Sinopsis: Pearl S. Buck ha sabido describir en sus libros el punto justo en que se encuentran las civilizaciones oriental y occidental. Al trazarnos el retrato de una familia distinguida, apegada a tradiciones antiquísimas, nos muestra los conflictos que, de manera inevitable, surgen entre padres e hijos cuando las ideas occidentales penetran en los baluartes de la cultura china. En esta magnífica obra se amalgaman así el interés temático y la precisa definición de los caracteres y los personajes.
Antes de empezar con la reseña propiamente dicha, les voy a recordar que este 2018 estoy participando en el proyecto #WomenPNL, leer a todas las mujeres que han ganado el premio Nobel de Literatura. Lo organiza Diana del blog Todo mi ser y pueden unirse aunque ya hayan comenzado las lecturas. En marzo tocaba Pearl S. Buck (+ Grazia Deddeda, porque yo empecé el reto después) y escogí este libro porque es de sus primeros libros. Voy a serguir leyendo a Pearl S. Buck este año, entonces empezar por aquí parecía una buena idea para ir viendo la evolución de la autora. Les voy a contar un poquitín sobre ella para que la conozcan de a rápido y luego vamos a pasar a la reseña.
Pearl S. Buck nació en los Estados Unidos, pero pasó gran parte de su vida en China, donde fue llevada por sus padres misioneros. Yo tengo strong opinions sobre los misioneros (realmente fuertes, no me gustan, me parece una manera de colonización pacífica que de todos modos acaba arrancando partes de la cultura china), pero bueno, no diré nada de momento porque, esto es una reseña, no un artículo de por qué considero que los misioneros no sirven de mucho, dañan culturas porque quieren salvarlas, se sienten superiores por andar salvando gente e ignoran lo que la gente necesita (puros white saviors). Pearl vivió más o menos durante cuarenta años en China (no de un tirón, sino acumulados a lo largo de su vida) y gran parte de sus novelas y escritos hablan sobre mujeres y cutura china.
Ahora sí, vamos a pasar a hablar del libro un poco más. Viento del este, viento del oeste es una novela narrada en primera persona por una mujer china. Ya había tenido experiencias leyendo este tipo de novelas testimoniales leyendo a Amy Tan, que se caracteriza por escribir historias de generaciones de mujeres chinas, basándose principalmente en su madre y su relación conflictiva con ella. No estoy mencionando a Amy Tan de manera gratuita, sino que quería hacer un contraste entre las mujeres de Amy Tan y la mujer que narra esta novela, porque a pesar de que son muy parecidas, hay cosas muy diferentes. Las de Amy Tan siempre son aguerridas, aunque sean tímidas o a simple vista sean pasivas, mientras que la protagonista de esta novela se caracteriza precisamente por su modo de ser pasivo ante los otros y hacer oír su voz demasiado poco. No dejo de preguntarme hasta que punto en esta novela se ve reflejada la manera en la que Pearl S. Buck ve a las mujeres chinas (después de todo, es hija de misioneros) como en las novelas de Amy Tan está reflejada cómo ve a las mujeres como su madre (les recomiendo que revisen la reseña de La esposa del dios del fuego). ¿Representamos a los personajes tal cómo los vemos? Ahí va el siguiente punto de esta reseña.
Aunque la novela me gustó mucho por su retrato a la cultura China y el choque con la cultura occidental, hay una parte de la novela que no deja de sonarme escrita desde el colonialismo puro. Siento que hay un cierto paternalismo que a veces no se nota demasiado, pero sale a relucir siempre que se habla de las ventajas de la cultura occidental, es un colonialismo tremendo. Aquí entra un debate que nos puede dar para hablar horas: ¿se vale mantener las tradiciones, por ser tradiciones, aunque sean dañinas para un sector de la población? Es un tema que se aborda desde la perspectiva latinoamericana en la compilación Feminismos y Poscolonialidad, donde se abordan precisamente costumbres y tradiciones con raíces patriarcales. Por supuesto que no toda tradición y costumbre de todas las civilizaciones del planeta tiene raíces patriarcales, pero muchas sí (el patriarcado no es occidental, si lo fuera, no cargaríamos un chingo de tradiciones no occidentales con raíces patriarcales en la vida); en el caso de china, lo más obvio de todo entre ese cúmulo de tradiciones que el mundo occidental fue a sustituir, son los pies vendados de las mujeres. El tema se aborda en la novela, por supuesto; la protagonista tiene los pies vendados, como manda la tradición, puesto que los pies más pequeños son venerados como más hermosos. Sin embargo, su marido, un hombre educado en Estados Unidos, encuentra esta tradición abominable/bárbara/lo que ustedes quieran. Y se lo dice.
Sin embargo, creo que todos esos temas no están tratados como deberían estar tratados en la novela (de nuevo, siento que lo que los invade es un punto de vista sumamente colonial). De repente, siento que el mundo occidental se apresura demasiado a salvar a las mujeres de otros lados del mundo, pero a salvarlas porque sí, tratándolas como seres inferiores que no entienden que han sido víctimas de violencia durante toda su vida por ser mujeres (cuando eso es, en su mayor parte, mentira). Y nuestra protagonista es tratada justamente de esta manera. Aunque la historia me gusta, porque representa de manera muy clara y obvia el choque de dos culturas que no se llevan nada bien y en la que una adopta la clara supremacía (ah, el bello imperialismo occidental) y todo lo que se pierde y queda atrás al hacer una fusión.
El marido de nuestra protagonista decide cortar prácticamente de tajo con todas las tradiciones antiguas, que le parecen atrasadas y medievales. Gracias a él, su esposa decide quitarse las vendas de los pies, aunque su instinto se rebela contra ello (recordemos que ha sido educada precisamente para creer que los hombres valoran los pies pequeños y que, además, un hombre nunca le debe ver los pies desnudos a una mujer); estamos viendo a una mujer que toda su vida ha sido educada para servir a los hombres. Sin embargo, hay otras cosas del libro que me dolieron. Los ritos para pedir por la salud de los niños se pierden y, aunque la medicina (occidental), que practica el marido de nuestra protagonista, es obviamente benéfica para la población, siempre podemos ver el rechazo hacia ella, precisamene porque nadie nunca le explica a nadie por qué es benéfico, por qué es diferente; en cambio, lo único que obtenemos es una actitud evangelizadora (muy propia de los misioneros) que causa rechazo, aboga por la supremacía de una cultura sobre otra (cuando la civilización occidental no es nada sin, precisamente, oriente) y da muy poco espacio al diálogo. La novela, al menos de manera indirecta (dudo que Pearl S. Buck lo haya hecho adrede), es perfecta para retrarar esa manera de colonialismo.
Pasando a otra cosa mariposa, quiero hablar de por qué me gustó la novela. ¿Saben por qué? ¿Se atreven a imaginar? Bueno, precisamente me gusta porque retrata a distintas generaciones de mujeres en China y porque nos muestra a mujeres de distintas clases sociales. No tenemos un rango muy amplio de representación femenil (aunque esta rebasa a la masculina por mucho, he de decir), puesto que nuestra protagonista no tiene demasiadas relaciones ni ejemplos de los que valerse. Conocemos a su madre, una mujer criada con los valores tradicionales, que educó a sus hijos en los mismos valores que la educaron a ella y que al parecer tuvo una relación de más o menos respeto mutuo con su marido. Conocemos, también, a las concubinas de su padre, mujeres de estratos sociales más bajos, cuyos hijos no tienen derecho a la misma herencia y a las mismas atenciones que los de la primera esposa/primera dama de la casa y que le deben obediencia, no sólo a los hombres que "las compraron" (bueno, en realidad, que se unieron a ellas pagando una dote a sus familias para tomarlas como concubinas), sino también a la señora de la casa, que se encarga del orden doméstico. Las historias de las concubinas son a menudo tristes, puesto que una vez que pierden su belleza o su marido se fija en otra mujer, pierden todo poder que puedan haber tenido alguna vez, mientras que las primeras esposas mantienen, al menos, su poder dentro del orden doméstico.
También, por supuesto, vemos un poco a la suegra de nuestra protagonista, con la que tiene una relación un poco tirante (pues las tradiciones chinas dictaban que la nuera se encargaba de servir a su suegra, cosa que el marido de la protagonista no quiere que ocurra, puesto que él desea, dentro de lo posible, ver a su esposa como su amiga y su igual) y la esposa norteamericana de su hermano. Las mujeres son, más que nada, el motor que mueve a esta novela y eso me encanta.
Les recomiendo la novela, es interesante, no es muy larga y les puede encantar si les gustan las novelas ambientadas en Asia, además de que me parece una buena manera de conocer a Pearl S. Buck, esta escritora súmamente prolífica que ganó el premio Nobel.
¡Oh! ¡Por-favor! Tu blog se está convirtiendo en uno de mis favoritos porque... ¡me fascinan tus reseñas! ¡Tu forma de hacerlas llegar! Ojalá pudiera yo escribirlas de esta manera. ¡Qué interesantes resultan!
ResponderEliminarTambién me gustó esta obra, pero no había llegado a observar esos detalles que tu describes, en serio. Me falta más cultura; la verdad es que no leí muchas obras ambientadas en China y se me escaparon un poco las cosas. En parte se debe a que me conquistó su estilo narrativo, me gusta tanto la forma que tienen sus obras... Ay. *__*
Para acabar, volver a insistir que me impresionas en todo momento. Siempre aprendo algo de ti.
¡Muchos-muchos-abracitos!
Hola, he caído aquí por casualidad y me ha encantado ver que estabas leyendo y comentando a Pearl S. Buck. Es una autora bastante olvidada y eso es injusto. Pero, sobre todo, me gustaría defenderla de las conclusiones a que llegas al comparar entre las mujeres fuertes que describe Amy Tan y la protagonista de Viento del Este, Viento del Oeste, Kwei-Lan.
ResponderEliminarAmy Tan escribe sobre las supervivientes que consiguieron salir adelante pese a todo y por tanto son mujeres fuertes y luchadoras. Pero no todas lo son/somos. En China, las circunstancias son muy duras para la mujer aún hoy en día, así que imagínate a principios del siglo XX (hay que recordar que el 56% de las mujeres que se suicidan actualmente en el mundo, son chinas). Pearl S. Buck también escribe sobre mujeres fuertes en La Estirpe del Dragón y La Promesa, pero no se olvida de las otras, las que se resignan a aguantar lo que les echen y lo aceptan arañando virutas de felicidad de donde pueden.
Hay cincuenta años de diferencia entre sus libros y los de Amy Tan. Y eso se nota. Cada una vive y escribe en su propio tiempo. Además, China es muy grande y está llena de culturas diferentes. No en todas las culturas se vendaban los pies a las niñas, ni se deformaban de igual forma. Y no se vivía igual en las ciudades grandes que en las pequeñas o en el campo. Y una de las características de Pearl S. Buck es que escribe sobre todos los tipos de mujeres que va conociendo. Es muy interesante porque poca gente se ocupaba entonces de los chinos/as que morían en masa por inundaciones, epidémias y guerras interminables, ni siquiera su propio gobierno. Posiblemente hubiera podido tratar algunos temas de otra manera, pero es lógico que comparar ese estado de cosas con lo que sucedía en su país de origen le hiciera sentir que venía de un lugar donde las cosas se hacían mejor. Acusarla de etnocentrismo por ello es un poco fuerte. Sería como acusar de lo mismo a los cooperantes que van a ayudar en campos de refugiados. De hecho, yo ni siquiera encuentro sus escritos condescendientes. Recuerdo un episodio en que el marido de Kwei-Lan la lleva para ver como se vive a lo occidental y la señora de la casa (una china occidentalizada) le dice textualmente que de los extranjeros hay que coger lo que es últil y dejar lo demás.
En cualquier caso, me alegra ver que aún hay gente que lee los libros que a mi me gustan y que forman parte de mi vida de lectora. A ver si me paso por aquí algún otro día a ver que más se comenta.
Si no te molesta
¡Hola!
EliminarYo lo mencionaba porque las protagonistas de Tan y de Buck son muy parecidas. Parecidísimas (o sea, no lo parece por la manera de narrar, pero casi iguales). El caso es que con Buck igual salen adelante, pero la narración las trata de una manera diferente, como desde ojos puramente occidentales con pasado misionero (Buck), mientras que Tan lo hace desde los suyos y las experiencias de su madre (que es capaz de ver a mujeres muy aguerridas en mujeres que a simple vista parecen pasivas). En lo absoluto es una crítica contra los personajes de Buck, sino un cuestionamiento a su manera de escribir.
No la acuso de etnocentrismo, remarco precisamente que escribe desde el colonialismo porque... no tiene desde donde más escribir, es su forma de ver el mundo (la occidental). No es que sea algo malo o que demerite la calidad literaria de la novela, sólo revela cosas sobre el lugar de enunciación y ayuda a analizar por qué los personajes se construyen de alguna manera en especial. Y también ayuda a entender el choque occidental vs oriental de la novela y por qué está construido así (más evangelizador que lógico, aunque no sea condescendiente). Repito, no es que demerite en nada la novela ni su calidad literaria, pero ayuda.
Porque, por ejemplo, hablando de China, la francesa Broyelle hace años fue a China para recopilar las vivencias de las mujeres antes y durante la Revolución Cultural y entonces el choque oriental vs occidental es muy diferente (no se rechaza lo occidental por occidental ni se tacha todo lo oriental de bárbaro o atrasado).
De todos modos, ese choque es algo que veo reflejado en mi cultura (por eso digo que se ve desde el colonialismo, y eso no es malo, es sólo una realidad), por ejemplo. Y algo choca. Las maneras de escribir cambian (que no es malo, Buck no puede pretender escribir de la experiencia China como si fuera china ella porque no lo es) y analizarlo luego es interesante.
De todos modos, el libro me gustó, sólo sobreanalizo mucho. ;)
Nea.