Final Fantasy VII no es el primer juego que veo por la historia pero sí el primero que pasé yo sola a partir del capítulo dos. Es literalmente lo primero que juego en mi vida de una manera casi obsesiva y desesperada. Ya antes me había enamorado de Zelda cuando mis roomies de la universidad decidieron jugar Majora's Mask en emulador, había visto pedazos de God of War, me había chutado todo GTA V (la historia me sorprendió y uno de los finales me gustó mucho) como espectadora, pero no había jugado nada. Hasta que me pusieron FF VII Remake en las manos con las palabras "dicen que este es el mejor Final Fantasy" y me dejaron ser. Yo sabía tres cosas de él: que Cloud Strife era hermoso (y que se llamaba Cloud Strife), uno de los spoilers más grandes del juego sin contexto, y que existía alguien que se llamaba Tifa. Y bueno, que existía Sephiroth y era absolutamente sexy.
No es que nunca hubiera oído la historia de Final Fantasy (y para mi desgracia me fui acordando de varias mientras jugaba porque las cosas empezaban a cobrar sentido), pero sí tomé la decisión de jugar el Remake sin saber muchas cosas porque quería ver qué tal se sentía jugar algo de la magnitud de Final Fantasy sin tener ni idea de nada. Creo que fue la decisión correcta para mí.
Sobre Cloud Strife (sobre mí)
Puedo contar personajes con los que me identifique tan completamente que los convierto en una hiperfijación en mi vida. Se convierten en todo mi hiperfoco y sólo puedo pensar en ellos. La protagonista del cuento de Wunderkind de Carson McCullers (quebrada bajo el peso de unas expectativas ajenas que había vuelto propias), Nuria Fernández en El disco del tiempo de María García Esperón (sin explicación alguna: Nuria Fernández soy yo). Algunos se quedan cerca, muy cerca. Otros me apasionan por sus historias, tan diferentes a la mía. Siempre me he reído de que me identifico con más hombres en la ficción que con más mujeres (y por eso no me interesa hablar de la diversidad al escribir como una manera de vernos reflejados a nosotros, sino que me parece más interesante ver reflejados a todos los otros que no somos nosotros). Es una casualidad, porque no tengo a bien separarlos entre hombres y mujeres ni buscar un arquetipo específico; la casualidad quizá se dé por que quizá, aunque no tengo pruebas, hay más protagonistas o a ellos les cuenten más historias: no sé, no tengo una muestra clara para comprobarlo: en literatura, leo a muchas más mujeres; en manga y cómic, la cosa está más igualada; en videojuegos, creo que he terminado de ver unos tres en mi vida. Si quiero responderme por qué me identifico más con algunos personajos, quizá la respuesta ahora mismo sólo puede ser casualidad (dadas por el estado actual de las cosas: está claro que tipos de protagonistas son más recurridos). Ya me verán hablando de Chu Wanning cuando termine The Husky and His White Shizun y quizá de Tantai Jin, cuando termine Till the end of the moon. Ahora mismo, vengo a hablar de Cloud Strife. Cloud Strife soy yo.
Sobresimplificación, pero lo soy. Su aparente apatía, lo que le cuestan las sonrisas, el olvido convertido en laguna mental, su manera de preocuparse por los otros, su inseguridad, ese complejo que lo lleva quizá a sobre compensar quién es, lo introspectivo y lo callado que es cuando está solo, la soledad. Me sé detalles de su historia, no la conozco toda. Pero veo a Cloud y digo: en el fondo estamos hechos de lo mismo. Y eso me da esperanza.
Jugar Final Fantasy VII Remake es ir descubriendo, poco a poco, quién demonios es Cloud Strife. ¿Sabe él quién es? ¿Dónde ha estado, de dónde viene? Se introduce como un mercenario dispuesto a ayudar a AVALANCHE (por un precio) a explotar uno de los reactores con los que Shinra, la empresa que controla Midgar, extrae mako del planeta (y se entiende que el planeta está muriendo por esta sobreexplotación, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y, aunque sí, entiendo la existencia de la lectura alegórica fácil que sale de ahí, Final Fantasy VII es mucho más: sólo pregúntense por qué crear todo esto si sólo querían hablar de la crisis ambiental y encontrarán ese mucho más). Entiendes que antes fue parte de SOLDIER (SOLDADO), una organización militar dentro de la misma Shinra y que desertó. No sabes por qué, no sabes qué pasó, no sabes nada. Supones que, con el tiempo, el mismo juego lo irá respondiendo.
Arte por awanqi. |
Excepto que en algún punto te das cuenta de que quizá, fuera del discurso aprendido (Cloud Strife, SOLDIER, First Class), Cloud tampoco tiene idea de quién es. Y no lo digo literalmente (aunque si ya se saben la historia de FFVII, bueno, entienden), sino también en un modo mucho más espiritual. Le cuesta conectar con el discurso para salvar al planeta, no entiende muy bien qué está haciendo o a donde va, tiene porte de héroe pero le cuesta actuar como uno (es muy revelador el puchero, la cara cansada o los constantes suspiros que suelta cuando le piden que haga cosas) y parece que está compensando por sabrá dios qué. Me he sentido así tantos días de mi vida que no podía dejar de jugar. Me daba esperanza que, a pesar de ver a Cloud sentirse tan inadecuado en el mundo tan seguido, fuera encontrando amigos y un lugar (especialmente notable es lo torpe que es hablando con Tifa, lo mucho que se sorprende de que Jessie, Wedge o el resto de los miembros de AVALANCHE lo consideren un amigo, lo torpe que es con Aerith aun cuando es obvio que la mira y lo lento que es respondiendo a los gestos de otros porque no los reconoce). Cloud me llega al alma cada suspiro que da, se los juro. Me da esperanzas de que hay un lugar para mí, que hay una manera de caminar hacia adelante e ir arreglando todo lo roto y lo olvidado.
Render de silverelitist. |
Ah sí, ¡sorpresa!, además de Final Fantasy VII, venimos a hablar de mis traumas.
Para mí, el mayor atractivo de Final Fantasy fue ese. Verme y ver a Cloud Strife. Verlo y verme a mí. Esa aparente tranquilidad. Dijo Xavier Velasco en La edad de la punzada, su libro autobiográfico, que nadie se imagina los alaridos que se escoden tras el silencio de los tímidos; dejaríamos sordo al mundo si nos lo propusiéramos. Alguna vez puse esa frase como prompt en un Amigo Invisible de un foro de fanfiction y recuerdo dos personas que no la entendieron (uno solo dijo: pues que hablen, es su culpa; y otro escribió la historia más literal y simplista posible; supuse que no era su culpa, aunque ninguna de esas dos personas me caía bien: simplemente nunca habían estado en una situación que los hiciera sentir esa frase hasta las entradas). Y me pasa con Cloud: porque puedo escuchar su grito desde la primera vez que se encuentra con una visión de Sephiroth. Por qué está vivo alguien que debería estar muerto; alguien que Cloud asegura haber matado, por qué el rostro de Cloud es siempre una mezcla de terror y determinación al verlo. Qué oculta el silencio de aquello que no cuenta. Lo veo y me veo y al verlo sé que hay esperanzas.
Un planeta al borde del apocalipsis
Una de las primeras cosas que Barrett dice en el juego es que el planeta sufre y que se pueden escuchar sus lamentos. ¿Acaso tú no lo escuchas?, le pregunta a Cloud. (A lo que Cloud, en el modo más Cloud posible, responde: get help).
Es imposible no notarlo: Midgar es una plataforma de metal, los barrios de abajo tienen poca vegetación (el jardín de Aerith es una excepción, el manto de flores de la iglesia también), dependen de la extracción de mako, el cuál no es un recurso que vaya a durar hasta el infinito y es tan benéfico como puede ser letal (es increíble lo simple del contraste: te recuerda que la naturaleza no es buena ni mala, simplemente es y puede sernos letal tanto como dependemos de ella).
Shinra usa mako para todo, incluso para experimentar con criaturas que después acaban sueltas por todos lados y te obliga, eventualmente, a preguntarte cuánto sufrimiento hay detrás de toda esa experimentación, cuántas vidas, cuánta ética, cuál es el punto. Todos los SOLDADOS pasan por duchas de mako, lo que vuelve sus ojos reconocibles a simple vista; el proceso los hace más fuertes y resistentes, pero también los vuelve gente más extraña. (Cuando Tifa dice: Cloud, me asustas, y él responde: es el mako). Roche, un SOLDADO de tercera clase que sale al principio (lo detesto, tengo pesadillas con los minijuegos de las motos): lo dice, todos somos un poco extraños (no fui consciente de cuánto hasta que no jugué Crisis Core, pero de eso hablaremos en otra ocasión). Y no sólo eso: son proclives a degeneración más temprana. El mako que Shinra le va quitando al planeta cobra su precio, tarde o temprano.
Arte por Joanne Tran. |
La naturaleza es uno de los grandes temas del juego: desde los vistosos paisajes en el jardín de Aerith, hasta Tifa diciendo, al recibir una flor real: hacía tiempo que no veía una. Los descampados debajo de Migdar están llenos deshechos de metal y tierra árida. Te hace preguntarte si hay algo más afuera, otros lugares donde el despojo a la tierra no sea tan egoísta (sé que ya me lo responderán en Rebirth y más o menos sé que mi pregunta tiene una respuesta, pero pues, es la primera vez que juego Final Fantasy VII). Después de un montón de horas, no queda más remedio que recordar las palabras de Barrett: se pueden escuchar los lamentos del planeta, ¿acaso no los escuchas?
Como dije arriba, en la otra sección, sé que es muy tentador ver el juego e irse sólo por la lectura más sencilla: la alegoría. Pero como suelo decir, si queríamos que los dragones fueran sólo una representación de nuestros más profundos miedos y no dragones, ¿por qué escribimos sobre ellos? Final Fantasy no es una cautionary tale, no es un relato de aquello que nos espera. Al final, Final Fantasy es también sobre los héroes: lo que nos construye en uno, lo que nos fuerza a volvernos uno, las historias que los hicieron; sobre los héroes que, de alguna manera, escucharon el grito de ayuda de un planeta muriendo y atendieron al llamado, por las razones que se les antojen. No me gustan las lecturas alegóricas: significan simplicar la poética de las historias, ir sólo al fondo a buscar el significado escondido, el simbolismo secreto.
Quiero pararme allí, en ese planeta al borde del apocalipsis; al principio no lo escuchaba, pero Final Fantasy VII lo vuelve especialmente difícil de ignorar. Después de todo, ¿no les dije que soy como Cloud Strife?
Al borde del apocalipsis, todavía queda esperanza.
Tifa, Aerith y la amistad
No sabía cómo titular la última sección de todo esto, pero supe que tenía que hablar de la amistad. Desde la primera vez que vi a Tifa me crushee terriblemente y me aprendí su nombre. (Además tiene un nombre muy sonoro y muy fácil. Ti-fa). Cuando la conocí, sólo supe: quiero que ella sea mi amiga. Y cuando poco después Cloud cae sobre las flores de la iglesia y conoce a Aerith, también dije: quiero que Aerith sea mi amiga (diosanto, en verdad soy Cloud), se ve como una persona increíble. No me equivoqué. Las quiero mucho a las dos y me parecen ambas sendos personajes: los dilemas morales de Tifa, la ternura que desborda Aerith, ese contraste entre ambas porque Tifa es mayormente transparente con sus afectos (sus miradas confundidas es lo que siempre te da esa pista de que algo anda mal), el hecho de que con Aerith siempre sabes que sabe mucho más de lo que cuenta o dice.
Me gustó verlas conocerse y aunque su tiempo juntas es relativamente breve y jamás en tranquilidad y verlas interactuar y pensar, damn, son las amigas que quiero, que quise, que ojalá hubiera tenido cuando no tuve amigas. Fui una niña solitaria. Era muy tímida y, aunque compartía la mayoría de los gustos de otras niñas (tuve barbies y otras muñecas, cosas muy de niña, etc.) el ruido siempre me aturdió y no me gustaba mucho jugar cooperativamente porque me gustaba inventar a mí las historias de mis muñecas y no sabía cómo tomarme las sugerencias de alguien más (todavía sucede y eso es por lo que escribir a cuatro manos me hace querer arrancarme las manos a mordidas y acabé por dejar ir el rol narrativo, la escritura es un ambiente solitario para mí: soy la dictadora de mis propios textos), así que tenía pocas amigas. Además, mis amigas siempre terminaban por mudarse o cambiar de amigas porque ya no nos llevábamos tan bien, o cambiándose de escuela. Yo permanecía y ellas se iban. Luego llegué a prepa y sí, tuve amigas, pero en mi grupo tenía conocidas. Terminamos siendo tres. En un grupo de más o menos cuarenta. Cosas de decir: sí, voy a estudiar físico-matemáticas. Mis mejores amigos siempre fueron ellos porque eso era lo que había; también en la carrera. A veces pienso y digo: ojalá hubiera podido tener más amigas. Pero las circunstancias son las circunstancias, ver a Tifa y a Aerith sólo me hizo recordar aquello.
Veo a Cloud con ellas y, dejando del lado el ship (me gustan ambos de Cloud con ellos, son... lindos, pero por favor, por favor, les juro que no es su nombre lo que voy a decir cuando hablemos de Cloud y con quien lo shippeo más), digo: sí, le hace bien tener amigos. Sí, me hace bien tener amigas. Que belleza en general toda la party: incluso Barrett acabó cayéndome bien, aunque me aturde porque es muy ruidoso y yo soy muy aguantar todo el ruido o no aguantar nada y mis momentos de jugar Final Fantasy eran de los úiltimos (no les quiero juntar el estrés que me da oír One Winged Angel porque sabía que ya se había ido todo al demonio, qué gran OST). Que gran party, el verdadero los amigos son los que haces en el camino.
Conclusiones
Acabé con el horror de saber que acabaría por comprar una PS5 (Remake lo jugué con la suscripción de PlayStation en una PS4) y acabaría por jugar Rebirth. Necesito saber que Cloud sigue y persiste. Él soy yo. Necesito saber que hay esperanza, saber que sigue caminando por el mundo, un pie delante de otro, con sus pedazos a medias, reconstruyéndolos poco a poco. No siempre un personaje me causa estas cosas, pero Cloud Strife me pegó duro.
Inicié Remake y, aunque creí tener las respuestas, terminé Remake de la misma manera: Cloud Strife, ex SOLDIER, primera clase, ¿quién eres?
Tú.
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