jaipur me subí a un freaking elefante. ¡ELEFANTE!

Exhibit A
Exhibit B
Para quien tenga curiosidad, primero se sube quien lleva al elefante, por la trompa (haciendo que el elefante se siente) y luego lo lleva hasta unas escaleras para que puedas subirte. Cuando camina, te balanceas y lo ves todo desde arriba. Se siente maravilloso y si vienes a la India tienes que hacerlo al menos una vez, al menos de que le tengas miedo a los elefantes o que se yo.

Backstreet Boys versión India
Uno de los lugares más icónicos de la India es el Hawa Mahal ―Wind Palace― un palacio donde vivían todas las princesas reales y que tiene muchísimas ventanas ―Wikipedia sabe cuantas― y que fue la primera cosa que visitamos en Jaipur. Por favor, que no se note mi cara de «pasé 14 horas en un sleeper bus con un aire acondicionado que congelaba, mi cabello se pegó, está desordenado, pero esto es maravilloso». (Sí, pasé 14 horas en un autobus).

Más del Hawa Mahal
Si por algo se distingue Jaipur es por sus Forts. Fuimos a tres en el mismo día, acabé muerta y casi deshidratada pero valió la pena. Sentir que estás tan arriba, que puedes verlo todo, que mucho años atrás hubo soldados y guerreros defendiendo esas fortalezas. Y ya estoy pensando demasiado todo, que al final son sólo un montón de piedras y edificios pero a mí me encanta ver piedras porque todas tienen historia.

Alguien me dijo que eramos artistas de gira
La verdad, no podría pedir por un mejor squal
Hasta arriba de la Amer Fort. Porque somos los reyes den mundo, pero no es lo más arriba. Así que después de caminar un buen tramo y no morir en los túneles llegamos a la siguiente. Tiger Fort.

Best photo someone ever taken to me.
(It was the french angle)

Como dato curioso, en Jaipur hay monos como en la ciudad de México hay perros callejeros. Nada más que a la mayoría de los perros callejeros les puedes dar comida y a los monos, bueno... la verdad es que son muy agresivos y que aunque les tomes fotos y se queden tranquilos un rato eventualmente sentirás que intentan matarte. De hecho, fuimos al templo del mono y oscureció mientras estábamos allí y parecía película de terror. Si van a la India y van al templo del mono en Jaipur, por favor, no se lleven nada porque los monos son bien pinches ladrones. 

La verdad es que no se podría pedir por mejor compañía. Y miren donde nos venimos a encontrar. En la India, al otro lado del mundo para mí, en una ciudad bien al norte... bueno, en un pueblo bien al norte, en una universidad que nos hace gritar de frustración. No sé, se siente ver al final del viaje, además de llevarte todas las cosas bellas que viste en la cámara y en la memoria, poder decir que también te llevas las amistades y que una de las mejores cosas fue la compañía.


Les debo una segunda parte de Indiaventuras. Pero ya será en la semana. Hasta aquí llegamos por hoy.