Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

jueves, 12 de febrero de 2015

La otra orilla del abismo, Sofía Olguín | Reseña

Sinopsis: Absalón se define a sí mismo como un hombre de negocios. Nada más cierto: pacta con los seres humanos a cambio de años de vida. Lucienne es un taciturno muchacho que ha perdido la memoria y cuya única posesión es una misteriosa gema que lleva colgando del cuello.
Juntos recorren París en pos de cosas muy distintas: Lucienne persigue sus recuerdos, mientras que Absalón hace todo lo posible para que nunca los recupere.
Sin embargo, Lucienne no sabe que es perseguido por los siervos de Lucifago, el demonio que gobierna en el Océano Crepitante, un sitio donde moran sirenas, musas, íncubos y súcubos… Un verdadero infierno flotante situado en el fondo del mar.
Con la ayuda de Zabaroth, el jefe del mercado negro de pactos demoníacos; Sheila, una bella tarotista; y Julien, un joven huérfano, deberán luchar contra las fuerzas malignas que amenazan destruir el orden tanto del mundo humano como del Océano Crepitante.

El nuevo libro de Bajo el Arcoirís (un proyecto del que ya les he hablado), y también de Sofía Olguín, es de corte juvenil fantástico y la verdad es que es el primer juvenil que no me ha decepcionado en un rato. Tiene sus altas y sus bajas en cuanto a trama y personajes, pero nada de lo que me queje demasiado. De hecho, tengo el problema de que no sé por donde empezar a abordar esta reseña y pocas veces me pasa eso con un libro... ¿Por dónde empezar? 

Bueno, supongo que por el principio. Sofía nos mete a los dos personajes protagonistas de golpe y nos hace ir conociéndolos en las primeras escenas. ¿Quién es Lucienne? Estamos tan perdidos como él, que sabe que su única posesión es una gema que lleva colgada al cuello. Sus únicos recuerdos son haber despertado al lado de Absalón y no recordar nada sobre sí mismo. Absalón, por el contrario... parece saber más, pero lo esconde. En la primera escena narrada desde su punto de vista nos damos cuenta de que sabe más cosas, pero no las dice y entonces empiezan las preguntas, para Lucienne y para los lectores. 

El misterio está servido desde las primeras páginas y Sofía se encarga de ir alimentándolo. Responde algunas cosas, claro, sin dejar toda la resolución para el final (que a veces da por resultado finales demasiado apresurados; ejemplos tengo muchos en el basto mundo de las reseñas). El mundo demoníaco construido en el libro es muy interesante y viene acompañado de algunas leyendas que se intercalan entre los capítulos. Son muy interesantes si quieren aprender un poco más de las leyendas del mundo demoníaco que está presente en toda la novela y en ningún momento sobran.

Quizá a mí me gustan más otros libros de Sofía, no precisamente los más juveniles, pero este es muy bueno, es atrapante, de lo más fresco que he visto en Literatura Juvenil los últimos tiempos, con relaciones realistas, personajes realistas, por más demonios, musas o súcubos que sean, con personalidades increíblemente definidas y un misterio que resolver con conspiraciones incluidas, además de un atisbo de, quizá, crítica social. Al principio notaba que Absalón criticaba mucho los deseos de los humanos, pero hay una parte en el libro, en el que se da cuenta de que no son tan diferentes: también se aburren, pero ellos no pueden venderle el alma a nadie.

Yo recomiendo mucho el libro; sí, sus personajes son abiertamente gays, trans... Los protagonistas y los no tan protagonistas. Hay muy poca literatura juvenil LGBT en español —y en general en cualquier idioma—, y con esta novela de le intenta dar un poco de más visibilidad, después de todo, se supone que no debería ser un tema tabú. Esta novela estará disponible en descarga gratuita a partir del 14 de Febrero. Yo los invitó a leerla, a descargarla y, si les gusta, a recomendarla.



martes, 10 de febrero de 2015

El juego de Ender, Orson Scott Card | Reseña

Sinopsis: La Tierra se ve amenazada por una raza extraterres­tre, los insectores, que se comunican telepáticamente y consideran no tener nada en común con los hu­manos, a quienes pretenden destruir.
Para vencerlos es necesario una nueva clase de genio militar, y por ello se ha permitido el nacimiento de Ender, lo que constituye, en cierta forma, una anomalía, pues es el tercer hijo de una pareja en un mundo que ha limita­ do estrictamente a dos el número de descendientes.
El niño Ender deberá aprender todo lo relativo a la guerra en los videojuegos y en los peligrosos ensayos de batallas espaciales que realiza con sus compañeros. A la habilidad en el tratamiento de las emociones, ya característica de Orson Scott Card, se une en este libro el interés por el empleo de las simulaciones por orde­ nador y los juegos de fantasía en la formación militar, estratégica y psicológica del protagonista.

Leí este libro porque de repente empezó a aparecer en todas partes. Twitter, ask, se empezó a hablar de la película (y lo leí hace tanto, que hasta aparece en el recuento de 2013). Hasta Facebook. Me causaba curiosidad, lo admito, sobre todo aquello de una academia militar de niños con inteligencia superior. ¿Quién es capaz de hacer eso con los niños? La respuesta viene en el libro: gente desesperada.

El mundo de Scott Card está unido simplemente porque hay una amenaza más grande que una guerra entre dos naciones. Los instectores están afuera y si los derrotaron una vez, parece simple casualidad. Ahí es donde entra Ender. Ha obtenido las mejores calificaciones y sus padres obtuvieron permiso de engendrarlo gracias a la inteligencia de sus hermanos mayores. Ninguno de los dos logró entrar a la academia: Peter por ser demasiado cruel, Valentine por tener demasiado buen corazón. 

Le pongo pocas pegas al libro. El personaje de Ender está muy bien construido, al igual que los de sus hermanos. Graff también (disfruté especialmente sus pláticas al principio de todos los capítulos). Sin embargo, algunos otros personajes se desdibujan porque están al servicio del protagonista, parece que se dividen en dos grandes clases: a los que les agrada Ender y a los que no. En el primer grupo está Petra, obviamente, Alai y Bean y en el segundo Bonzo Madrid, el francés (fue ya poco importante que ni siquiera me acuerdo del nombre). Lo bueno es que Scott Card acabó escribiendo bastantes más libros para hablar de estos personajes. Que sí algo dejo bueno Ender, fue eso. 

Lo que más me aburría del libro era la trama de Peter y Valentine. Sobraba, a mi parecer, porque no le veía sentido. Finalmente, un par de libros después acabé por entender su propósito, pero en un primer momento era simplemente un pedazo que podía cortar del libro y no pasaría nada de nada. 

El final, es, sin duda, de los mejores que he visto. Un engaño tan bien construido que, aunque lo sospeché, me sorprendió. Un engaño demasiado bueno, tan obvio... Que definitivamente no lo contaré. La idea no es chafarles el libro. Lo único que me hubiera gustado es que se hubieran desarrollado más otros personajes, es algo que le hace bastante falta al libro. Aunque la verdad es que Scott Card sí que los desarrolla en la saga de Bean, que acaba adquiriendo un papel, a mi gusto, mucho más importante que el de Ender.

Una pregunta que me hice es por qué decían que las chicas no pasaban las pruebas a la Academia Militar. Al ser de diez años los niños que ingresaban siempre me pregunté exactamente por qué las chicas eran inferiores. ¿Menos inteligencia? Lo dudo. ¿Menos agilidad? Hablamos de niños y niñas de diez años: son ágiles por naturaleza. Una cuestión que aun me pregunto...

Sin embargo, el libro es recomendable para pasar el rato. Ni el próximo Nobel, ni una obra de arte. Para pasar el rato. 

lunes, 9 de febrero de 2015

El español neutro es un mito

No existe


Antes de que se me abalancen, voy a decir mis razones para creer eso, porque no soy lingüista, ni mucho menos. Saber de lengua, de gramática y ortografía es sólo el resultado de leer, y leer mucho, los manuales de la RAE, lo que otras personas que sí saben escriben. Esto es para que quede claro que hablo quizá desde la ignorancia, pero también desde la experiencia (porque escribo y convivo con más gente que quiere escribir, aunque en pocos casos logro conectar con muchos de ellos).

La idea de que el español neutro no es más que un mito viene rondando desde que Sofía Olguín (escritora argentina, editora de Bajo el Arcoiris) publicó una entrada hace mucho tiempo: ¿Dialectofobia? Ahí hablaba de los cambios de la RAE que siguen dando, cinco años después, de qué hablar. Cito, tal cual, el párrafo que me hizo pensar muchas de estas cosas a las que le sigo dando vueltas, cinco años después:
Sepamos comprender la riqueza de las distintas variedades del español, no dejemos un libro de lado porque tiene palabras que no comprendemos, sepamos que el español neutro de la mayoría de las novelas traducidas es eso mismo: neutro. Es un dialecto inofensivo, que no tiene carga ideológica. Es un dialecto que no existe porque nadie lo habla. Es un dialecto pobre, más que pobre: paupérrimo. Pero sirve para lo que sirve, por supuesto. Es necesario. Pero no lo valoremos más de lo que se merece.
E incluso, al reparar en muchas novelas traducidas en supuesto español neutro me encuentro con algunas palabras como... bragas, coño, güay, moños refiriéndose a chongos, móvil, ordenador... Para mí eso no es español neutro. Son palabras que no conozco y que la primera vez que las vi, siendo niña (en especial con ordenador) tuve que ir a preguntarle a mi madre. Siempre que me piden que escriba en español neutro evito hacer comentarios, pero no me gusta. Recuerdo que alguna vez me comentaron que debería escribir de vosotros y no de ustedes

Cuando escribo algo ambientado en otro país evito expresiones puramente mexicanas, como pendejo, wey, madrear, madriza, pero nunca uso palabras que yo no use. En mis historias hay celulares y no móviles, hay computadoras y no ordenadores. En mis cuentos ambientados en México está repasado todo el chingonario y todas las groserías, todas las expresiones con madre que hay. No lo voy a dejar de hacer porque unos cuantos se sientan incómodos. Quiero que mis cuentos reflejen algo real, algo que existe, quiero que mis personajes, sobre todo con los que comparto nacionalidad, hablen como yo, como la gente de mi ciudad. No quiero personajes hablando un dialecto que nadie habla, porque no existe

No quiero nazis de la lengua, porque la lengua cambia, y lo que hoy se consideran palabras bien escritas y hasta cultas, hace mucho fueron vulgarismos. Si vieran, hace quinientos años, como escribimos ahora, se llevarían las manos a la cabeza igual que hacen algunas personas con los cambios a la RAE. La lengua cambia, avanza, evoluciona y quizá algo que ahora vemos como un error deje de serlo el siglo que viene. Las lenguas que no cambian son lenguas muertas, porque ya nadie las usa para comunicarse. 

Déjense de pendejadas con el español, con la RAE, y con los vulgarismos. Si quieren escribir, escriban y desmenucen las palabras, jueguen con ellas y creen otras nuevas (como dice Sofía en Peligro: fascistas de la lengua sueltos), hagan a sus personajes hablar como lo harían ustedes, porque sólo así serán reales; si quieren leer, lean, disfruten, pero jamás desvaloricen un libro por estar escrito en español mexicano o español argentino. Pero si quieren decir cosas sobre los cambios que hace la RAE, no los hagan a la ligera, porque pueden equivocarse (como por ejemplo, con la tilde de sólo, que sigue siendo obligatoria en caso de ambigüedad). Amen su idioma, háblenlo, pero no pretendan que no cambie nunca.