El día de muertos es uno de mis favoritos en el año (además, por supuesto, de mi cumpleaños). Así que esta vez no vengo a hablar de libros, o de películas, o de poemas (bueno, eso quizá sí), o en realidad de nada específicamente literario, sino que vengo a hablar de México, de su día de Muertos, de la muerte a la mexicana, hasta del Mictlán y de una pequeña parte de mí si me dejan.
Pedazo de ofrenda |
El día de muertos, como tal, tiene un origen más antiguo a la llegada de los españoles a costas mexicanas. Con el tiempo se volvió una celebración en la que también participaban las iglesias, pero, en mi propia experiencia, jamás he visto que se le dé demasiada importancia a la religión. Aquí los importantes son los muertos que vienen a visitar. Para la gran mayoría de las culturas indígenas en México, la muerte no tenía la misma connotación que para los católicos. Se podría decir, incluso, que los mexicas (o aztecas) le rendían culto a la muerte, pues consideraban un honor el morir en batalla o morir en sacrificio. Pero esta no es una clase de historia o de antropología (aunque me gustaría), sino simplemente la muerte a la mexicana.
Tengo diecinueve años y en diecinueve años nunca he visto que la muerte sea tan fatalista como en algunos libros, nunca he visto que sea tan definitiva, ni tan trágica. La he visto triste y con lágrimas. Sí. He visto a personas de luto y a personas que eligen no seguirlo. La he visto injusta, como acto de justicia y hasta como tragedia nacional. Pero la muerte siempre vuelve, los primeros días de noviembre, y nos recuerda lo mexicanos que somos, ese sentido del humor para acogerla que tenemos y la manera en la que se vuelve una celebración y un fiesta. Supongo que nunca tuvo más sentido decir que aquí, todo lo volvemos fiesta.
Tenemos ofrendas (altares), catrinas, calaveritas, papel picado, pan de muerto (con champurrado o con chocolate), en resumen, tenemos fiesta. Y por supuesto, flor de cempazuchitl para guiar a los muertos en su camino. Hay quien no lo celebra, quien visita Mixquic o Xochimilco o cualquier otro lugar donde las celebraciones son incluso icónicas, hay quien come pan de muerto, pone su ofrenda y recuerda a sus muertos (y a la mejor a los ajenos), hay quien va a ver todas las ofrendas que puede, hay quien hace velaciones (en Oaxaca creo que son comunes), hay quien va al panteón y hay quien se deprime. El día de muertos, a fin cuentas, es para todo el mundo.
Usamos a las calaveritas el día de muertos para reírnos de la muerte y de nosotros mismos. Mi maestra de historia en la prepa nos dejaba escribir una cada año y nunca faltaba el profesor ofendido porque lo mencionaban, pero tampoco faltaba nunca el que iba, las leía, y se reía de los chistes hechos a su costa (y a costa, por su puesto, de su muerte). De su origen, se dice que algunos escritores empezaron a usar como burla los largos y ostentosos epitafios utilizados por los nobles y poderosos de la época virreinal, realizando su propia versión, la cual por lo general se trataba de una crítica social dedicada a algún miembro del estado burlándose o bien reclamando a la persona hechos en favor de la comunidad. Después, en el México independiente, empezaron a volverse una tradición y ahora, las calaveritas están en todos lados.
Quien diga que la costumbre se pierde, no ha visto los concursos de las editoriales, de la cineteca y de muchos espacios culturales, no ha visto la tarea de los estudiantes de prepa, de secundaria, de primaria y hasta de kínder. Las calaveritas siguen tan vivas y aquí mejor les pongo un ejemplo antes de que me empiecen a preguntar de cuál me fumé.
Pedro Páramo
por Mary Carmen Sánchez Ambriz
Juan Rulfo creó a un tal Juan
personaje muy preciado
que no andaba tan norteado
buscando a un Pedro truhán.
Los muertos alborotados
querían del páramo huir,
aunque se les vio cansados
no lo podían resistir:
medio siglo ha que rumian
en esa ardiente Comala
con el cacique patán
que les da comida mala.
(Original en Tres calaveras literarias)
Quiero hablarles de todo un poco, pero sé que al final los voy a acabar aburriendo. Sé que probablemente no entiendan lo extraños que podemos llegar a ser con la muerte, o lo optimistas, según se vea el caso. Que quizá no sepan porqué en mi lista de cosas que hacer antes de morir, ir a Mixquic y a Xochimilco un día de muertos es algo que me muero por hacer. A los muertos les puedes llorar, pero siempre me ha parecido increíble lo que hacemos nosotros, que los recordamos de esta manera. Alguien me dijo, y a estas alturas ya no sé si tenía razón, que en ningún otro lugar del mundo el culto a la muerte era como aquí.
"Nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. Por eso cuando alguien muere de muerte violenta, solemos decir: "se la buscó". Y es cierto, cada quien tiene la muerte que se busca, la muerte que se [...] Si la muerte nos traiciona y morimos de mala manera, todos se lamentan: hay que morir como se vive. La muerte es intransferible, como la vida. Si no morimos como vivimos es porque realmente no fue nuestra vida que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte que nos mata. Dime cómo mueres y te diré quién eres."Octavio Paz, El laberinto de la soledad.
"Hay categorías de muertes y hombres en la categoría de muertos en su cama, con todos los auxilios de los muertos espirituales. Derechito para el cielo."Rafael Bernal, El complot mongol
“Me muera cuando me muera quiero que mi tumba huela como tu cuerpo ahorita.”Angeles Mastretta, Arráncame la vida.
Hay quien dice que tenerle miedo a la muerte es inútil, porque de todos modos nos vamos a morir. No sé que tanto sentido tenga, pero a veces parece que nadie piensa en ella a fuerzas, porque la simple perspectiva de no existir es demasiado grande. Cuando era niña me daba miedo, ahora no sé. No pienso en eso. Pero me gusta pensar en esa muerte a la mexicana, en la que los muertos regresan cada año a la fiesta y a la ofrenda. En la que sus familiares se preocupan por ellos, aunque sea una vez al año. No sé. Me gusta esa muerte. Muerte a la mexicana. Así suena menos fatalista, menos definitiva y hasta menos triste.
“La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas.”
Juan Rulfo, Pedro Páramo.
La primera ofrenda que se puso en mi casa. No teníamos sala, o mesa, o nada. Pero teníamos una ofrenda |
Muy buena entrada, gracias por compartir un poco de tu cultura. ^_^
ResponderEliminarBesos.
Es interesante cómo la propia cultura determina cómo vemos muchas cosas. Conozco desde hace pocos años esta tradición pero me encanta, ojalá aquí en España tuvieramos esa visión de la muerte >.<
ResponderEliminarUn beso! :)
Eso de cómo la cultura te hace tener muchas opiniones y puntos de vista según dónde demonios hayas crecido me puede tener hablando sin pausas hasta la semana que viene... xDDD En fin, es una tradición muy bonita y, lo mejor de todo es que cambia de estado a estado :D
EliminarNea.
A mi me encantan estos días: los dulces, la comida y sobre todo, la familia. Me encanta pasar estos días con ellos recordando anécdotas de nuestra niñez o en su caso, recordando a nuestros seres queridos que han partido ya.
ResponderEliminarSobre la celebración en general, este año se hizo un concurso de altares en el centro de la ciudad que quedó precioso (soy de Campeche) así que este año le echamos ganas para mantener viva la tradición, que ya nos tocará pasar a nuestros futuros hijos :D
Por lo demás, espero que la hayas pasado maravillosamente estos días, rodeada de los que más quieres :)
Te mando un saludo enorme<3
¡Uy, Campeche! Primera persona que conozco de Campeche :D
EliminarA mí me gusta la familia (en dosis moderadas), el pan, los altares y todas las maneras en que nos las arreglamos para recordar a los muertos :) Yo creo que la tradición va a seguir viva mucho tiempo más realmente, pero nunca sobra un poco de impulso ;)
Nea.