Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

viernes, 19 de junio de 2015

Brazil, Terry Gilliam | Reseña

Sinopsis: En un extraño y deprimente universo futurista donde reinan las máquinas, una mosca cae dentro de un ordenador y cambia el apellido del guerrillero Harry Tuttle (Robert de Niro) por el del tranquilo padre de familia Harry Buttle, que es detenido y asesinado por el aparato represor del Estado. El tranquilo burócrata Sam Lowry (Jonathan Pryce) es el encargado de devolver un talón a la familia de la víctima, circunstancia que le permite conocer a Jill Layton (Kim Greist), la mujer de sus sueños. Y, mientras la persigue, hace amistad con Harry Tuttle y se convierte en su cómplice

Imagina un mundo basado en 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Adolf Huxley, El proceso de Franz Kafka. Si es que has leído esos libros, claro. Brazil es esa combinación casi absurda porque... ¿a quién se le ocurre que de semejante crossover vaya a salir algo bueno, sobre todo cuando 1984 y Un mundo feliz tienen puntos de vista totalmente opuestos? Bueno, pues Terry Gilliam es el director de semejante delirio que actualmente tiene un lugar entre las 1000 películas que tienes que ver antes de morir.

Brazil tiene, de 1984, el férreo control del gobierno sobre sus habitantes, las instalaciones perturbadoras del Ministerio del Amor y las mismas tácticas que el Ministerio de la Verdad: no es suficiente con desaparecer a alguien, es necesario borrar toda pista de que esa persona alguna vez existió. De El proceso, la pesadilla burocrática interminable. Una sucesión de ventanillas, sellos y trabajadores sin aparente propósito, que cobran un sueldo haciendo sabrá dios qué. De hecjo, parece que ni ellos lo saben. Y finalmente, de Un mundo feliz, el desenfreno, la diversión fácil y la falta de cultura.

Brazil podría ser considerada una película distópica que deja por los suelos a otras del genero, más nuevas y con muchos mejores efectos. Brazil barre hasta a Matrix, uno de mis sci-fi favoritos. Un oficinista sin nada especial un día ve su vida de cabeza: ayuda a su jefe a arreglar un error de sus superiores que nunca se equivocan, encuentra a la chica con la que ha estado soñando, acepta un nuevo trabajo conseguido por su madre y se relaciona con un fugitivo de la justicia. 


La película es desenfrenada, va demasiado rápido. Por detalles, vamos viendo como es el estilo de vida de los desdichados que nacieron allí: la comida sólo se ve en fotos, todo lo que se sirve es un puré muy poco apetitoso. La esposa de un alto funcionario ve su nombre cambiado cuando alguien de más arriba lo confunde y, con la creencia de que en el gobierno no hay equivocaciones, el error simplemente se perpetúa. El mundo de Terry Gilliam es una pesadilla completa: saturado por la publicidad, controlado por el gobierno. 

No le recomiendo esta película a mucha gente. No es la película más sencilla del mundo, claro, pero si disfrutaste uno de los libros que menciono allá arriba, te aseguro que Brazil va a tener un mínimo de sentido para ti. Mi madre, que de este tipo de cosas no entiende, la detesta porque no le entiende. Porque no tiene sentido, y porque las máquinas de escribir tienen pantallas, entre otras cosas (un claro guiño a George Orwell y 1984). Pero yo la amo, precisamente por lo mismo

miércoles, 17 de junio de 2015

El aliento del cielo, Carson McCullers | Reseña

Sinopsis: Carson McCullers transmitió con una maestría insuperable la grandeza y la tragedia del alma humana. Su obra ha seducido a generaciones de lectores, mientras la crítica la encumbraba en el pedestal de los clásicos del siglo XX. El aliento del cielo comprende la totalidad de sus cuentos, trece de ellos inéditos en nuestro idioma, y sus tres novelas cortas, Reflejos en un ojo dorado, La balada del café triste y Frankie y la boda. Rodrigo Fresán enriquece esta imprescindible edición con un revelador retrato de la singularísima vida y la obra de McCullers.
Por estas páginas transitan el amor, la violencia, la soledad y el fracaso. Dotadas de una insólita musicalidad, desprenden una fuerza y una pasión que sacuden a quien las lee. En su narrativa breve, McCullers se erige en portavoz privilegiada de ese sur norteamericano que sólo unos pocos tuvieron el talento de plasmar en toda su profundidad. 

Mi hermana gemela en el mundo está estudiando letras, así que siempre me convence de leer cosas y nunca erra. La recomendación de este mes fue Carson McCullers y deben saber que me enamoré de esta increíble escritora. Les diría que la lean de manera muy enérgica ahora mismo, porque considero que sus cuentos son algo que todo el mundo debería leer al menos una vez en la vida y daría por terminada la entrada, pero me parece que debo darles mis razones para que se enamoren del libro tanto como yo.

El aliento del cielo es la recopilación más grande en español de la obra de Carson McCullers. Contiene casi la totalidad de sus cuentos —dejando de lado sólo unos pocos— y tres de sus novelas cortas, siendo también muy noA veces me parecía casi imposible lo mucho que era capaz de transmitir con sólo unas pocas frases sencillas. Sí, me tiene que enseñar a escribir. Su prosa es sencilla, pero magnífica y de hecho quiero ir a sacarla de la tumba para decirle que me tiene que enseñar a escribir.

En sus cuentos habla del Amor, con mayúsculas, de la incomprensión, de la soledad. Uno de sus temas recurrentes es también el alcoholismo. Tiene tres cuentos que abordan el tema en los matrimonios, siendo los tres una catarsis completa del tema. Precisamente fue el alcoholismo lo que destruyó el matrimonio de McCullers, así que se puede intuir una profunda desesperación en su manera de escribirlos. 

Mis favoritos, sin embargo, tratan otros temas. Madame Zilensky y el rey de Finlandia habla de música y de las contradicciones de una mujer que ha compuesto doce sinfonías, pero no parece tener nada más en la vida, sino sus doce sinfonías, tres hijos casi idénticos de padres diferentes y una colección de anéctodas que a veces casi rozan en lo absurdo. Porque como todo el mundo sabe, en Finlandia no hay rey; es una república y Madame Zilensky no puede estar diciendo la verdad. 

Me fascinó tambien Wunderkind, que habla, curiosamente, también de música. La protagonista de ese cuento es una adolescente que ha crecido con muy pocos amigos, en medio de pianos y música clásica, porque es una niña prodigio. Habla de cierta clase de soledad con la que soy totalmente capaz de identificarme y la protagonista tiene esa madurez que me hubiera gustado en una hermana mayor. 

Lo que me hizo enamorarme definitivamente de McCullers fue La balada del café triste. Es una novela corta. Cortísima, diminuta, tan diminuta como Aura, de Carlos Fuentes. Pequeñísima, intensa, y algo diferente de sus otros trabajos. Narrado en un pueblo sureño, donde no parece haber mucho que hacer, sigue las andanzas de Miss Amelia, una mujer parca, vengativa, dueña del café, acompañada siempre de un jorobado al que hace de todo por hacer feliz. La novela está cargada de cierta nostalgia y melancolía, pues, narrada desde cierto punto en el futuro, adelanta, sin decir casi nada, lo que va a pasar. Con frases y reflexiones lapidarias sobre el amor, el miedo y la soledad, nos muestra uno de esos relatos donde nos damos cuenta de que dos segundos menos de incomunicación equivalen a tres capítulos menos de angst.  

Pero de las cosas que más me impresionaron, fue la última novela corta de esta no tan pequeña recopulación: Frankie y la boda. La protagonista es una adolescente que me recordó un poco a mi misma y a lo que sentí en algún momento de la vida. Es cierto que como personaje, alguna vez quiero darle una cachetada, pero su inmadurez es tan propia de su edad que es la chica de dos años y medio mejor retratada que he visto en mucho tiempo. Con esa pequeña novela Carson McCullers hace sentir a mi yo del pasado como alguien comprendido y no sólo como una época que, en general, todo el mundio desea olvidar. 

No tengo ya suficientes palabras para decirles: Lean a Carson McCullers. No se van a arrepentir nunca. 

lunes, 15 de junio de 2015

Cero y van trescientas entradas

Tengo la costumbre de festejar cuando escribo cien entradas más porque me gusta hacer un repaso de lo que ha cambiado y de lo que se mantiene por aquí. Sé que trescientas entradas publicadas es una pequeñez para todos los años que llevo aquí, pero pues tengo largos periodos de sequía y de ganas de reseñar cosas. ¿Por qué? Principalmente porque no me identifico con el blogger promedio: no reseño libros demasiado famosos, llevo unos meses huyendo de la juvenil y tengo opiniones que muchísimas veces chocan demasiado con las del resto de la gente.

Pero 300 entradas es algo, así que estoy aquí para festejarlas. ¿Qué ha pasado en todo este tiempo?

Salí del bachillerato. Hace dos años ya y debo ser la única persona sin ganas de volver. Cerré una etapa de mi vida y aunque extraño a la gente tendría que estar loca o mal de la cabeza para volver a algo llamado bachillerato. Yo en él era básicamente esto:



O esto:


Pero bueno, no es que yo haya cambiando demasiado, sigo odiando todo e insultado todo. Precisamente entre estas cien últimas entradas se encuentran dos de mis entradas más comentadas y polémicas: El estereotipo de la chica lectora y Romantica Juvenil: El romance que nos están vendiendo. Siempre he tenido opiniones muy fuertes con respecto al tipo de relaciones románticas mostradas desde el boom Crepúsculo y toco el tema (aunque sea por encima) en ambas entradas.

¿Las reseñas más vistas en estos tiempos?  Fangirl, libro al cual, según mis estándares no le fue nada bien, y La saga de los confines, de la cual me enamoré y le recomiendo a cualquiera que esté dispuesto a escucharme. ¡¿Quién no va a querer leer fantasía épica latinoamericana ambientada en un mundo sospechosamente parecido a la américa pre hispánica con paralelismos con la conquista?!

Okey, quizá sea sólo yo.

De todos modos, LEANLO.

Además de todo, estrené sección: Poulain's Playlist, donde hablo, sin saber ni un pito, de la música que me gusta. De hecho, no sé si lo han notado, pero en este blog hablo de todo en forma amateur todo. No soy una experta, pero aún así recomiendo de todo. 

Cambie de diseño, y ya estoy pensando en cambiarlo otra vez. Quiero hacerlo más sencillo y minimalista, a ver que sale. Obviamente, con alguna C.C y un toque verde, eso ni se pregunta.

Bueno, ¡a por las 400!