Esta reseña se publicó originalmente en Plusbits.mx, pero como la página ya no existe, la estoy republicando aquí.
Sinopsis: Desde tiempos inmemoriales, los clanes de las brujas Omar han vivido ocultándose de las sanguinarias brujas Odish y esperando la llegada de la elegida por la profecía. Ahora los astros confirman que el tiempo está próximo. Anaíd, que ha vivido durante sus catorce años de vida apartada en un pueblo del Pirineo, ignora los secretos que atañen a las mujeres de su familia... Hasta que la misteriosa desaparición de su madre, Selene la pelirroja, la enfrenta a una verdad tan escalofriante como increíble y la obliga a recorrer un largo camino cuajado de peligros.
Sin temor a equivocarme, puedo decir que esta trilogía de Maite Carranza me hizo sobrevivir entre un libro de Harry Potter y otro. En aquella época, antes del 2007, parecía que yo necesitaba mi dosis de libros fantásticos para mantenerme en paz y no pedir más libros y mi mamá acabó comprándome, uno tras otro, los tres libros que conforman La guerra de las brujas: El clan de la loba, El desierto de hielo y La maldición de Odi. Los leí de cabo a rabo, maravillada por el mundo que había creado Maite Carranza, pero no les presté mucha atención porque se atravesó un libro de Harry Potter. Los olvidé en un librero por unos años hasta que, muchos años después, Maite Carranza fue premiada por una novela más reciente, Palabras Envenadas, vino a México, firmó libros y al conocerla me acordé de esa trilogía que había leído mucho antes del boom de la literatura juvenil. Y volví a leerla.
La guerra de las brujas empieza abruptamente, con la madre de la protagonista desaparecida. Anaíd Tsinoulis es bajita, de esas chicas que no voltearías a ver dos veces y que además, tiene catorce años y no se ha desarrollado aún, lo que la convierte en el patito feo de la clase. Vive en un pueblo perdido en España, por el área de los pirineos y no tiene ni idea de que es una bruja del Clan de la Loba. Cuando su madre, Selene, desaparece y queda al cuidado de las demás brujas del clan, todo el mundo se pregunta porque Selene nunca le contó sobre su linaje o por qué no lo hizo su abuela, Démeter, que fue una de las brujas más poderosas de su generación. Y ahí empiezan los problemas.
gMaite Carranza crea un mundo de brujas maravilloso. Cuenta como en los albores del mundo, O concibió dos hijas, Om y Od, que se enfrentaron después de que Od planeara sacrificar a la hija de Om, Oma, para conseguir la juventud eterna. De las nos nacieron las dos estirpes enfrentadas en el libro: las brujas Omar, que viven en las sombras y usan la naturaleza para obtener sus poderes, mientras transmiten de generación en generación sus conocimientos y las brujas Odish, eternamente jóvenes e inmortales, que sacrifican a las jóvenes brujas Omar en su paso de niñas a mujeres para seguir siendo inmortales y jóvenes eternamente. El libro empieza justo cuando la profecía de O sobre la elegida que acabará con las disputas empieza a cumplirse.
A simple vista, parece un argumento muy típico. Las profecías realmente no dejan mucho margen de acción. Pero Maite Carranza sabe cómo jugar no sólo con la profecía que conduce todo el libro, sino con otras profecías e incluso maldiciones. Crea su mundo ayudada por el folclore común de las brujas en Europa y mitología de diversas partes del mundo, además de diversas leyendas de todas partes del mundo. De España, Anaíd salta a Italia, donde conoce a Clodia, una bruja de su edad que puede leer las visceras de los conejos para predecir el futuro y Aurelia, una luchadora que la entrena para que pueda defenderse de los peligros. Más tarde, Selene, su madre, le cuenta la historia que la llevó de Barcelona a Islandia y hasta el mismo corazón del Polo Norte. Anaíd pasa por Hungría y hasta por México. Tanto viaje, como supondrán, hacen que los tres libros sean increíblemente dinámicos.
Sin embargo, no hay acción sólo por el placer de escribir escenas que sorprendan al lector. Incluso escenas que parecen insertadas con calzador, como conversaciones de messenger de Anaíd, acaban teniendo un sentido. En libros tan llenos de relleno como los juveniles más recientes que he leído, se aprecia que Maite Carranza no meta escenas innecesarios en La guerra de las Brujas, aunque a simple vista no todo parezca tener un propósito.
La gran variedad de personajes también es increíble. Que todas ―o casi todas― las brujas sean mujeres, muestra una diversidad que no he visto en otros libros. Hay mujeres de todos tipos: buenas, malas, guapas, feas, torpes, avispadas. Anaíd es el patito feo de su generación, no sobresale por absolutamente nada e incluso siendo una bruja comete errores. Es un personaje sin duda humano y lleno de contradicciones, con gran profundidad incluso aunque represente a una adolescente muy típica: no tiene ninguna clase de backstory trágico, ni es huérfana, ni ha visto morir a nadie cercano a ella. Todos los demás personajes tienen algo que aportar, desde su torpe tía Griselda, hasta sus abuelas o su caótica madre que parece demasiado inmadura a sus treinta y seis años y aún así se vuelca sobre Anaíd para protegerla.
La narración es muy natural, yo incluso la llamaría desenfadada. Los diálogos están llenos de modismos españoles o del lugar de origen de los personajes, lo que de algún modo los ayuda a parecer más reales y menos robots. La unión entre el mundo más normal y el fantástico es perfecta. Anaíd es una adolescente y se preocupa por la música de moda al mismo tiempo que por las brujas que la persiguen a ella y a sus amigos. La mitología ayuda a lo largo de todo el libro: Odín, de la mitología nórdica, se da cita como Baalat, una de las tantas caras de Astarté, la diosa fenicia que acompañaba a Baal, o de Tanit, la versión que era adorada en Cártago. Incluso la Condesa Sangrienta, Erzebeth Báthory, que asesinó a más de seiscientas muchachas en la creencia de que la sangre de vírgenes la haría permanecer siempre joven, se da cita entre las páginas de este libro.
Definitivamente estos libros son para los aficionados a la fantasía, también para aquellos que busquen grandes personajes femeninos que no encajen en un sólo patrón, sino que sean presentadas con la variedad que las mujeres merecen. La guerra de las brujas es una historia que vale la pena en todos sentidos, entretenida y que, si no pude apreciar correctamente la primera vez que la leí, lo hago ahora, recomendándola, muchos años después de su publicación para que la gente la siga leyendo, una y otra vez.
La guerra de las brujas empieza abruptamente, con la madre de la protagonista desaparecida. Anaíd Tsinoulis es bajita, de esas chicas que no voltearías a ver dos veces y que además, tiene catorce años y no se ha desarrollado aún, lo que la convierte en el patito feo de la clase. Vive en un pueblo perdido en España, por el área de los pirineos y no tiene ni idea de que es una bruja del Clan de la Loba. Cuando su madre, Selene, desaparece y queda al cuidado de las demás brujas del clan, todo el mundo se pregunta porque Selene nunca le contó sobre su linaje o por qué no lo hizo su abuela, Démeter, que fue una de las brujas más poderosas de su generación. Y ahí empiezan los problemas.
gMaite Carranza crea un mundo de brujas maravilloso. Cuenta como en los albores del mundo, O concibió dos hijas, Om y Od, que se enfrentaron después de que Od planeara sacrificar a la hija de Om, Oma, para conseguir la juventud eterna. De las nos nacieron las dos estirpes enfrentadas en el libro: las brujas Omar, que viven en las sombras y usan la naturaleza para obtener sus poderes, mientras transmiten de generación en generación sus conocimientos y las brujas Odish, eternamente jóvenes e inmortales, que sacrifican a las jóvenes brujas Omar en su paso de niñas a mujeres para seguir siendo inmortales y jóvenes eternamente. El libro empieza justo cuando la profecía de O sobre la elegida que acabará con las disputas empieza a cumplirse.
A simple vista, parece un argumento muy típico. Las profecías realmente no dejan mucho margen de acción. Pero Maite Carranza sabe cómo jugar no sólo con la profecía que conduce todo el libro, sino con otras profecías e incluso maldiciones. Crea su mundo ayudada por el folclore común de las brujas en Europa y mitología de diversas partes del mundo, además de diversas leyendas de todas partes del mundo. De España, Anaíd salta a Italia, donde conoce a Clodia, una bruja de su edad que puede leer las visceras de los conejos para predecir el futuro y Aurelia, una luchadora que la entrena para que pueda defenderse de los peligros. Más tarde, Selene, su madre, le cuenta la historia que la llevó de Barcelona a Islandia y hasta el mismo corazón del Polo Norte. Anaíd pasa por Hungría y hasta por México. Tanto viaje, como supondrán, hacen que los tres libros sean increíblemente dinámicos.
Sin embargo, no hay acción sólo por el placer de escribir escenas que sorprendan al lector. Incluso escenas que parecen insertadas con calzador, como conversaciones de messenger de Anaíd, acaban teniendo un sentido. En libros tan llenos de relleno como los juveniles más recientes que he leído, se aprecia que Maite Carranza no meta escenas innecesarios en La guerra de las Brujas, aunque a simple vista no todo parezca tener un propósito.
La gran variedad de personajes también es increíble. Que todas ―o casi todas― las brujas sean mujeres, muestra una diversidad que no he visto en otros libros. Hay mujeres de todos tipos: buenas, malas, guapas, feas, torpes, avispadas. Anaíd es el patito feo de su generación, no sobresale por absolutamente nada e incluso siendo una bruja comete errores. Es un personaje sin duda humano y lleno de contradicciones, con gran profundidad incluso aunque represente a una adolescente muy típica: no tiene ninguna clase de backstory trágico, ni es huérfana, ni ha visto morir a nadie cercano a ella. Todos los demás personajes tienen algo que aportar, desde su torpe tía Griselda, hasta sus abuelas o su caótica madre que parece demasiado inmadura a sus treinta y seis años y aún así se vuelca sobre Anaíd para protegerla.
La narración es muy natural, yo incluso la llamaría desenfadada. Los diálogos están llenos de modismos españoles o del lugar de origen de los personajes, lo que de algún modo los ayuda a parecer más reales y menos robots. La unión entre el mundo más normal y el fantástico es perfecta. Anaíd es una adolescente y se preocupa por la música de moda al mismo tiempo que por las brujas que la persiguen a ella y a sus amigos. La mitología ayuda a lo largo de todo el libro: Odín, de la mitología nórdica, se da cita como Baalat, una de las tantas caras de Astarté, la diosa fenicia que acompañaba a Baal, o de Tanit, la versión que era adorada en Cártago. Incluso la Condesa Sangrienta, Erzebeth Báthory, que asesinó a más de seiscientas muchachas en la creencia de que la sangre de vírgenes la haría permanecer siempre joven, se da cita entre las páginas de este libro.
Definitivamente estos libros son para los aficionados a la fantasía, también para aquellos que busquen grandes personajes femeninos que no encajen en un sólo patrón, sino que sean presentadas con la variedad que las mujeres merecen. La guerra de las brujas es una historia que vale la pena en todos sentidos, entretenida y que, si no pude apreciar correctamente la primera vez que la leí, lo hago ahora, recomendándola, muchos años después de su publicación para que la gente la siga leyendo, una y otra vez.