En vez de estar escribiendo para el NaNoWriMo que es lo que debería estar haciendo ahora mismo, voy a contarles una historia de amor, probablemente una aburrida, pero la más importante para mí. Esta historia de amor se remonta a cuando yo tenía cinco años, casi seis, y, como mi madre se empeña en recordarme cada que le enseño lo que le escribo, yo escribía la palabra "hada" como "ada" y le plagaba las historias a Walt Disney. ¿Ya adivinaron que historia es? Si la historia de por qué escribo, o en otras palabras, la historia de por qué me enamoré de escribir.
En la primaria teníamos un cuaderno donde podíamos escribir historias o podíamos usarlo como diario; la maestra no lo leía, sólo revisaba que, de hecho, hubiéramos llenado muchas páginas. La cruda realidad es que era el cuaderno de música, pero jamás tuvimos clase de música ese año, así que nadie sabía exactamente en qué utilizar un cuaderno que ya nos habían pedido (al menos, ese, porque el de los pentagramas se quedó sin usar un año entero). La mayoría de los niños tenían problemas para decidir que escribir y se pasaban media vida pensando y dos minutos escribiendo. "Pero maestra, es que no hice nada interesante el fin de semana", "Maestra, no sé que escribir", "Maestra, ¿cómo se escribe un cuento?" A mí me parecía curioso porque yo llenaba las páginas sin ningún esfuerzo con una historia malísima que era un plagio descarado de la bella durmiente (con "adas madrinas" en vez de "hadas madrinas"); cuando terminé esa historia, plagié a Blancanieves y cuando acabé esa, plagié La bella y la bestia, y luego la de la princesa a la que su madrastra echaba de casa y convertía a sus hermanos en cisnes, y después a Barba Azul, y prácticamente toda historia de Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm o Perrault ya hubieran escrito antes.
Lo sé, yo era la original andante. Nunca la acabé, porque la princesa de turno siempre se casa, era feliz para siempre, comía perdices y tenía una hija que continuaba con la historia. A mis seis años yo había visto muchas películas y leído muchos cuentos clásicos y no se me ocurría que, para empezar, el destino de una princesa pudiera ser diferente. Lo cierto es que las primeras lecturas influyeron mucho a la hora de escribir mis primeras historias. Después recuerdo que vi Aladino y escribí una historia que estaba ambientada en una mezcla de la India y Arabia. Y así con cada cosa que veía o leía.
Por ese entonces, se me ocurrió que yo podría escribir algo como Harry Potter. Lo sé. Magnífica idea. Yo tenía creo que doce años e iba a cumplir trece. Mi protagonista era una chica de cabello negro, ojos oscuros y se llamaba Anne Garrew. La historia estaba ambientada en México y como a mí se me ocurrió tener personajes llamados Anne, William, Patrice, Paulette, Renée, etcétera todavía no lo entiendo. La historia era pésima en todo sentido. Sin embargo, por ese entonces, cuando yo estaba a punto de tirar la toalla con la historia leí El Disco del Tiempo de María García Esperón, que en un momento se convirtió en uno de mis libros favoritos por aquel entonces y decidí ponerlo entre mis libros favoritos en Hi5 (sí, niños, por ese entonces la gente usaba esa red social del averno).
María García Esperón y mi madre fueron las primeras personas que me apoyaron para que siguiera escribiendo. Mi madre sabía que mi historia era mala. María no sé, probablemente. Yo escribía francamente mal, tan mal que Crepúsculo al lado parece una comparación; y tantito peor: decidí inmortalizar mis obras en el internet. Sin embargo, tenía doce años y era obvio que no iba a vomitar un premio Nobel escribiendo mi primera novela o mis primeros cuentos. Desde entonces estoy enamorada perdidamente de la escritura, de lo que puedes crear sólo con palabras, de ponerles cara, rostro y forma a las historias que hay en mi cabeza.
Es eso. Por eso escribo. Por amor.
Escribo para evadirme o para contar realidades necesarias. Para tratar temas simples o complejos. Escribo porque, para mí, escribir es como respirar: no concibo mi existencia sin esa actividad diaria (o casi diaria). A lo largo del tiempo he animado a muchas personas a escribir y muchas me han animado a no dejarlo jamás. Todavía recuerdo a mi maestra de español de secundaria quitándome las hojas que escribía en clase en vez de hacer los apuntes y devolvérmelas días después diciéndome que por favor no lo hiciera en clase, pero que conocía un concurso de cuento y que podía participar (perdí). Recuerdo que mis amigos siempre leyeron lo que yo escribía, unos con más interés que otros. Nunca he tenido ese problema de separar mis dos identidades, la que escribe y la que no. Amo escribir y amo decírselo al mundo.
Así que ya que estoy en el desesperado intento de escribir 50,000 palabras en un mes, y seguir escribiendo miles de historias después de eso, vine a contarles esta historia y, de paso, a decirles, que sólo necesitan un empujón para empezar la historia que siempre han querido.
Lo sé, yo era la original andante. Nunca la acabé, porque la princesa de turno siempre se casa, era feliz para siempre, comía perdices y tenía una hija que continuaba con la historia. A mis seis años yo había visto muchas películas y leído muchos cuentos clásicos y no se me ocurría que, para empezar, el destino de una princesa pudiera ser diferente. Lo cierto es que las primeras lecturas influyeron mucho a la hora de escribir mis primeras historias. Después recuerdo que vi Aladino y escribí una historia que estaba ambientada en una mezcla de la India y Arabia. Y así con cada cosa que veía o leía.
Esa era mi letra. Y ese es un pedazo del plagio de HP |
Es eso. Por eso escribo. Por amor.
Escribo para evadirme o para contar realidades necesarias. Para tratar temas simples o complejos. Escribo porque, para mí, escribir es como respirar: no concibo mi existencia sin esa actividad diaria (o casi diaria). A lo largo del tiempo he animado a muchas personas a escribir y muchas me han animado a no dejarlo jamás. Todavía recuerdo a mi maestra de español de secundaria quitándome las hojas que escribía en clase en vez de hacer los apuntes y devolvérmelas días después diciéndome que por favor no lo hiciera en clase, pero que conocía un concurso de cuento y que podía participar (perdí). Recuerdo que mis amigos siempre leyeron lo que yo escribía, unos con más interés que otros. Nunca he tenido ese problema de separar mis dos identidades, la que escribe y la que no. Amo escribir y amo decírselo al mundo.
Así que ya que estoy en el desesperado intento de escribir 50,000 palabras en un mes, y seguir escribiendo miles de historias después de eso, vine a contarles esta historia y, de paso, a decirles, que sólo necesitan un empujón para empezar la historia que siempre han querido.
Una historia de amor preciosa x) A mí me parece increíble que copiaras o te basaras para tus historias en tal cantidad de libros >.< Mucha suerte con el NaNo!
ResponderEliminarUn beso! ^^
Qué bonito, Nea. Me ha gustado mucho. La verdad es que si he de ser sincera no recuerdo cuando empecé a escribir pero sé que mi primer cuento largo fue el rescate de Sirius a Harry Potter o un fanfic patético que escribí tras leer HP3 y mientras JK me torturaba sin escribir el cuarto. Desde entonces no he parado. Ha habido altibajos pero siempre que he necesitado evadirme, la escritura ha sido una opción.
ResponderEliminarHa sido una historia muy chula, gracias por compartirla. Suerte con el nanowrimo :)
Que entrada tan hermosa, he podido percibir el amor que le tienes a la escritura <3
ResponderEliminarHubo una época en la que también escribía, alcancé a publicar un original que se llamaba Elementales o algo así en Internet, pero con el tiempo lo fui dejando y todavía no sé por qué, tal vez no es completamente lo mío o tal vez tenga que ver con que soy de las personas que prueba algo y termina dejándolo a la semana.
Algún día quisiera retomar la escritura, porque como dices, ayuda a evadir la realidad y contar otras tantas que siempre habitan en tu cabeza.
Besos
*snif* cuida de este amor que es el único para toda la vida. ;)
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