Sinopsis: Calipso llegó a la isla en el peor momento. El calor avanzaba enloqueciendo a los pescadores y lo único que hacía falta era el pretexto para desatar un conflicto. Tras su primer encuentro con ella, en la playa, Teo se ve lanzado todas las noches a otro mundo. Ahí, el amor, la guerra, los sueños y la muerte cobran un matiz diferente. Conforme va descifrando cuál es la historia de su nueva amiga, el chico de doce años cae en cuenta de que en la superficie hay monstruos más peligrosos que los que habitan en las profundidades del océano. Esta es una historia sobre una voz perdida, una bruja de cabello azul que cree saberlo todo y cómo seguir nadando en medio de la sequía.
¿Alguna vez sienten que un libro los llama desde el estante en que está exhibido? Esa es una de las pocas cosas típicas lectoras que me pasan ―los libros nuevos apestan a pegamento según yo, me da igual rayarlos y escribirles en los márgenes y ciertamente no los trato como nada que sea sagrado― en mi vida y eso fue lo que me pasó con este pequeño libro de exactamente 99 páginas ―bueno, quizá unas dos más, pero ahí se detiene la numeración― de la autora mexicana Martha Riva Palacio, con ilustraciones de Roger Ycaza y perfecta edición de el Naranjo, con texto azul, como el mar; si fue a propósito o no, yo ya asumí que sí. No me contradigan, déjenme vivir el sueño.
En la isla las personas se dividen en dos grupos, uno de los cuales culpa al otro por la falta de peces, la sequía y básicamente toda tragedia que les pueda acontecer para demostrar que no los quieren. Los isleños son los oriundos de la isla y llaman criollos a los de afuera; los criollos se llaman a sí mismos la gente del mar y por lo que muestra el libro, son migrantes que se han visto desplazados de sus tierras hacia la isla. Teo es una mezcla entre ambos y le parece que no es bien aceptado en la isla, en donde vive con su tío desde que sus padres murieron, pero tampoco abiertamente rechazado. Como quien dijera, está en un vacío legal. La historia empieza con la llegada de Calipso de la mano de su abuelo, ambos criollos a la isla, mientras Teo nos empieza a explicar sus aventuras junto con la forma de vida en la isla.
Yo soy una optimista de la vida y estoy del lado de Teo: él no entiende por qué los isleños tratan mal a los criollos y yo... bueno, yo ya hubiera empezado a hacer campaña social por sus derechos, pero no estoy en el libro ―¡lástima! Pero si lo estuviera, no sería este libro tan infantil―. Sin embargo, hay quien intenta racionalizar el rechazo y a veces, hasta el odio, por los criollos y admite su discriminación como si cualquier cosa fuera ―cuando, después de incontables libros, películas y noticias deberíamos aprender que no es cualquier cosa y que más bien causa muchos problemas―; hay personajes que sólo repiten lo que otros han dicho ―por encajar―, algunos que intentan cambiar la situación ―pero no se atreven a mucho―, otros que atacan a los criollos directamente y finalmente, los más peligrosos de todos, los indiferentes.
Teo es un niño y no ha venido al mundo con los prejuicios de los adultos y, como es un poco extranjero, tampoco entiende las peleas. Por eso no tiene ningún problema en relacionarse con Calipso, una niña que no habla, o con su abuelo. Y tampoco, desde que agarró un collar en la playa, encuentra nada extraño soñar con una niña de cabellos azules y ojos dorados, porque desde que murieron sus padres no soñaba.
Por alguna razón que desconozco, la mayoría de los escritores... no, no esperen, la mayoría de los artistas, tiene alguna clase de fascinación con el mar. Como alguien que apenas recuerda el mar, lo puedo entender. Dicen que sus olas son impresionantes y el mar, por sí sólo, es una de las mayores maravillas de la naturaleza que podemos ver más fácilmente. El sueño de casi todo niño que no nació en una ciudad costera es conocer el mar y de adulto, aunque puedes odiar la playa, el mar sigue teniendo algo: hay a quien le produce calma, a quien le da paz, quien simplemente quiero verlo en los vídeos y de lejos y a quien le produce un rechazo tan profundo que en vez de ser indiferente a él, lo odia con pasión. El mar tiene algo para cada quien y en este libro, el mar y sus peces son como si fueran un personaje más.
Las ilustraciones son de Roger Ycaza y el color que predomina es el azul, seguido del naranja, haciendo un tremendo contraste que hace que las ilustraciones sean preciosas. El libro en conjunto es una historia preciosa que involucra temas como la discriminación, a pesar de no llamarla así nunca. Pero nos muestra sus efectos y, como muchos otros libros, nos deja claro que la discriminación no lleva a ningún lado y más bien sólo produce más problema. Algo que haríamos bien en recordar siempre. El Naranjo no deja de sorprenderme con sus libros (para bien) y recomiendo muchísimo este libro. Es la primera vez que tengo el placer de leer a Martha Riva Palacio y estoy segura de que seguiré haciéndolo en un futuro.