Hace días
estaba pensando en participar en la convocatoria de la revista chilena “Un pelo
perdido” (si son escritores, o aficionados o les interesa el tema, pueden ir a
este link, e informarse, o directamente a la página de Facebook de la revista)
con algun microcuento que escribiera y a esa hora ya van seis. Ninguno me
convence para enviarlo, pero dos me han parecido lo suficientemente buenos como
para compartírselos, ambos carecen de título.
El primero
es muy curioso: habla de cuentos de hadas. Pero no de cuentos de hadas tal y
como los conocemos…
Cuentan que en realidad, el cazador nunca encontró al lobo y que Caperucita Roja se quedó para siempre en su estómago. Dicen las malas lenguas que el príncipe era tan cobarde que no se atrevió a sortear un bosque de espinas y la Bella Durmiente se quedó durmiendo para siempre, sin que nadie se atreviera a despertarla. También dicen, por allí, que los enanitos no dejaron que el príncipe se acercara a Blanca Nieves, y que después de comer la manzana, nunca revivió. Cuentan que a la Cenicienta se le olvidó que debía volver a las doce, y el príncipe al ver roto el hechizo pensó que ya no era tan bonita y nunca se casó con ella después de verla vestida como una vil criada. Dicen que el príncipe murió ahogado porque la sirenita no pudo llegar a tiempo. Cuentan que ninguna historia termina bien...
Nea Poulain
Y el segundo
es más común (principalmente, hace tiempo que escribo una novela —ahora en
hiatus— títulada provisionalmente Thirteen y todo este microcuento lo imagino
como un diálogo de Ranjiv —uno de los personajes— a su amada, Nefer):
—Tengo miedo. Te lo digo… o lo intento, pero siempre sales huyendo, nunca te quedas más de tres segundos para oírme. ¿Por qué?, ¿acaso no quieres oírlo? Me lo pregunto cada vez que lo intento, ¿sabes? Pareces ser la única mujer a la que no le gusta que le digan que la aman.
Nea Poulain
¡Espero sus
comentarios!
Nea
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