El blog cumple trece años. Eso es una eternidad en el mundo del internet, pero ya saben que yo planeo que me saquen de este blog con los pies por delante. Y es que trece años se dicen pronto, pero resulta que son una eternidad, que cada entrada que pasa me acerco más a las mil e imaginen haber escrito mil veces algo para el internet. En trece años he cambiado de opinión sobre libros, he reforzado otras, me he convertido en una lectora de la que estoy orgullosa y he hecho muchas cosas que he disfrutado mucho.
Hoy quiero aprovechar para hablar de mi yo lectora, más que nada. La quiero mucho. Me ha hecho descubrir muchas cosas, aún cuando ha pasado meses sin tocar un solo libro. Quiero hablar de sus opiniones, las que se ha ido haciendo en trece años. Quizá porque quizá en trece años deseo volver a verlas y recordarlas y contrastarlas, quien sabe en donde estemos en trece años más.
Así que acá están, trece cosas que pienso como lectora. Que pienso yo. Si ponen algún saco, no es mi pedo.
1. Odio el verbo consumir para referirse a leer; saquen al capitalismo como único modo de aproximarse a las historias.
No lo soporto. Odiar me parece un verbo muy fuerte pero muy adecuado. Convertir a la lectura en simple consumo me parece mutilarla completamente. Además, ayuda mucho a, en lugar de volver a la crítica una conversación, sólo se apela a ser "un buen consumista" dentro de ciertos preceptos morales que cambian cada tres semanas dependiendo de en qué parte del mundo te encuentres geográficamente. También ayudó a cimentar la idea de que la única manera de apoyar a los autores es por la vía monetaria y capitalista (en la que los únicos que ganan son los dueños de las grandes editoriales o los patrones: no ganan ni editores, ni autores, ni correctores, ni absolutamente ningún miembro del proletariado sin medios de producción) y los convirtió en máquinas que tienen que publicar un libro al año para mantenerse relevantes en las mesas de novedades (de lo contrario, no hay "consumo", porque ante todo el consumo es inmediatista y dejan de ser relevantes por todos lados). Si osan tardarse más, el estándar impuesto por la sociedad de consumo no para de llamarlos flojos (y con perdón, pero yo no respeto a nadie que me diga que Martin o Rothfuss o cualquier autor es un flojo).
Además, pensar en términos de consumo lo único que hace es evitar que pensemos en la lectura fuera del capitalismo. En vez de promover las historias, promovemos comprar la edición más bonita, más completa, más nueva. Usen consumir para lo que es, no para las historias. Y lean, por el amor de dios. No consuman historias.
2. Las reseñas no son para los escritores. Pueden hacernos felices, pero no son para nosotros.
Los comentarios en mis fanfics son para mí y como tal exijo que no me vayan a contar como hubieran escrito cosas que ya escribí (especialmente cuando lo hacen feo). Las reseñas no son para mí (y si me hacen una, tengan la decencia de no etiquetarme, no tengo interés, aunque no niego que algunas veces pueden hacerme feliz). Las reseñas son para otros lectores y por eso me parece tan importante que haya variedad en ellas. No todos tenemos el mismo camino lector ni vamos en el mismo viaje. Lecturas que a otros les desagradan pueden encantarnos, lecturas que a otros les fascinaron a nosotros pueden no gustarnos. Y está bien. Me gusta ver esa clase de disentimiento en los libros que leo.
3. Decir reseña objetiva es un oxímoron. Estamos evaluando desde nuestra experiencia lectora y esta es siempre subjetiva y atravesada por distintos contextos lectores. Podemos pretender la objetividad, pero siempre estará atravesada por esos detalles.
4. Estoy muy cansada de responder por qué leer mujeres; pregúntenme otra cosa. Llevo seis años respondiendo la misma cosa. Por favor, es hora de parar.
Ya no quiero que me inviten a eventos y me pregunten por qué es importante leer mujeres; que lleguen en internet y me hagan la pregunta y casi casi me pongan después: justifique su respuesta. He respondido de todas las maneras que se me ocurren; hoy mi respuesta es simplemente leerlas. Me pone triste, en cierto sentido, que el mismo círculo de toda la vida siga haciendo las mismas preguntas. Es para que sí, ya de una vez asumamos que leer a las mujeres también es importante (a las buenas escritoras, a las malas, a las de fantasía, a las de ciencia ficción, a las locales y a las extranjeras) y nos preguntemos qué sigue de allí. A dónde vamos.
En vez de caminar en círculos, volver al punto, llegar a un evento y que se alce la misma mano de toda la vida: ¿por qué leer mujeres?
Así me voy a poner si me siguen preguntando |
5. Encuentro muy inútil calificar de buena o mala moralmente a una historia porque no creo que sean juicios objetivos: siempre responden a una época, a un lugar y una manera de pensar específicas.
Creo que últimamente estos juicios además pecan de mala fe: no atienden al subtexto ni a lo que el autor quiere contar, no atienden a su contexto, su manera de pensar, ni su época. Se hacen muchos juicios presentistas como máximas (y a la vez, se acallan otros juicios importantes porque "el libro es del 1800 cómo que Lovecraft era racista hasta para los racistas estándares de su época") y se ignora el contexto en pos de demostrar los increíbles principios morales del autor. Se miran obras asiáticas desde la occidentalidad, se le pide a obras latinoamericanas que se ajustan a los contextos de España o de Estados Unidos... En general creo que no tiene mucho sentido. Los libros son libros.
Podemos voltear a ver a los autores y ver cómo lo que pensaban influía en aquello que escribían (pues no escapamos, ninguno, de que nuestra filosofía y forma de ver la vida acabe en nuestras historias), pero encuentro estéril promover sólo las historias "buenas", puesto que la ficción que nos incomoda o busca en nosotros respuestas como la indignación, la tristeza o hasta el mirar a la esperanza usualmente no es esta idea higiénica de lo que se considera "bueno". No todas las historias son fábulas. Los libros no son un salón de clases. Pecar de literalidad no va a matarnos; pero al menos, sí desaparece los matices.
6. Detesto las lecturas puramente alegóricas de la fantasía. Me caga que la única manera en la que creen que le pueden dar seriedad al género es buscar un supuesto significado oculto que todo tiene que tener.
El dragón no es un dragón, sino una representación de algo más; les dan tanto miedo los dragones que no quieren ni concebirlos como tal. Tienen que ser sólo la representación de algo más y no dragones. En fin, ¿si todo lo que importa es la alegoría, según esa gente que no puede hacer otra lectura que no sea alegórica, por qué chingados me senté a escribir fantasía?
No más entiendo que no les interesa ni su estética, ni sus elementos, ni sus historias. Buscan no más símbolos. Se me hace la simplificación más burda del género. (Aplíquenlo también a la ciencia ficción y en general a la literatura no mimética, pero hablo específicamente de fantasía porque soy fantasista).
7. Las editoriales (de ningún tipo, ni siquiera las independientes), como empresas, no deberían tener ningún espacio en el fanfiction o en el fandom. No quiero que promuevan sus libros con las fórmulas del fanticion (que me digas que algo es enemies to lovers sólo me sirve cuando ya conozco a los personajes y así con la mayor parte de los tropos), no quiero que anden buscando fanfiction parta ofrecerles publicación después de que sea editado como original (yo sé que es el sueño de muchos y no los juzgo, pero un día esto de andar publicando fanfiction como manuscrito mientras lo gritamos fuerte nos va a explotar en la cara y, además, yo personalmente, me lo tomo como un insulto a mi trabajo, pero eso ya es personal). No quiero que pongan reglas para escribir fanfiction (cualquier lista de reglas que a alguien le gustaría que siguieras para que escribas fanfiction de sus cosas es bullshit, porque el fanfiction es para la comunidad y para uno, no para ellos). No quiero que se metan al fandom. No quiero verlas ni cerca del fandom. No, no está a discusión mi opinión sobre esto.
8. El debate de si los fanfics son o no mejores que libros publicados me parece uno de los más estériles del mundo. En serio, ¿a quién le importa?
El trabajo transformativo, los fanfics dentro de este, no necesitan ajustarse a los estándares de calidad de nadie para existir, ni a la particular moral de nadie. Existen y punto. Defenderlos diciendo que hay mejores que libros publicados es insultar a las fanfickers que fuimos a los trece años que publicaron basura y media, ignorar lo mucho que My Inmortal o Perla Shumajer impactaron al mundo. Decir que valen la pena sólo porque somos capaces de hacerlo mejor. Somos capaces de hacerlo mejor y peor. Igual que los libros.
El punto es que los fanfics existen. Y se van a quedar aquí. No importa si son buenos o malos. Son.
9. Sí hay una parte de booktube/bookstagram/booktok o lo que se les ocurra que no hace promoción a la lectura, sino al consumismo. Se indignan cuando se los dicen, pero bookhauls donde no se habla de leer sino de comprar libros no es promoción de la lectura.
Ya es hora de asumir que hay gente que hace promoción a editoriales, que habla de lo que compró, que promueve el consumismo. No hay que ser inocentes. Hay gente que hace bookhauls de treinta libros, que les pone títulos aludiendo a su poder adquisitivo, que habla de "consumir historias" en vez de decir el verbo leer (hasta es más corto), que graba videos que son largos comerciales a las editoriales suficientemente poderosas como para pagarlos. Gente que dice que la piratería es un robo, pero no pagó ni la mitad de los treinta libros que está enseñado porque una editorial quiere que haga publicidad; gente que no habla de leer, sino de lo llenos y enormes que son sus libreros. No todo es promoción a la lectura. Ni la mitad es mediación.
10. El capitalismo triunfó (aun más) cuando las editoriales convencieron a sus trabajadores y a sus escritores que la culpa de la precariedad la tenía la gente que pirateaba y no las empresas explotadoras, como ellos. No tengo nada más que agregar. La piratería existe porque la precariedad existe y la precariedad existe porque el capitalismo existe y las empresas existen en él. No, no hago distinciones entre grandes y chiquitas. Patrones son patrones. Aquí y en China.
11. La ficción no va a enseñarte ética. Perdón, pero no. No. Sólo no. La ficción no es tu profesor de ética, por favor, no la tomes como tal.
Hay muchos que piden una visión higienizada de la ficción, que nunca nadie cometa errores, que la diversidad sea siempre "buena" (acaban contribuyendo a clichés tales como los del "indio bueno" que no más son racistas, pero bueno, háganle como quieran, qué les digo yo), que todos sean wokes y conscientes en las historias. Lo cierto es que los personajes se merecen también ser seres complejos, buenos y horribles, capaces de cometer errores y de levantarse, o de seguir enterrándose, o de ser el mal encarnado.
Si alguien los toma como maestros de ética, bueno. Diría que no es mi problema, pero ya dejen de hacerlo.
12. Es hora de enterrar las expresión "debes leer esto" dentro de los círculos de mediación lectora diez metros bajo tierra. No, nadie debe leer nada (a menos de que sea su tarea de literatura). No, I will not elaborate.
13. Leer no te hace mejor persona. Como quien dice, hay mucho cabrón muy leído.
Parte de la propagando dizque por la promoción de la lectura es que leer nos hace mejores personas (no como la tele). Al final, contar historias en un medio o en el otro no hace mejores ni a las personas que leen ni a las personas que se sientan a ver una serie.
Ah, pero la superioridad moral lectora cómo cala. Es pura propaganda. Lean porque les gusta, no porque alguien o algo les dijo que serán mejores o que aprenderán mucho. Lean críticamente, pero no para subirse en su banco de la superioridad moral. Lean porque lo disfrutan. Y si no lo disfrutan, no manchen, no se torturen.
No hay un premio de mejor persona al final del camino. Quédense porque es su pasión, como la mía.
Feliz adolescencia a mi blog.