Vengo con otra clasificación, sí, otra. Ahora de los profesores. Es que son tan variados que es imposible no clasificarlos, imitarlos, pintar caricaturas de ellos o desear tirarlos por las escaleras todos los días. Así que después de clasificar a compañeros de clase, vengo a clasificar a los profesores, basándome, por supuesto, en esos profesores que me han tocado a mí… y en mi propia experiencia. Pueden faltar, pueden sobrar, pero recuerden que esto se hace a mi criterio.
a) El más malo de todos. Su asignatura a veces es complicada (y si no lo es, el mismo profesor la vuelve), sabe muchísimas cosas y puede enseñar muy bien, pero deja demasiada tarea, nadie –ni el más matado- saca diez con él y sus exámenes provocan pánico, estrés y todos esos trastornos nerviosos que te entran cinco minutos antes de su examen.
b) El malo que no sabe nada. Es un maestro como el anterior, con la única diferencia de que no sabe nada de nada y no consigue enseñarte nada en su clase. Obviamente, el pánico te entra antes de su examen porque no sabes nada de nada del tema porque el maestro NUNCA te lo pudo explicar bien.
c) El que quiere parecer malo y es un pedazo de pan. Sí, quieren parecer muy malos, pero la verdad es que… no lo son.
d) El típico barco. Nunca falta. Y puede ser cualquiera, tanto mejor si es en las asignaturas de ciencias y todas esas. Puede saber mucho, y ser un genio, pero de que las cosas se las pueden entregar mil años después y mal, no hay duda. El que no aprueba con ellos, es porque simplemente, NO asistió a sus clases.
e) El barco que no sabe nada ni controla al grupo. No sabe nada, no sabe explicar, no consigue que te intereses en su clase y, por eso, por supuesto, tú buscas una cosa más interesante que hacer: como platicar, lanzar bolitas de papel, ligazos (hace poco estuvieron de moda en la escuela…), burlarse de los maestros en su clase o dormir. El grupo entero logra desesperarla, y con grupos verdaderamente crueles, puede acabar casi llorando y amenazando con renunciar (no, eso no es una amenaza para los estudiantes, pero ya se sabe… ellos creen que sí).
d) El genio que va demasiado rápido. Explica muy rápido y nadie entiende. Cuando acaba, por supuesto, cree que todo el mundo aprendió y se sigue y se sigue. El resultado es que, por supuesto, ¡nadie aprende nada! Lo que sí es que cuando se da cuenta no se pone muy contento.
e) El que cuenta chistes malos. Y cuando los cuenta, nada más se ríe él; obviamente, cuando nadie se ríe, tampoco se pone precisamente feliz.
f) El que inconscientemente da risa. No lo sabe –y tampoco se lo digan, por supuesto- pero da una risa tremenda cuando da clase o hace chistes inconscientemente. ¿A quién no le ha tocado uno así?
g) Al que todo el mundo odia. ¡No falta, jamás falta! Y no, puede que no sea el malo malísimo, pero aunque sea barco, más barco que nada, es imposible que a alguien le caiga bien. Parece que tiene algo que hace que a todo el mundo, sin excepción posible, le caiga terriblemente mal. Y sí no niego que dan ganas de tirarlos por las escaleras algunas veces.
h) El que a todo el mundo le cae bien. Totalmente opuesto al anterior. No hace falta más explicación.
¿A quién reconocieron? Cuente, cuenten sus experiencias.
Nea.