Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain

viernes, 23 de marzo de 2012

Más de cien mentiras


No me canso de escucharla, de darle vueltas, de intentar aprendérmela. No me canso de pensar que Joaquín Sabina es un genio. Lo es. Sabina es un maldito genio y yo… yo amo su música.

Tenemos memoria, tenemos amigos,
tenemos los trenes, la risa, los bares,
tenemos la duda y la fe, sumo y sigo,
tenemos moteles, garitos, altares.

Tenemos urgencias, amores que matan,
tenemos silencio, tabaco, razones,
tenemos Venecia, tenemos Manhattan,
tenemos cenizas de revoluciones.

Tenemos zapatos, orgullo, presente,
tenemos costumbres, pudores, jadeos,
tenemos la boca, tenemos los dientes,
saliva, cinismo, locura, deseo.

Tenemos el sexo y el rock y la droga,
los pies en el barrio, y el grito en el cielo,
tenemos Quintero, León y Quiroga,
y un bisnes pendiente con Pedro Botero.

Más de cien palabras, más de cien motivos
para no cortarse de un tajo las venas,
más de cien pupilas donde vernos vivos,
más de cien mentiras que valen la pena.

Tenemos un as escondido en la manga,
tenemos nostalgia, piedad, insolencia,
monjas de Fellini, curas de Berlanga,
veneno, resaca, perfume, violencia.

Tenemos un techo con libros y besos,
tenemos el morbo, los celos, la sangre,
tenemos la niebla metida en los huesos,
tenemos el lujo de no tener hambre.

Tenemos talones de Aquiles sin fondos,
ropa de domingo, ninguna bandera,
nubes de verano, guerras de Macondo,
setas en noviembre, fiebre de primavera.

Glorietas, revistas, zaguanes, pistolas,
que importa, lo siento, hastasiempre, te quiero,
hinchas del atleti, gángsters de Coppola,
verónica y cuarto de Curro Romero.

Tenemos el mal de la melancolía,
la sed y la rabia, el ruido y las nueces,
tenemos el agua y, dos veces al día,
el santo milagro del pan y los peces.

Tenemos lolitas, tenemos donjuanes;
Lennon y McCartney, Gardel y LePera;
tenemos horóscopos, Biblias, Coranes,
ramblas en la luna, vírgenes de cera.

Tenemos naufragios soñados en playas
de islotes son nombre ni ley ni rutina,
tenemos heridas, tenemos medallas,
laureles de gloria, coronas de espinas.

Tenemos caprichos, muñecas hinchables,
ángeles caídos, barquitos de vela,
pobre exquisitos, ricos miserables,
ratoncitos Pérez, dolores de muelas.

Tenemos proyectos que se marchitaron,
crímenes perfectos que no cometimos,
retratos de novias que nos olvidaron,
y un alma en oferta que nunca vendimos.

Tenemos poetas, colgados, canallas,
Quijotes y Sanchos, Babel y Sodoma,
abuelos que siempre ganaban batallas,
caminos que nunca llevaban a Roma.


Nea

jueves, 22 de marzo de 2012

Menú de libros (XIII)



Primer tiempo
Graceling de Kristin Cashore
Forzando una sonrisa, que más parecía la mueca de una fiera enseñando los dientes, la miró con dureza y le espetó:
—¿De qué sirve una ejecución pública si la concurrencia se pierde la parte en que muere el convicto?

Segundo tiempo
La casa de los espíritus de Isabel Allende
—Te pueden matar —suplicó Blanca, abrazándolo.
—Me cuidaré —la tranquilizó Pedro Tercero—. No me quedaré mucho tiempo en el mismo sitio. Por lo mismo no podré verte todos los días. Espérame en el mismo lugar. Yo vendré cada que pueda.
—Te quiero —dijo ella sollozando.
—Yo también.
Volvieron a abrazarse con el ardor insaciable propio de su edad, mientras el burro seguía masticando hierba.

Tercer tiempo
Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez
—Es el diamante más grande del mundo.
—No —corrigió el gitano—. Es hielo.
José Arcadio Buendía sin entender, extendió la mano hacia el témpano, pero el gigante se la apartó. «Cinco reales para tocarlo», dijo. José Arcadio Buendía los pagó y entonces puso la mano sobre el hielo, y la mantuvo por varios minutos, mientras el corazón se le hinchaba de temor y de júbilo al contacto del misterio.

Postre
Ángel Mecánico de Cassandra Clare
—No se puede decir que certeza que sea una bruja —dijo Tessa—. Charlotte dice que no estoy marcada así como un brujo estaría marcado.
—Oh, usted es una bruja. Cuente con ello. Sólo porque usted no tiene orejas de murciélago… —Magnus vio a Tessa fruncir el ceño, y alzó las cejas—. Oh, no, tu no quieres ser una bruja, ¿verdad? Usted desprecia la idea.
—Nunca pensé… —dijo Tessa en su susurro—. Que yo fuera otra cosa más que humana.
El tono de Magnus no era insensible.
—Pobrecita. Ahora que sabes la verdad, ya no hay vuelta atrás.

martes, 20 de marzo de 2012

Dos microcuentos



Hace días estaba pensando en participar en la convocatoria de la revista chilena “Un pelo perdido” (si son escritores, o aficionados o les interesa el tema, pueden ir a este link, e informarse, o directamente a la página de Facebook de la revista) con algun microcuento que escribiera y a esa hora ya van seis. Ninguno me convence para enviarlo, pero dos me han parecido lo suficientemente buenos como para compartírselos, ambos carecen de título.

El primero es muy curioso: habla de cuentos de hadas. Pero no de cuentos de hadas tal y como los conocemos…
Cuentan que en realidad, el cazador nunca encontró al lobo y que Caperucita Roja se quedó para siempre en su estómago. Dicen las malas lenguas que el príncipe era tan cobarde que no se atrevió a sortear un bosque de espinas y la Bella Durmiente se quedó durmiendo para siempre, sin que nadie se atreviera a despertarla. También dicen, por allí, que los enanitos no dejaron que el príncipe se acercara a Blanca Nieves, y que después de comer la manzana, nunca revivió. Cuentan que a la Cenicienta se le olvidó que debía volver a las doce, y el príncipe al ver roto el hechizo pensó que ya no era tan bonita y nunca se casó con ella después de verla vestida como una vil criada. Dicen que el príncipe murió ahogado porque la sirenita no pudo llegar a tiempo. Cuentan que ninguna historia termina bien...
Nea Poulain
Y el segundo es más común (principalmente, hace tiempo que escribo una novela —ahora en hiatus— títulada provisionalmente Thirteen y todo este microcuento lo imagino como un diálogo de Ranjiv —uno de los personajes— a su amada, Nefer):
—Tengo miedo. Te lo digo… o lo intento, pero siempre sales huyendo, nunca te quedas más de tres segundos para oírme. ¿Por qué?, ¿acaso no quieres oírlo? Me lo pregunto cada vez que lo intento, ¿sabes? Pareces ser la única mujer a la que no le gusta que le digan que la aman. 
Nea Poulain 
¡Espero sus comentarios!
Nea