Divagaciones de una Poulain
by Nea Poulain
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lunes, 12 de marzo de 2018

Casas vacías, Brenda Navarro | Reseña

Sinopsis: Casas vacías habla del dolor de las mujeres ante la desaparición de un hijo y de su propia vida. Es una novela que también cuestiona la maternidad y abre la posibilidad de un diálogo sobre cómo se enfrentan las maternidades no solicitadas y que son impuestas socialmente. Casas vacías es la primera novela de Brenda Navarro y el primer libro editado por Kaja Negra. Es el primer paso de nuestro proyecto editorial.

Esta es una novela que puede leer todo el mundo, sólo necesitan descargarla. Ya les puse el link al proyecto editorial en la sinopsis, pero si no, también la pueden encontrar en Bookmate de manera totalmente gratuita. Ahora sí, quiero pasar a contarles un poco del libro y de lo que me pareció, porque me parece que es un libro con tantos temas, con tanta profundidad, que no acabaré nunca de hablar de él. Casas vacías es una novela que agarró mi corazón, lo estrujó, lo hizo pedazos y después me lo regresó todo maltratado, es un libro que tuve que darme tiempo para digerir, puesto que no sabía exactamente como sentirme al acabarlo, es un libro impresionante. Ya verán, espero convencerlos con esta reseña.


La autora es la mexicana Brenda Navarro, a quien pueden encontrar en twitter como @despixeleada, por si quieren conocerla un poco más; también dirige el proyecto Enjambre Literario y es estudiante del Máster de Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía por la Universidad de Barcelona. Yo no la conocía para nada hasta que tuve el libro y empecé a leerlo en mi cuenta de Bookmate y, definitivamente, qué buena carta de presentación. La conocí sólo por sus letras y de verdad me sorprendió, Casas vacías es una novela que habla del dolor sin caer en lo cliché, habla de la pérdida de manera completamente sincera, es un libro impresionante. Decidí, pues, dividir esta reseña en varios tópicos para poder hablar de todo un poco con orden.

Los desaparecidos


México es un país de desaparecidos. Algunos los olvidamos a veces, porque son tantos que contarlos se ha vuelto casi imposible. Pero sus mamás siguen buscando, aunque sea un indicio, lo que sea, siguen exigiendo que aparezcan y que se los regresen. ¿Se han preguntado lo que sienten esas mamás mientras buscan, de manera incansable, aunque sea una pista del paradero de sus hijos? Con los desaparecidos uno no puede tener un duelo como con los muertos, ¿qué tal si están vivos? De repente, están siempre vivos, hasta que no aparezcan, están siempre vivos. En esta historia, Daniel tiene tres años cuando desaparece casi enfrente de los ojos de su mamá, que lo había llevado al parque. Se lo roban casi enfrente de ella y no lo vuelve a ver.


Desde ese momento, ocurre un torbellino en sus emociones. Daniel es su único hijo, no tiene otro, es autista, ¿qué va a hacer sin ella? De repente se siente mala madre, porque se lo robaron cuando se suponía que ella estaba vigilándolo, porque admite, sin muchos remordimientos, que hubiera preferido que fuera su hija adoptiva/postiza, la sobrina de su esposo, la que desapareciera, en vez de Daniel, el único hijo que tenía. Entonces, durante todo el libro, nos vemos obligados a prescenciar su catarsis, ver sus sentimientos que la desbordan y que no siempre son los que uno espera de la madre de un desaparecido (porque ellas parecen siempre idealizadas, una madre abnegada que lo hace todo por buscar a su hijo, a la que los medios ignoran cuando habla, pero refieren siempre que pueden sólo para reforzar las ideas de las madres abnegadas). No tenemos otra que verla romperse, una y otra vez.
Se hablaba de sangre, de asesinatos, de cifras, pero nadie hablaba de nosotras. Nuestros hijos desaparecían al doble, una vez físicamente, otra, con la indolencia de los demás.
¿Daniel estará bien? ¿Comerá bien? ¿Vivirá bien? Todas las preguntas pasan una y otra vez por su cabeza mientras ella se siente incapaz de hacerse cargo de su propia vida y se siente como madre inepta por no poder hacer más para que Daniel aparezca. De verdad, lo que más transmite su historia es la desesperación y una avalancha de sentimientos que, como lctor, de repente no sabes bien dónde meter. Quizá porque estamos acostumbrados a las historias de La Madre idealizada, abnegada, sacrificada, a la madre resignada que le exige a las autoridades que busquen a su hijo, que todo este despliegue de desesperación y de rencor (contra ella misma, contra su hija adoptiva, contra su propia maternidad) nos parece extraño y ajeno.


Las maternidades (semi)forzadas


Como en este mundo estamos rodeados de todo ese discurso que dice que una mujer no está completa como mujer hasta ser madre, quizá no las vemos. Para la sociedad, el ideal de mujer es una incubadora que hace el trabajo doméstico y realiza todos los trabajos de cuidado, además de estar siempre bella y dispuesta a que los hombres te cosifiquen. A las mujeres que no pueden tener hijos no se les considera mujeres completas; a las que no quieren tener hijos, se les trata de tontas porque... ¿por qué no querrían ser parte del milagro de la vida? Cuando una pareja se casa, lo que sigue es que todos te pregunten cuándo chingados vas a encargar. Y cuando nace el primero, no falta quien te dice que para cuando la parejita. No importa que no quieras tener hijos, de repente sólo sirves para eso.


La madre de Daniel explora la idea de su maternidad como una maternidad de la que se arrepiente, que fue (semi)forzada, que creyó que quería porque sentía que debía quererla, pero para la cual nunca estuvo preparada. Hay una parte del libro donde ella misma cuenta como se autoconvenció, mientras estaba en España, que todo iba a funcionar. Que Nagore, su sobrina política, podía ser también su hija después de perder a su madre, que después de la pesadilla del embarazo todo sería un sueño (porque eso le habían vendido con El Milagro de la Vida). Podemos experimentar su desesperación como madre, como siente que las circunstancias la obligaron a tener dos hijos en vez de sólo uno, como de repente no sabe qué hacer con Nagore, porque nadie se toma el tiempo de escuchar a Nagore, que perdió a su madre, a su país y a sus abuelos de tajo porque se la llevaron a México. Como de repente tampoco sabe que hacer con Daniel, que es autista y no logra conectar con él, no logra hacer que su marido conecte con él, que sea el padre amoroso que le contaron que sería.
La lactancia es el reflejo de las madres que quieren ahogar a los hijos ante la imposibilidad de no poder comerlos. Les ofrecemos el pecho no solo por instinto sino por el deseo obliterado de acabar con la descendencia antes de que sea demasiado tarde.


Toda la historia es desgarradora no porque nos haga ver que a veces los seres humanos somos seres horribles, sino que nos enseña, casi con lupa, los sentimientos desesperados de una madre que siente que no le pidió a nadie su maternidad y que quiere a su hijo a pesar de que parece tener arrepentimiento.

La violencia de género


Por supuesto, en una historia de mujeres, la violencia de género siempre se hace presente. Todas las mujeres estamos sujetas a ella siempre. La mujer que se roba a Daniel (y lo renombra) es una mujer que sufre violencia intrafamiliar y se muda con un novio violento para escapar de ella. Sale de una para ir a meterse a la otra, como quien dice. No es una mujer de muchas opciones, no tiene dinero, no tiene estudios. Lo que más desea es un novio que le haga un hijo porque siente que siendo una familia su vida se va a arreglar (o más bien, jugando a la familia). Sufre violencia y es desgarrador porque la tiene normalizada, porque ella misma decide que vivir en un ambiente violento es mejor que vivir en uno más violento.
Supimos, mediante los papeles delgados y escritos con máquina de escribir obsoleta del expediente judicial, que Xavi mató a Amara en un pelea que había durado cinco años de los doce de matrimonio.
Sin embargo, no es la única historia de violencia contra la mujer que se nos cruza en el libro. La violencia sistemática es algo que atraviesa constantemente a todas las mujeres del libro, estén o no presented. La madre de Nagore fue la víctima de un feminicidio. Parece que en el libro nadie sabe bien como lidiar con ello, como lidiar con Nagore, con la historia, ¿cómo enfrentarse a eso cuando te pasa a ti? El libro explora un poco esa idea de la sociedad que las madres de los asesinos tienen la culpa de que sean asesinos. Porque la maternidad siempre está vigilada, hay que ser la madre perfecta y aún así nadie te asegura que, en algún momento, no te señalarán con el dedo y dirán que eres la peor madre del mundo.


Ya concluyendo, les recomiendo mucho este libro, que además es maravilloso que su distribución sea gratuita en digital. Es un libro muy desgarrador, pero es muy hermoso, no puedo dejar de recomendárselos.
¿Por qué les llaman desaparecidos y no se atreven a llamarles muertos? Porque los muertos somos los que los buscamos, ellos siempre, siempre seguirán vivos.
Actualización al 24 de abril de 2020 (que la autora de la reseña debió de haber hecho antes, pero le dio flojera): el libro ya no se encuentra publicado como proyecto gratuito en Kaja Negra, sino que ahora es parte de la Editorial Sexto Piso. Lo pueden conseguir con ellos. ¿Pero qué creen? Está también disponible en Bookmate).