Sobre el 1° de Marzo.
Acá va la última, por el momento, historia de amor que tengo por el momento, la de B. ¿Recuerdan que el 1° de Marzo estaba yo excesivamente feliz? Bueno, pues les vamos a contar por qué.
B no se llama B, se llama Bryan. Lo conocí en Octubre, cuando aún era alumno regular –o semi regular- de la escuela, e iba en la mañana. Me lo presentó una amiga por casualidad y en el primero que me fije de él fue en que tenía hoyitos a ambos lados de la sonrisa. Tiene la sonrisa más bonita del mundo.
Pues éramos amigos, ya ven. Y nos fuimos de vacaciones y regresamos y un día de esos lo volví a ver, y paf! que a la semana estaba yo que me moría por él. No es guapo, no malinterpreten, es apenas siete u ocho centímetros más alto que yo, flacucho como el sólo, juega americano y nadie se lo cree (oh, sí, es el número 33 de la escuela) y es moreno, moreno, tostado tostado. Guapo guapo no es, pero es lindo.
Bueno, el caso es que un día con la pero ortografía que se puedan imaginar me dijo por sms en esos momentos de gran valentía, que le gustaba. Al día siguiente, por supuesto, como buen valiente acobardado aplicó la de yo no dije nada y no se atrevió. Pero me siguió insinuando, e insinuando, e insinuando.
Así que un día me invito por una paleta.
Ese día fue el 1° de Marzo.
En resumen fuimos por la paleta y después me acompañó al metro. En el segundo metro, ya en el trasbordo, pareció como si fuera a hacer/decir algo, pero llegamos a la estación donde me bajo y no dijo/hizo nada. Salimos y esperé mi camión. En las escaleras antes de salir… también pareció como si fuera a decir algo.
Tampoco lo hizo.
Y finalmente, antes de irme, antes de tomar mi camión, me detuvo… y lo demás es historia. Es mi novio, llevamos un mes y dos semanas y media (?) –si me lo sé con TAL exactitud- y un palito de paleta de grosella con la fecha del 1° de Marzo de 2011 aún merodea en mi mochila.
Nea.
PD: Y aquí se acabaron las historias. Por ahora.