Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain
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lunes, 27 de marzo de 2017

Los muchachos de zinc, Svetlana Alexiévich | Reseña

Sinopsis: El libro presenta el testimonio cándido y emocionante de los oficiales y los soldados rasos, de las enfermeras y las prostitutas, las madres, los hijos y las hijas que describen la guerra y sus duraderos efectos. Entre 1979 y 1989 un millón de tropas soviéticas combatieron en una guerra devastadora en Afganistán que el régimen comunista intentó ocultar: los muertos volvían a casa en ataúdes de zinc sellados, mientras que el Estado no reconocía el conflicto. Los muchachos de zinc generó una inmensa polémica cuando fue publicada originalmente en la Unión Soviética: las críticas acusaron a Alexiévich de haber escrito un texto fantasioso lleno de injurias y de formar parte de un coro histérico de ataques malignos. El resultado es una historia turbadora que expone la verdad de la lucha armada: la belleza del país y los brutales abusos del ejército, las muertes y las mutilaciones, las vidas humilladas y destrozadas de los veteranos. Los muchachos de zinc ofrece una perspectiva única, desgarradora e inolvidable sobre la realidad de la guerra.

Entre 1978 y 1992, Afganistán se fue a la mierda. A la Guerra de Afganistán se le conoce como la guerra ruso-afgana y fue la primera fase del conflicto de la guerra civil afgana. Se enfrentaron las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán (RDA) apoyadas por el Ejército Soviético (desde 1979 hasta 1989) contra los insurgentes muyahidines, grupos de guerrilleros afganos (apoyados por varios países). El conflicto, además, es considerado parte de la guerra fría. En 1992, la disolución de la URSS provocó el colapso económico del país y los fundamentalistas islámicos se hicieron con el control de la capital, Kabul. Lo mantuvieron como un régimen de terror hasta 1996, cuando se ordenó la retirada. Durante esos años, los talibanes obligaron a las mujeres a usar la burka (la prenda azul que sólo deja una rejilla en los ojos), prohibieron que las mujeres estudiaran, se les prohibió trabajar, pero tampoco podían ser atendidas por médicos varones; para los hombres fue obligatorio usar turbante, evitar todo tipo de ropa occidental. Hoy en día las cosas en Afganistán ya no son así en todo el país. Las mujeres se cubren la cabeza, pero no usan burka, algunas dejan partes de su cuerpo visibles. Algunas usan abaya, otras no. Pero bueno, volvamos a la guerra, porque venimos a hablar de soldados soviéticos.

Soldado soviético. Foto de Mikhail Evstafiev
Los soldados volvían a sus cajas en ataudes de zinc sellados, no se sabía como morían, nadie en la URSS sabía cómo era el campo de batalla en Afganistán. Los llevaban con engaños, les decían que allí harían el servicio militar. Y al llegar, se encontraban con el terror. La guerra de Afganistán ha sido a menudo llamada el Vietman de la URSS, para que se imaginen. Svetlana fue recopilando testimonios de madres, soldados, enfermeras hasta juntar este libro y, cuando fue publicado, fue un gran escándalo. Svetlana fue acusada de escribir mentiras, de manipular los testimonios, de dejar en ridículo a los soldados de la URSS. 

Este no es el único libro que Svetlana tiene sobre la guerra. La guerra no tiene rostro de mujer habla de las mujeres del Ejército Rojo durante la segunda guerra mundial y, curiosamente, no se parece en nada a esta. Los soldados que pelearon esta guerra lo hicieron porque les habían enseñado que debían ser valientes como sus padres, los que pelearon en la guerra mundial y derrotaron al régimen nazi. La URSS llevaba ya un buen rato de guerras. 

Svetlana
Desde su revolución hasta la guerra Afgana, no hubo ni una sola generación que se salvara. Así los educaron: a que darían su vida por lo que creían. Y muchos la dieron, creyeran o no. La diferencia entre los soldados de este libro y las mujeres del otro es que la voz de las mujeres siempre cambia: ellas están acostumbradas a ser relegadas, a ellas les quitaron la victoria, pero saben que ganaron. Estos soldados, en cambio, no tenían de otra. Las mujeres quizá eligieron enlistarse, pero muchos de estos chicos, no. También hablan diferente de la violencia, hombres y mujeres, por como están educados, por como los perciben, por como ven al mundo y por cómo el mundo los ve a ellos. Con este libro estuve a punto de vomitar. Pareciera que a las mujeres les han enseñado que hay que tener mas pudor, más discreción, pero los hombres no se miden. Lo cuentan todo

Кувакин Е. (1986)
Te dan ganas de llorar de ver los testimonios del campo de batalla. Creían que estaban liberando Afganistán. Pero, por alguna razón, no veían a Afganistán liberada, ni la sentían. Por eso, en medio de los testimonios, puedes notar una y otra vez como todo lo que creen a veces se va desmoronando porque ya no saben exactamente por qué o por quién están peleando. Además, si las mujeres de la guerra mundial tuvieron la victoria, aunque arrebatada, estos soldados no tuvieron ni una victoria que les pudieran quitar. Lo que es peor, les quitaron también la derrota, porque en la URSS no se hablaba de la guerra. Los muertos regresaban en ataudes de zinc sellados y, en la causa de muerte, a veces se leía muerte natural o accidente o enfermedad. No se hablaba de las heridas, del campo de batalla, no se hablaba de que los soldados soviéticos estaban siendo masacrados. A estos soldados les quitaron hasta la derrota. 


Entre los soldados de Svetlana, todos son diferentes. A algunos les cuesta matar. Otros incluso lo disfrutan o aprenden a disfrutarlo. Pero hay algo que une a la mayoría: al regreso, sienten el síndrome de abstinencia del campo de batalla, la adrenalina que obtenían allí no se compara con nada, vivir al borde de la muerte no se compara con nada. No se cortan al decirlo, al admitir que lo volverían a hacer, aunque hayan vivido todos los horrores imaginables. Hablan de lo que les dejó la guerra y algunos incluso admiten que la guerra no los hizo mejores, sino peores. Hablan de la degradación moral que les deja la guerra, de las heridas que cargan. 

El libro, la verdad, a mí me cansó muchísimo. me dejó muerta cuando lo acabé de leer. ¿Cuándo son suficientes testimonios para saber que la guerra afgano-soviético fue un horror para sus soldados? ¿Cuándo tienes suficientes testimonios de horror y violencia? ¿Cuándo dejas de horrorizarte y sigues leyendo? No lo sé. La verdad. Hay un momento en el que los testimonios se vuelven demasiado repetitivos, son una sobre exposición, pero, entonces, ¿cómo decides cuáles son dignos de estar en el libro y cuáles no? ¿Cómo los calificas si no puedes calificar las experiencias de las personas? La verdad, admiro el trabajo de Svetlana por oír todos los testimonios y hacer el titánico trabajo de ordenarlos y juntarlos en un libro. La guerra afgano-soviética necesitaba que alguien contara esta historia y todos los ataídes sellados de zinc también necesitaban esta historia, tan cruel como sea. 


Destino está haciendo un excelente trabajo con la obra de esta autora al traerla al español. Las traducciones son tan buenas, que a veces ni siquiera quiero leer la traducción al inglés de los libros y prefiero esperar. Les recomiendo mucho el libro, pero si advierto que el horror no es para todos. Algunas de las historias son demasiado crudas porque estamos hablando de una guerra. En fin. Les recomiendo mucho el libro. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Voces de Chérnobil: crónica del futuro, Svetlana Aleksievich | Reseña

Sinopsis: Tal como recalca su propia autora, este no es un libro sobre Chernóbil, sino sobre sus consecuencias ―las pasadas y las futuras―, sobre personas a las que les tocó vivir una nueva realidad que todavía existe pero que aún no se ha comprendido. Aquellos que sufrieron Chernóbil son los supervivientes de una Tercera Guerra Mundial nuclear. Según Alexievich, en este mundo hostil “todo parece completamente normal, el mal se esconde bajo una nueva máscara, y uno no es capaz de verlo, oírlo, tocarlo, ni olerlo. Cualquier cosa puede matarte... el agua, la tierra, una manzana, la lluvia. Nuestro diccionario está obsoleto. Todavía no existen palabras, ni sentimientos, para describir esto”.

Un día anunciaron el Nobel. Como de costumbre, el nombre no me sonaba de absolutamente nada. Vamos, en mi vida lo había oído (como a los anteriores). Pasaron unas horas y me aguanté las ganas de investigar todo sobre su vida. Era una mujer y era bielorrusa, así que no aguante mucho y lo busqué en google. Vi que era periodista y que su único libro traducido al español era acerca de la catástrofe de Chérnobil (o más bien, de sus consecuencias). Yo, que en una época vi cuanto documental sobre radiación se me puso delante, dije que algún día lo leería. Y luego me lo topé enfrente. Se tardó más o menos dos días más en caer y yo me tardé dos días más en empezarlo. De ahí, lo que sigue es historia. 

Este es, sin duda, uno de los mejores libros de no ficción que he leído. No creo que todo el mundo esté interesado en él, o que a todo el mundo le guste o que a todo el mundo le entretenga. De hecho, aunque yo lo he recomendado por activa y por pasiva sé que, de todas las personas que lo leerán porque yo llevo ya semanas estampándoselo en la cara a quien quiera oírme, le encantará a unas cuantas. Otras me dirán que es largo. Otros que se aburrieron. Otros me dirán "está bien", pero se quedará allí. Al menos eso creo. No conozco demasiadas personas que suelan leer texto periodístico y mucho menos de este tipo.

Voces de Chernóbil me recuerda irremediablemente al único libro que he leído de Elena Poniatowska: La noche de Tlatelolco. ¿Por qué, si entre un accidente catastrófico en Ucrania y una matanza en Tlatelolco no hay prácticamente nada en común? Por la manera de contar la historia. Tratan sobre temas muy diferentes, y están estructurados muy diferentes, pero no hay duda que las dos historias están contadas de manera oral, que son entrevistas o pedazos de entrevistas que se seleccionaron y se transcribieron. Eso, obviamente, en este libro hace difícil que te sitúes en la historia hasta que no te lo dice quien está hablando y, generalmente, nunca te lo dicen tal cual. 

Si quieres saber los datos duros y fríos de la catástrofe de Chérnobil, este no es el libro para eso,  ya hay libros y miles de documentales que se enfocan en esa parte de la carástrofe. Para eso no sirve. Apenas hay algunos números y porcentajes, aquí lo que hay son las voces de Chérnobil, literalmente. Algunas de las personas entrevistadas hablan sobre los roetguen y las dosis letales de radiación, pero de pasada, eso, al fin y al cabo, deja de importar ante algo que ya ocurrió. Eso no es lo que importa, porque en este libro está impreso el lado más humano. Habla de las consecuencias, no sólo para la ciencia, la radiación, la URSS, el comunismo, habla en sí de las consecuencias sobre las personas. 

Reactor de la Planta Nuclear. Aún sin el sarcófago.
Este, además, no es un libro que busca culpables. Los años pasan y buscar culpables ya no le importa a nadie. Además, entre los que eligieron no avisar para no cundir el pánico y trabajar en el más absurdo secretismo, entre los que prefirieron el secreto que salvar a su propia población, entre los que no informaron a los liquidadores de las dosis reales de roetguen que estaban recibiendo y entre los que dejaron pasar los días antes de avisarle al mundo que en la Planta Nuclear había ocurrido un accidente (sólo un incendio, controlado, y sin embargo, nadie dice que los liquidadores trabajaron para evitar que explotaran los otros tres reactores, cuyo efecto sobre toda Europa hubiera sido letal), los culpables son tantos, que en realidad a nadie le importa ya.

Es una historia dura y lo es porque no es una historia de guerra, no es una catástrofe causada por alguien más, como la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki: fue un simple accidente, una casualidad y eso es aún más difícil de entender. Lo mencionan en el libro. Hiroshima y Nagasaki fueron la guerra, pero Chérnobil era el átomo de la paz y nadie se imaginaba que fuera sólo un hermano del que conformaba la bomba atómica.

Pripiat actualmente: una ciudad fantasma
¿Cómo elegir entre el amor y la muerte? ¿Entre el pasado y el ignorado presente? ¿Y quién se creerá con derecho a echar en cara a otras esposas y madres que no se quedaran junto a sus maridos e hijos? Junto a esos elementos radiactivos. En su mundo se vio alterado incluso el amor. Hasta la muerte.
Ha cambiado todo. Todo menos nosotros.
Eso sí, si no conoces la historia de Chérnobil, al menos de pasada, lo más probable es que haya varias partes en el libro confusas, que quizá no entiendas a la primera, quizá te pierdas un poco porque los entrevistados dan por supuesto que al menos algo se sabe del tema. Al libro le falta ponernos un poco en contexto, pero en realidad creo que no es algo que sea totalmente necesario. Con leer la Wikipedia entiendes de que hablan los entrevistados. La mujer de un bombero que murió de la radiación a los diecisiete días cuenta su historia, como perdió a su hija y su salud por lo mucho que amaba a su marido, los liquidadores (soldados que trabajaron en el reactor), gente evacuada, gente que se negó a evacuar, gente que volvió a sus pueblos, aún abandonados, comunistas convencidos y no convencidos, científicos, historiadores, escritores... un sinfín de personas desfilan por estas páginas para contarnos su versión de la historia, sus desdichas o sus alegrías, para contarnos lo que pasó desde sus ojos. Y por supuesto, la historia varía por la cantidad de puntos de vista que hay, pero casi todos coinciden en algo: para la Unión Soviética hubo un antes y un después de Chérnobil.

Liquidadores de Chérnobil, casi todos están muertos hoy en día o enfermos
We're often silent. We don't yell and we don't complain. We're patient, as always. Because we don't have the words yet. We're afraid to talk about it. We don't know how. It's not an ordinary experience, and the questions it raises are not ordinary. The world has been split in two: there's us, the Chernobylites, and then there's you, the others. Have you noticed? No one here points out that they're Russian or Belarussian or Ukrainian. We all call ourselves Chernobylites. "We're from Chernobyl." "I'm a Chernobylite." As if this is a separate people. A new nation.
Bueno, creo que ya quedó claro; para mí este libro es un 5/5, perfecto, aunque reconozco que quizá le hace falta darnos un poco de contexto, pero es precisamente la manera de hablar de cada entrevistado lo que nos deja ver el lado más humano de la situación. Totalmente recomendado. Este libro a menudo nos recuerda que, muchas veces, la realidad supera a la ficción. ¿Quiénes somos nosotros para poder imaginarnos una catástrofe de esta magnitud cuando ni los libros que leemos se acercan al tema de esta manera? Ver el lado más humano de esta catástrofe es a menudo sobrecogedor y desesperanzador, pero también espeluznante. Porque ni en el libro más trágico de ciencia ficción existe algo como Chérnobil.