Sinopsis:
Ista quidem vis est? -¿Qué violencia
es ésta?, reclamó César. Vino después la puñalada temblorosa de Servilio Casca,
quien apenas alcanzó a herirlo en el hombro, le siguió la herida de Casio
Longino, lo demás fue un remolino de ceguera para César; rodeado de los
conjurados con los puñales al desnudo, quienes contagiados por un extraño
temor, confundidos, empezaron a herirse entre sí, a mezclar sus sangres con la
del hombre que estaban asesinando. La estatua de Pompeyo fue testigo de las
veintitrés puñaladas que acabaron con la vida del Imperator, del Dictator, del
Pontifex Maximus, del Rex... El anillo de César rodó por el suelo
ensangrentado... y su tintineo resuena en las páginas de este libro para que
tú, lector, logres unir el fin con el principio de Cayo Julio César.
Empezando por el final, por el
capítulo veinticuatro, María García Esperón nos narra a retazos, como si fueran
las veinticuatro horas de un día, corriendo de adelante hacia atrás, retazos de
la vida de Julio César, Imperator, Dictator, Pontifez Maximus, Rex…, que soñó
con cambiar el mundo como pocos hombres lo soñaron antes y después de él… Un
hombre al que asesinaron en el Senado, sus propios aliados, por sus ideas que
les parecían peligrosas…
De Julio César, que tuvo un hijo con
Cleopatra VII, César Ptolomeo, descendiente de Cleopatras y Ptolomeos, una raza
sangrienta y brutal… Él, Julio César, hombre ahora teñido de leyendas.
La pluma de María nos transporta a la
antigua Roma, la Roma de senado y nos presenta personajes de los que quizá ya
hemos oído hablar: Marco Antonio, Cleopatra, Pompeyo, Bruto, Calpurnia… Escrito
para niños y para grandes, para conocedores de la historia de la antigua Roma y
para aquellos a los que aún la historia de éste hombre no los ha cautivado.
¿Qué haría sin César? ¿Qué haría Roma? ¿Qué haría el Universo entero, habituado a despertar con él y con él dormir? ¿Valdría la pena seguir viviendo, llamarse hombre, romano, Antonio?Además el libro, corto, tiene unas magníficas ilustraciones de Miguel Rodríguez Ortíz, el Sr. No Quiero.
Gracias por tu lectura, tan inteligente como generosa.
ResponderEliminarUn abrazo grande,