Sinopsis: Estamos ante una narración en forma autobiográfica, ambientada en Moscú en vísperas de la revolución, de un joven impelido por «el deseo de conferir a mi personalidad un carácter singular», desde sus últimos años de instituto hasta su reclusión en el solitario universo de la cocaína. Osada, profunda e incómoda, esta novela cuya paternidad llegó a atribuírse a Nabókov y no sería esclarecida hasta 1994.
¿Qué aprendí? A no leer libros ni porque en su título mencionen una droga y suene interesante. Novela con cocaína, ¿eh? Suena interesante, profundo, pero la realidad es que estamos ante un tabique que sufrí para acabar de leer. Si hubiera tenido más páginas lo habría aventado lejos antes de llegar a la mitad, porque el libro me resultó tan, pero tan insufrible en algunos momentos. No sé exactamente por qué, quizá la manera en la que está narrado.
Narra la vida de un chico desde sus últimos años de instituto hasta que acaba en el caro mundo de la cocaína. Y solitario además. La primera parte, que habla de sus últimos años de instituto no tiene absolutamente ningún interés y lo único que conseguí fue sentir asco hacia el chico por la manera en la que trata a su madre. No es que sea un problema que un personaje haga eso, el problema es que en bastantes páginas no me hizo sentir nada más. En general, su manera de pensar de las mujeres me daban ganas de golpearlo en la cabeza, pero ¡oigan! me hacía sentir algo. Durante los años de instituto narra una guerra dentro de su aula, con un compañero que llegar, desde las calificaciones del fondo, hasta las mejores. El único problema es que lo narra con un tonito tan falto de interés y con una prosa que me recuerda mucho a Nabokov, pero sin su humor ácido.
En fin... pasé esa parte. Llegué a la segunda, donde se echa una novia. Es, la verdad, la parte más fresca del libro. No me interesó demasiado tampoco, pero pude pasar por ella con más facilidad y mucho menos sueño. Al menos el asunto iba mejorando... Yo disfrutaba con los apuros del protagonista para conseguir dinero. Ja. Disfrutaba verlo sufrir.
Y luego llegamos a la tercera parte del libro, no demasiado larga, que fue por lo que me descargué el libro: la bendita cocaína. Al tipo dos conocidos en común lo llevan a conocer el mundo de la cocaína... mentira, sólo a su dealer, y creo que es porque el chico en ese momento trae dinero, y de allí al final el asunto se vuelve enfermizo. Primero un gramo, después otro, después dos gramos de tirón. La caída por la espiral de la adicción me agradó, claro, no voy a decir que no disfruté verlo caer en desgracia y perder el dinero.
Sin embargo, aprendí la lección: no leas libros sólo porque traen nombres de drogas enfrente y te da morbo, pueden tener dos partes casi infumables antes de que la dichosa droga aparezca. Bueno, ante todo, diré que el libro no fue para mí. O que tal vez lo lea en un tiempo y descubra que no era tan malo. Quien sabe, por lo pronto, me durmió.