Primer
tiempo
El
Castillo Ambulante de Diana Wyne Jones
—Espera
un momento —dijo Sophie—. Si vas al funeral como un setter, ¿para qué te has
molestado en vestirte todo de negro?
Howl
levantó la barbilla y puso una expresión noble.
—Por
respeto a la señora Pentstemmon —dijo, abriendo la puerta—. Le gustaba que
pensáramos en cada detalle.
Segundo
tiempo
El
Coleccionista de Relojes Extraordinarios de Laura Gallego
—Estrella
número 87.432.004.556.342 —dijo—. Nombre… —chupó el extremo de la pluma,
pensativo; después, su mirada se detuvo en Jonathan que retrocedió un paso,
instintivamente—. Sí, ¿por qué no? Jonathan —murmuró y escribió el nombre de
Jonathan en su libro—. Aunque, espera… si no me equivoco, así se llamaba
también la número 49.876.326.899. Hum, que dilema… Aunque tal vez, cambiando
una letra… —volvió a escribir en su libro—. Eso es: Estrella número
87.432.004.556.342, nombre… Jenathan. Llega un momento en el que se acaban los
nombres y una estrella es algo demasiado hermoso como para ser bautizado con un
frío número, ¿no crees?
Tercer
tiempo
El
Mago de Michael Scott
—No
—reconoció finalmente Scatty—. Jamás he mantenido una relación una relación
íntima o especial con alguien —continúo con una tímida sonrisa—. Los
Inmemoriales me temen y evitan. E intento no encariñarme con los humanos. Es
muy duro ver cómo envejecen y mueren. Esa es la desgracia de la inmortalidad,
ver cómo cambia el mundo, cómo odo lo que conoces se marchita y se pudre.
Sophie, recuerda esto si alguna vez alguien te ofrece a inmortalidad. —Scathach
pronunció esta palabra como si fuera una madición.
Postre
Cumbres
Borrascosas de Emily Brontë
—[…]
Tanto interés tengo en casarme con Edgar Linton como en estar en el cielo, y si
el malvado de mi hermano no hubiera condenado a tantas bajeza a Heathcliff,
nunca se me hubiera ocurrido. Ahora me envilecería casarme con Heathcliff, de
modo que no sabrá cuánto le amo y eso no
por ser guapo, Nelly, sino porque es como una parte de mí misma. No sé de qué
están hechas las almas; pero la suya y la mía son iguales y la de Linton tan
distinta como un rayo de luna de un relámpago o como el hielo del fuego.