Ya van a
empezar otra vez. Que sí el que lee «Cien años de soledad» es más
lector que el que lee «Crepúsculo», y que si tiene más valor leer «La región más
transparente» que leer «Hermosas Criaturas» y a le revés. Que si sólo leen las
sagas de moda por curiosidad, que si no son cultos si no leen a Borges a
Shakespeare, a García Márquez o a Vargas Llosa. Que si lo único que conocen de
libros es a Suzanne Collins con «Los juegos del hambre», o que si la literatura
juvenil es menor literatura por ser para jóvenes. Hace poco vi que una chica
decía «ya se creen que han leído todos los clásicos porque han leído Romeo y
Julieta». Me dieron ganas de preguntarle si lo había leído ella, cuántos
supuestos «clásicos» había leído. Porque hace doscientos años también existían
los refritos: Jane Austen escribía telenovelas (bien escritas), Louisa May
Alcott intentos de lecciones morales y Salgari libros de aventuras bastante
entretenidos de dudosa calidad literaria para los puristas de la literatura.
Y empiezan a
chillar como cerdos sus distinciones, quién es lector y quién no. Si te gusta
Crepúsculo (una novela bastante plana con una bonita redacción) debes ser
estúpido (porque obvio no puedes ser inteligente con semejantes gustos) y si ya
leíste a García Marqués obvio, obvio, tienes que ser cultísimo. A los hipsters les gusta Battle Royale y no
Los juegos del hambre, porque la segunda es una copia de la primera y no
entienden que cada una aborda el mismo tema de maneras completamente
diferentes. Y luego vienen los que no
pueden imaginar que un adulto pueda disfrutar la fantasía como se debe, porque
eso es para chicos. «Eso son tonterías y un adulto con un mínimo de
inteligencia no lo puede disfrutar».
Cacarean siempre
sus distinciones (tú sí eres lector, tú no, tú no puedes serlo; es como un club
de niños de primaria en el que el jefe decide quién puede entrar y quién no) al
mismo tiempo que despotrican contra la RAE y sus cambios (fascistas de la
lengua, que no se imaginan que la lengua cambia, y que hace mil años se
estarían horrorizando de cómo hablamos ahora). A ninguno se le ocurre ir y
abrir un diccionario (y hasta el básico funciona), para averiguar que carajos
es un «lector» según su preciado español, que defienden, según ellos, hasta de la misma RAE.
Lector, ra.
(Del lat. lector, -ōris).
adj. Que lee o tiene el hábito de leer.
Ahí está el
significado según la RAE, para quien pregunte y para quien no se le haya
ocurrido. Y leer va desde leer el periódico hasta leer las novelas de Nicholas
Sparks y las de Blue Jeans, las novelas eróticas, los clásicos, Isabel Allende
(a quien llaman imitadora de García Marqués), a los premios nobel, a Danielle
Steel, a Fuentes y a Juan Rulfo. Leer lo engloba todo, sin distinciones o
discriminaciones. Para distinguir y discriminar ya está la raza humana bastante
sobrada.
Así que sí. Todos
somos lectores si tenemos el hábito de leer. A los puristas de la lengua, lo
fascistas que quieren decidir qué te hace culto o qué no, que vaya y lea a sus
clásicos y a su buena literatura y deje de molestar. Que los demás leemos. A
secas.
Que cada quien lea
lo que le dé la gana. Que para eso tenemos libre albedrío, mal que nos pese y
no vamos a llegar a ningún lado si a los ocho años nos dicen que leemos basura,
que deberíamos leer Guerra y Paz (y luego que preguntan por qué odio a Tolstoi).
Qué tipo de lector sea cada quien, eso ya es otra cosa. Pero dejen de intentar meternos sus opiniones (tanto si son fans de Meyer como de Borges) por las narices como gallinas que cacarean siempre las mismas palabras.