Sinopsis: Verónica Murguía ha reconstruido con doble sentido magistral diferentes momentos de la historia y del mito: por un lado, su estilo es una enseñanza serena y, con todo el peso del término, clásica del poder de la palabra; por otro, sus narraciones revelan con una sabiduría generosa el entramado sorprendente de algunos acontecimientos históricos de Occidente y de Oriente, el sentido más humano posible de las parábolas bíblicas y el secreto insustituible de las representaciones griegas. Si, como decía César Vallejo, ‘el arte descubre caminos, nunca metas’, no es ningún azar que El ángel de Nicolás, este libro hermoso y singular, comience en busca del idioma del Paraíso y termine con el cuerpo desollado del primero de los artistas flotando en ese eterno río donde nunca nos introduciremos dos veces.
Como a todos los libros, llegué a El ángel de Nicolás por casualidad. Había razones más que de sobra para leerlo. El nombre de su autora en la portada (encuentro que coincido mucho con la manera de pensar de Verónica Murguía y aunque no siempre me encanta lo que escribe, las últimas cosas que he leído me han dejado maravillada), el hecho de que sus cuentos retratan algunos acontecimientos históricos entre Occidente y Oriente (la pasión de la autora por la edad media árabe me encanta porque es una de mis hiperfijaciones en la vida) o que algunos abordaran acontecimiento narrados en la Biblia (creo que siempre es interesante dialogar con una obra que, a pesar de tener lecturas artísticas, porque no se puede negar que es literatura también han sido manoseadas como dogma por una parte terriblemente poderosa de las instituciones eclesiásticas), todo se fue juntando para que yo lo leyera.
Además, el último cuento que le leí en voz alta a mi mamá es el cuento con el que abre este libro. ¿Qué cosas no? (Y la última novela fue Noche en Tintagel).
Verónica Murguía |
Cuando lo recomentó Ale Arévalo (@soy_sputnik) porque fue un libro que se fue en las cajitas del Proyecto Soyuz (chéquenlo para que vean más o menos de que se trata lo que hace mi amiga) me sorprendí porque era un libro de Verónica Murguía del que no había oído ni hablar. Obviamente no he leído toda su obra, pero su nombre me resuena por allí y por allá y más o menos sé en que anda y El ángel de Nicolás me cayó de sorpresa. Ni el título, ni la portada, ni de dónde salía, nada había visto. Digamos, fue un libro que llegó a estrellarse enfrente de mí y me dijo: léeme. Y yo lo hice.
Como mencioné, aborda historias antiguas. Un Rey que deseaba descubrir el lenguaje de dios y contrató nodrizas que tenían prohibido hablarle a los bebés y tan solo los escuchaban llorar. Un poeta. Sodoma y Gomorra, su horror y su belleza. Desde cada historia reconozco el amor de Murguía por esos personajes bíblicos, medievales, algunas historias que nadie parece querer rescatar, esos mitos puestos en otra perspectiva, contados de otro modo. Creo que hay pocas autoras mejor versadas para estos temas que ella, pero eso es ya una observación muy parcial sobre el tema.
El ángel de Nicolás es un libro que leí por lo bello de su prosa. ¿Qué tan hermosa puede ser la desgracia? O quizá esa es sólo la manera de contarla, hace que parezca más terrible del todo. Quizá es la manera de racionalizar aquellas decisiones que todavía no entendemos, como la de la mujer de Lot al volverse hacia Sodoma. "Quise que lo último que vieran mis ojos fuera el lugar en que lo amé, [...] Por eso me volví". Después de tantos meses, lo que me queda más claro es eso: que lo leí porque la manera en que unía sus palabras era hermosa y hay muchas horas que matar en la silla de un hospital.
La destrucción de Sodoma y Gomorra, por John Martin |
De fondo, aunque las historias que Murguía son mucho más antiguas de lo que podemos imaginar, hay algo atemporal en ellas, algo que está escribiendo que es sobre nosotros mismos y nuestras propias búsquedas (y creo que eso es algo que caracteriza a los buenos escritores de fantasía, como lo es Murguía: nunca dejan de escribir sobre las pequeñas cosas y sentimientos que nos conciernen a todos como seres humanos aunque estén hablando de dragones, de bosques mágicos, de reyes crueles o de historias que acontecieron hace mucho tiempo). El tono de los cuentos recuerda a los mitos creados entorno a historias repetidas una y otra vez.
A las historias que se contaron de generación en generación y han sido recuperadas una y otra vez. Las versiones de Verónica Murguía son únicas porque son muy personales, son sus palabras, puestas sobre el papel con mucho cuidado. Y eso es lo hermoso de encontrar muchas versiones de una misma historia: siempre un pedazo del autor y del lector se quedan con ellas. Uno cuando las escribe y otro cuando las lee (por eso siempre tenemos reacciones y gustos diferentes respecto a la lectura: lo que pasa entre una historia y nosotros es súmamente personal y nadie puede arrebatárnoslo).
Herodias, por Paul Delaroche |
También me ocurrió que, en medio de estas historias, aunque a veces trataban de hechos terribles, no sentía que me ahogaba en ellos ni tampoco que la narrativa estaba buscando tan sólo una reacción de shock. Los cuentos no eran una alternativa a otra realidad más terrible a la que escapar para pensar que la mía no era tan mala ni tampoco un texto desesperanzado que intentaba ahogarlo a uno en el horror (eso que llaman realismo cuando quieren decir violencia desmedida). Murguía se ha esforzado mucho en desmitificar el amor por la guerra medieval y el cuento de El ángel de Nicolás sigue ese curso. Aborda los horrores de ella y en demostrar que no es todo vida o muerte, sino que hay más, pero deja que uno responda qué es ese más. Demuestra que ni siquiera lo poético (como lo es su proesa) a veces puede quitarle lo terrible al campo de batalla. Y así son todos sus cuentos. Sí, parece decir algunas veces, como con Sodoma: la tragedia puede parecer bella pero no deja de ser tragedia.
¿Les recomiendo el libro? Sí, por supuesto. Que se atrevan a acercarse a él y darle un vistazo; que, si les gusta, platiquen de sus cuentos y de sus historias, o se las guarden, si quieren. Lo que deseen. Ya les he recomendado mucho a Verónica Murguía en este blog así que saben que casi todos sus libros tienen mi sellito de aprobación. Es un libro corto que puede leerse en pausas o muy rápido, al fin y al cabo, cada quien lee a su estilo (el chiste, al final, es que lo disfruten).
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